HIJA DE LA LUZ

CONSAGRACIÓN A SANTA FILOMENA

VIDA SANTA FILOMENA

SANTA FILOMENA










SÍMBOLOS
El ancla, tres flechas, una palma y una flor.
La llamaron "Lumena" o "Luz" porque había nacido en la luz de la Fe, a la cual ya sus padres pertenecían de todo corazón. En el bautismo le pusieron el nombre de Filomena que significa “amiga de aquella luz”.
Nacimiento de Santa Filomena: 10 de Enero.
Falleció el 10 de agosto.
Fiesta de Santa Filomena: 11 de Agosto.
Fiesta del hallazgo de sus reliquias: 25 de Mayo.
Celebración de su Nombre: 13 de Agosto.
Traslado de sus reliquias a Mugnano (Italia). 10 de Agosto.

DESCUBRIMIENTO DE LOS HUESOS Y DE LA INSCRIPCIÓN
El 2 de mayo 1802, por encargo especial del Papa Pío VII, se llevaron a cabo los trabajos de excavación de la catacumba de Santa Priscila, una de las más antiguas de Roma.
Monseñor Ponzetti, guardián de los cementerios, no demoró en llegar y fijó para el día siguiente la apertura del nicho.
Era una tumba pequeña, de no más de un metro y medio de largo, cerrada con tres baldosas de terracota, sobre las cuales estaba escrito en color bermellón : lumena + Pax tecum + Fi , Pax tecum Filumena (la paz esté contigo, Filomena)
El término “Filumena” es en realidad una mala transcripción latina del nombre griego Philomena, por el cual la santa se nombrará a sí misma más tarde, en sus revelaciones privadas.

El 25 de mayo de 1802, fue removida la tierra y la tumba fue abierta.
Entre las palabras, estaban unos símbolos en la izquierda una ancla; en el centro unos látigos con bolitas de plomo en medio de tres flechas y una vara rematando en punta; y a la derecha, una palma entrelazada con un lirio.
Todo esto representaba los diferentes géneros de tormentos que había padecido la santa mártir; su glorioso triunfo, era representado por la palma y el lirio.
Antes de la apertura de la tumba, el prelado dio órdenes de verificar si no se hallaba allí algún frasco que contuviese restos de sangre (cosa que los primeros cristianos solían hacer al enterrar allí a los mártires, colocándolo en el exterior de la tumba e incrustándolo en el revestimiento del yeso externo). Un obrero entonces, provisto de una herramienta afilada, pinchó el yeso cobertor en una de las extremidades del lóculo y se las arregló para llegar hasta un recipiente que contenía partículas de sangre seca. Allí se dio el primer milagro testimoniado en el proceso verbal que se repetirá varias veces: las partículas de sangre coaguladas que surgían de la ruptura del frasco, al desparramarse, se convirtieron en pequeñas partículas brillantes que reproducían en su totalidad el color del arco iris.

Luego de venerar el prodigio, al abrir la tumba, se halló también allí un pequeño cráneo fracturado y algunos huesos de proporciones delicadas, lo que hacían suponer que se trataba de una niña de doce o trece años de edad.
Se estaba por tanto en presencia de una virgen-mártir (a raíz de la inscripción).

La tumba se cerró, se sigiló con tres sellos y se sacó el sarcófago a la luz del día en una caja de madera revestida de cera, y llevadas a Roma, para ser guardadas en la Custodia General, hasta que el Papa diera permiso para exponerlas a la veneración de los fieles.
Afuera, una multitud esperaba; ya en presencia de muchos curiosos, se reabrió la caja y recomenzó el proceso verbal redactándose el documento que fue leído en voz alta y firmado por los testigos del caso. Luego de ser sellados nuevamente por el obispo, los restos fueron depositados en un relicario y colocados en cinco envoltorios diversos:
el frasco con la sangre, la cabeza de la santa y tres paquetes con fragmentos de huesos unidos con las cenizas de la carne. Esta caja fue llevada a la custodia general, esperando las órdenes del Papa.


FILOMENA REVELA SU VIDA A UNA RELIGIOSA
La fuente principal que nos permite conocer mejor a Santa Filomena, se la debemos a una religiosa de Nápoles, llamada sor María Luisa de Jesús, de la Orden Tercera de Santo Domingo y Fundadora de las Oblatas de Nuestra Señora de los Dolores.
Esta religiosa de 34 años, tenía una gran devoción a Santa Filomena, y había puesto bajo su protección el Instituto que había fundado para la educación cristiana de las niñas pobres.
En diversas ocasiones, Santa Filomena le había dado muestras sensibles de su protección, librándola de algunas penosas tentaciones de desconfianza y de impureza, con que el Señor la había querido probar y purificar.
El 3 de agosto de 1832 la Madre María Luisa estaba arrodillada delante de la estatua de Santa Filomena, haciendo su acción de gracias después de la Comunión; de repente, sintió un gran deseo de conocer el verdadero día de su martirio, porque el 10 de agosto, en que se celebraba a esta Santa, no era sino el día en que trasladaron sus reliquias a Mugnano, donde son conservadas y veneradas.
De repente se sintió movida a cerrar sus ojos y oyó una suave y graciosa voz que venía de la imagen, que le decía:

“Querida hermana, el 10 de agosto fue el día de mi descanso, mi triunfo, mi nacimiento en el Cielo, mi entrada en la posesión de tales bienes celestiales, que la mente humana no puede siquiera imaginar.
Es por eso que mi celestial Esposo dispuso que mi llegada a Mugnano se realizara en la misma fecha en que yo entré en el cielo, y lo había dispuesto todo para que esta llegada fuera gloriosa y triunfante.
Toda la gente estaba alborotada, aún cuando el sacerdote que me llevó, había determinado que mi traslado debía realizarse a su propia casa el día 5 de agosto.
Mi Omnipotente Esposo lo impidió con tantos obstáculos, que el sacerdote, aunque hizo todo lo posible para llevar a cabo su plan, no pudo hacerlo. Mi traslado fue hecho el día 10, aniversario de mi fiesta en el Cielo“.

Cuando la Madre María Luisa tomó conciencia del acontecimiento, se llenó de estupor, porque pensaba que había caído en una ilusión.
Su primera reacción fue ir a ver a su director espiritual y contarle en Confesión todo lo que le había ocurrido.
Conociéndola como una persona equilibrada y llena de sabiduría, su confesor escribió a don Francesco, párroco de Mugnano, para averiguar la autenticidad de los hechos.
A pesar de que habían pasado 26 años, el sacerdote recordaba perfectamente los obstáculos que había encontrado para traer rápidamente, según sus deseos, las reliquias desde Roma; estos atrasos permitieron providencialmente que la entronización se hiciera solamente el día 10 de agosto, fecha de su triunfo en el martirio.
Estas informaciones, dieron confianza al confesor, y le pidió a la religiosa que preguntara a Santa Filomena mayores detalles sobre su vida y martirio.
La Madre obedeció, se acercó a la imagen de Santa Filomena, le rogó que le perdonara su atrevimiento e indignidad y le pidió con toda humildad que le revelara algo de su vida y martirio, según se lo había solicitado su confesor.

Un día, mientras la hermanita estaba orando en su celda, sintió, como la primera vez, la necesidad de cerrar los ojos.
En seguida escuchó la misma suave voz de Filomena, quien, respondiendo a su deseo, le contó su historia:
“Yo soy hija del rey de un pequeño Estado de Grecia. Mi madre también era de sangre real.
No pudiendo tener hijos, mis padres continuamente ofrecían sacrificios y oraciones a los falsos dioses para obtener un niño“.
“Nosotros teníamos en nuestra familia a un doctor llamado Publius, que era cristiano.
El se compadeció de la ceguera de mis padres, y especialmente tuvo compasión de mi madre por su infertilidad.
Inspirado por el Espíritu Santo habló a mis padres de nuestra Fe, y les hizo esta promesa:
“Si ustedes quieren un niño, bautícense y abracen la religión de Jesucristo”.
La Gracia acompañó sus palabras, sus mentes fueron iluminadas y sus corazones ablandados. Aceptaron y siguieron el consejo de Publius.
Fueron instruidos durante un tiempo y bautizados junto con varios de sus cortesanos”.

“Al año siguiente – 10 de enero para ser exacta- yo nací y fui llamada Lumina, porque había sido concebida y nacida a la Luz de la Fe, de la cual mis padres eran ahora verdaderos devotos.
Cariñosamente me llamaban Filomena, o sea, Hija de la Luz, de esa Luz de Cristo que habita en mi alma por la gracia que recibí en el Bautismo.
Debido a mi nacimiento muchas familias en el Reino llegaron a ser cristianas. Yo crecí en la enseñanza del Evangelio, que se grababa profundamente en mi corazón”.
“Cuando yo tenía sólo cinco años, recibí por primera vez a Jesucristo en la Santa Eucaristía; y ese día, fue sembrando en mi corazón del deseo de estar unida para siempre a mi Redentor, Esposo de las vírgenes.
A los once años me consagré a Él por voto solemne”.
“Llegó el año trece de mi vida. La paz de Cristo que, hasta ese día, había reinado en la casa y en el Reino de mi padre, fue perturbada por el orgulloso y poderoso emperador, Dioclesiano quien, injustamente, nos declaró la guerra.
Mi padre, comprendiendo que no podía enfrentarse a Dioclesiano, decidió ir a Roma a hacer un pacto de paz con él”.
“Era tan grande la tierna afección que mi padre tenía por mí, que no podía vivir sin tenerme a su lado.
Es así que me llevó con él a Roma. Y mi madre, que no quiso dejarnos solos, nos acompañó.
“Habiendo llegado a Roma, mi padre pidió audiencia con el Emperador, y el día señalado, quiso que mi madre y yo lo acompañáramos al Palacio de los Césares”.

“Introducidos en presencia del Emperador, mientras mi padre defendía su causa y denunciaba la injusticia de la guerra con que lo estaba amenazando, el Emperador no dejaba de mirarme”.
“Finalmente Dioclesiano, interrumpió a mi padre, y le dijo con benevolencia:”
No te angusties más. Tu ansiedad está por terminarse… Consuélate. Tú tendrás toda la fuerza Imperial para tu protección y la de tu Estado, si aceptas una sola condición: darme a tu hija Filomena, como esposa”.
“En seguida, mis padres aceptaron su condición… Yo no dije nada, pues no convenía oponerme a mi padre frente al Emperador… pero en mi interior, dialogando con mi Esposo Jesús, estaba firmemente decidida en permanecer fiel, a cualquier precio”.
“Muy contentos mis padres pensaron que todo estaba solucionado…
Pero al salir del Palacio de los Césares, con respeto, dije a mis padres, que no aceptaba la proposición de Dioclesiano, por más grandioso que se presentara mi futuro…
Ellos trataron de convencerme de mil maneras… insistiendo sobre la suerte que tenía de llegar a ser Emperatriz de los Romanos”.


“Sin vacilar ni un solo momento, yo rechacé la tentadora propuesta, diciéndoles que estaba comprometida con Jesucristo y que me había desposado con Él, haciendo un voto solemne de virginidad, cuando tenía once años”.
“Mi padre trató de persuadirme, diciéndome que como niña e hija, yo no tenía derecho de disponer de mí misma… y usó de toda su autoridad para hacerme aceptar la propuesta.
Pero, mi Divino Esposo me dio la fortaleza para perseverar en mi resolución”.
“Al ver que no cedía, mi madre recurrió a las caricias… rogándome tener piedad de mi padre… de ella… de mi país…
Yo le contesté, con una firmeza que me sorprendía:
“Dios es mi padre y el Cielo es mi patria”.
“Mis padres fueron incapaces de doblegarme, incluso con tremendas amenazas.
Frente a mi voluntad, estaban desarmados… Y lo que más les preocupaba, era que mi negación podía ser tomada por el Emperador como un mero pretexto de mala fe y la excusa de un embaucador.
Cuando mi padre tuvo que informar al Emperador de mi decisión, Dioclesiano ordenó que fuera llevada a su presencia”.
“Pero yo no quería ir… Cuando me vieron tan decidida en mi resolución, mis padres se arrojaron a mis pies y me imploraron aceptar y hacer lo que ellos deseaban, diciéndome:
“¡Hija, ten piedad de nosotros! ¡Ten piedad de tu país y de tu reino!.
Yo repliqué: “Dios y la Virgen primero. Mi reino y mi país es el Cielo”.


“Finalmente frente a tanta presión, decidí presentarme
frente al tirano, pensando que era necesario dar testimonio de Jesús”.
“Dioclesiano primero me recibió con mucha bondad y honor para hacerme acceder a sus requerimientos, y renunciar a mi decisión, pero no obtuvo nada de mí.
Viéndome absolutamente firme y sin temor frente a su poder imperial, perdiendo su paciencia y toda esperanza de conseguir su deseo, comenzó a amenazarme.
Pero, no pudo vencerme, ya que el espíritu de Jesús me daba fortaleza.
Entonces, en un acceso de furia, bramando como un demonio, lanzó esta amenaza:
-¡Si tú no me tienes como amante, me tendrás como un tirano!”.
-¡No me preocupa como amante, ni le temo como tirano!”- le repliqué.
El Emperador, visiblemente furioso, ordenó que me encerraran en un calabozo, frío y oscuro, bajo la guardia del Palacio Imperial.
“Fui encadenada de pies y manos, y me daban de comer solo pan y agua, una vez al día.
Pensando que, con este régimen severo y duro, yo cambiaría de idea, Dioclesiano venía diariamente a renovar su oferta.
Pero yo no estaba sola, mi celestial Esposo cuidaba de mí, y nunca cesé de encomendarme a El y a su purísima Madre”

“Hacía treinta y siete días que vivía con este régimen, cuando la Santísima Virgen se me apareció, rodeada por la Luz del Paraíso, con el Niño Jesús en sus brazos, y me habló así:
“Hija, ánimo, permanecerás tres días más en este calabozo, y en la mañana del día 40 de tu encarcelamiento, dejarás este lugar de pesares”.
“Con estas palabras, yo me llené de alegría… pero entonces, la Virgen continuó hablándome:
“Cuando dejes esta celda, serás expuesta a una gran lucha, de atroces tormentos, por el amor de mi Hijo”.
“Inmediatamente me estremecí y me vi a mí misma en la angustia de muerte, pero la celestial Reina me dio coraje, diciéndome así:
“Hija mía, te quiero muchísimo, ya que llevas el nombre de mi Hijo. Te llaman Lumina, y mi Hijo es llamado Luz, Sol, Estrella; y a mí me llaman Aurora, Estrella, Luna.

Yo seré tu Auxiliadora.
Ahora, es la hora de la debilidad humana que te humilla, que te atemoriza, pero vendrá de lo alto la gracia de la fortaleza, la que te asistirá, y tendrás a tu lado a un Angel que te cuidará, la protección del Arcángel San Gabriel, cuyo nombre significa “Fortaleza de Dios”.
Este Arcángel fue mi protección en la tierra, y yo te lo enviaré para que te ayude, porque tú eres mi hija, la más querida hija entre todas mis hijas.
Gabriel te asistirá, y con él saldrás victoriosa”.
“Estas palabras reavivaron mi ánimo y coraje. la visión desapareció, dejando impregnado de fragancia mi prisión, y me consoló”.
24» Azotada, sanada por dos ángeles
“Al cabo de este tiempo, Dioclesiano empezó a ponerse nervioso, esperando mi decisión.

Cuando pasaron los cuarenta días, tal como me lo había anunciado la Santísima Virgen, el tirano me hizo sacar de la prisión, resolvió torturarme y amenazarme para que retractara al voto de virginidad que había hecho a mi Esposo.
Luego, en presencia de muchos de sus hombres de armas y otros oficiales del Palacio me hizo atar a una columna para ser azotada cruelmente, diciendo:

“Después que esta niña cualquiera, rehusó obstinadamente a un Emperador, por amor a un malhechor, que como todos saben, fue condenado a muerte en la cruz por sus propios compatriotas, ella merece ser tratada como Él, por mi justicia”.
“Al ver mi cuerpo ensangrentado y cubierto de heridas, y que la vida se me iba, ordenó me llevaran de vuelta a prisión a morir.

Tirada en el suelo, y con el cuerpo ardiendo en fiebre, yo esperaba la muerte.

Entonces, dos ángeles se me aparecieron, y con un aceite precioso, ungieron mi cuerpo malherido y me sanaron”.

Al día siguiente, el Emperador ordenó que la doncella compareciese en su presencia; Filomena heróica y sonriente, apareció tranquila ante el tirano.
Cuando el Emperador vio que habían desaparecido todas las huellas de los azotes, quedó pasmado.
Al verla en perfecta salud y con la belleza que lo había obsesionado, trató de hacerle creer que debía este favor a Júpiter, su falso dios, que la había curado porque su destino era ser la esposa del Emperador.
Le habló en estos términos:
-“Tu juventud y hermosura me inspiran lástima; Júpiter es clemente contigo; renuncia a tus pasados errores y ven a compartir conmigo el solio real”.
-“Nunca, nunca -contestó Filomena- Mi Dios quiere que sólo a Él le pertenezca”.
-“Te arrepentirás”.
–“Conquistaré las bendiciones del Cielo con los tormentos de la tierra”.
–“Morirás hoy mismo”.
–“Reviviré a eterna vida, en el seno de Dios”.
–“Pero, ¿te olvidas de tus padres, desdichada?”, prorrumpe al fin el tirano, no sabiendo cómo vencer tan firme resistencia.
La joven vaciló un momento, pensando en aquellos pobres ancianos cargados de años y de pesadumbres.
El recuerdo de los días felices vividos con sus padres la sobrecogió un instante, sólo un instante, por la Gracia de Dios, recuperó su serenidad y contestó con voz tranquila:
–“Dios les dará consuelo y resignación; yo muero contenta, fiel al celestial Esposo, que mi corazón ha elegido”.
–“¡Calla, calla, no blasfemes! Sacrifica a los dioses y quedas perdonada”.
Entonces el Emperador, cogió de la mano a la cristiana y la condujo frente a la estatua de Júpiter, pero ella se cubrió la cara para no ver al ídolo, diciéndole:
– “Es inútil, yo sólo rindo culto a mi Dios; sus falsos dioses no tardarán en caer de los altares”.
Estas palabras provocaron un tumulto entre los presentes, el Emperador lívido de cólera, sin comprender cómo podía soportar tantas pruebas y sufrimientos, soltó la mano de la joven y volviéndose a sus servidores ordenó en voz breve y severa que atada a una ancla de hierro al cuello, fuese tirada al río Tiber.

“Arrastrada por la corriente y creyendo morir, abracé mi ancla como Jesús abrazó su Cruz.
Pero Jesús; mostrando su omnipotencia, para la confusión del tirano y de los idólatras, mandó de nuevo a sus ángeles, para que rompieran la cuerda amarrada a mi cuello”.
“El ancla cayó en las profundidades del Tíber, donde aún permanece cubierta de lodo.
Sostenida por las alas de un ángel, fui llevada a la orilla, sin que una gota de agua me hubiera mojado.
Cuando la gente me vió así, en seguridad y perfectamente seca, esparcieron la noticia y muchos se convirtieron en la Fe”.

“El tirano, furioso y desesperado, gritó que todo era magia y hechicería, y más obstinado que el Faraón con Moisés, ordenó que fuera atravesada por flechas y arrastrada por todas las calles de Roma.
Pero cuando me vio atravesada con las saetas, desfalleciendo y muriendo, me lanzó cruelmente a prisión, para que muriera desamparada y sin ningún auxilio”.
“A la mañana siguiente, esperando encontrarme sin vida, ya que me había visto en pésimo estado, quedó estupefacto al encontrarme sonrosada y alabando a Dios con salmos y cantos, como si nada hubiera ocurrido.
En la noche, el Dios Todopoderoso me había dado un dulce sueño, y había mandado a un ángel, para que sanara mi cuerpo, untándolo con un fragante unguento, no dejando ninguna huella de las heridas”.
“Por el mucho amor que tenía a Jesús, había deseado tener mil vidas para ofrecérselas… una sola vida me parecía poco… y estaba feliz de sufrir en unión con Él.
Por eso fui preservada tantas veces de la muerte, y sufrí varias torturas”.

“Esta vez, el Emperador sintiéndose burlado e impotente, entró en tal furia, que ordenó me dispararán con flechas hasta que muriera.
Los arqueros doblaron sus arcos, pero las flechas no podían moverse.
El tirano me maldijo, acusándome de ser una bruja.

Pensando que con el fuego, la hechicería sería neutralizada, ordenó que las flechas fueran calentadas al rojo vivo en la caldera.
De nuevo, mi Esposo me salvó de este tormento. Tuve un rapto de éxtasis. Las flechas que iban hacia mi cuerpo se devolvieron hacia los arqueros, y seis de ellos fueron atravesados y murieron”.

“A la vista de este nuevo milagro, muchos se convirtieron, y la gente empezó a cambiar de vida y tomar el camino de la Fe en Jesucristo.
Temiendo serias consecuencias, el tirano ordenó que fuera decapitada sin más demora”.
“Es Así como mi alma voló al Cielo, para recibir de mi Esposo Jesús la corona de la virginidad que para preservarla me había costado sufrir varios martirios.
Esto ocurrió el 10 de agosto, era un viernes, a las tres y media de la tarde.
Por lo tanto como ya te lo he contado, el Altísimo quiso que mi traslado a Mugnano se realizara en este día, con tantas señales de la ayuda del Cielo, que Él quería que fueran conocidas de ahora en adelante”.

La segunda revelación fue hecha a un santo sacerdote, que tenía gran devoción a la santa y hablaba mucho de ella, lo que le valió preciosas y extraordinarias gracias.
Este sacerdote era muy versado en la Sagrada Teología y en la música cristiana, por lo que es de gran valor su testimonio.
He aquí lo que escribe: “Paseándome un día por el campo, y repasando las maravillas que oía contar de la gran Santa, vi venir hacia mí, una joven desconocida que me dirigió estas palabras:
“¿Es cierto que usted ha colocado en su Iglesia un cuadro de Santa Filomena?”
-“Es cierto -le respondí- no la han engañado”.
-“Pero ¿qué sabe usted de esta Santa?” -me preguntó.
-“Bien poco, pues hasta hoy no hemos podido averiguar de su historia, sino sólo de los símbolos estampados en la lápida de su sepulcro”.
-“Y nada más saben”. -“Nada”.
-“Oh, hay tanto que saber de esa Santa, que cuando el mundo lo entienda, no acabará de asombrarse.
¿Usted sabe al menos la causa de su persecución y martirio?” -“Lo ignoro”.
– “Pues bien, yo le diré que fue martirizada por haberse negado a dar su mano a Dioclesiano, ya que tenía consagrada su virginidad a Jesucristo”.
– “Y usted ¿está segura? – le repliqué, lleno de alegría al oír esta noticia que tanto deseaba saber-
¿Está bien segura de lo que acaba de decirme?”
– “Más no lo puedo estar”, me contestó la joven.
– “Pero ¿dónde, en qué libro usted ha leído esto?
– “¿En qué libro? -me replicó con un tono de sorpresa y gravedad- ¿Y usted me hace a mí esta pregunta? ¿A mí?
Usted me puede creer - agregó- ¡Sí créame!” -y diciendo esto desapareció”.
Puede notarse aquí, que esa joven desconocida y que el sacerdote comprendió después que era la Santa, habla de Dioclesiano que le ofreció matrimonio, de lo que se puede deducir que el martirio ocurrió cuando ya el tirano estaba viudo de su esposa, Santa Serena, a quién condenó a morir, junto con su hija, por haberse hecho cristianas.
El Emperador se hallaba entonces en Roma, en donde condenó a muerte a ilustres mártires, entre otros a San Sebastián, lo que sirve para determinar la época del martirio de la Santa, en el año 303.
– La historia no habla de Santa Serena, pero sí de la emperatriz Prisca y de la hija Valeria; las dos se habían hecho cristianas.

Se trata de un piadoso devoto de nuestra Santa.
Un día, que pedía de rodillas, al Señor que diera a conocer al mundo los méritos y la gloria de su sierva, se le presentaron todas las escenas del martirio de la Santa, de manera tan viva, como si las hubiera presenciado.
Dice:
“Yo vi al Emperador Dioclesiano devorando de pasión por ella, condenándola a muchos tormentos, adulándola para conseguir que se rindiera a sus deseos.
Mas, viendo que nada podía ablandar su firme voluntad, cayó en una especie de demencia, porque no lograba poseerla”.
El artesano cuenta, entonces, todos los tormentos con que la hizo sufrir Dioclesiano.
Luego continúa:
“Después de haberla hecho pasar por todas estas diversas torturas, el tirano la hizo decapitar; mas, apenas se ejecutó la sentencia, se apoderó de él la rabia y exclamaba:
– “¿Cómo?, ¡Filomena no será jamás mía! ¡Hasta el último suspiro ha sido rebelde a mi voluntad!”


RELIQUIAS DE SANTA FILOMENA
Las reliquias de Filomena, permanecieron desde 1802 en la Custodia General, hasta que en 1805, fueron llevadas a Mugnano, pequeña ciudad de la Diócesis de Nápoles.
El Padre Francesco di Lucía, que atendía la parroquia de Mugnano, fue invitado a acompañar a Roma al Padre Cesareo, para ser consagrado obispo. La relación de Don Francisco de Lucia
Sacerdote de Nola, en la región de Nápoles. En 1805, se declara poseedor de las reliquias.

El Padre Francesco se alegró mucho por la invitación de su amigo, ya que tenía la esperanza de conseguir , las reliquias de una virgen mártir conocida, que le ayudara a convertir su parroquia, hasta ahora muy reacia.
Llegando a Roma, obtuvo pronto audiencia con el Monseñor Ponzetti, y le expuso su deseo.
Este, lo llevó donde estaban las reliquias, y le dijo que escogiera, entre las trece que se encontraban guardadas ahí.
Don Francesco investigó entre las reliquias de estos mártires. Sólo tres eran conocidos: una eran las de un niño, la segunda las de un adulto, y la tercera las de Filomena.
Cuando se detuvo delante de la caja que contenía los restos de Filomena, se llenó de gozo, como si la pequeña mártir le hiciera señas… y pensó que era, indudablemente, la intercesora que necesitaba. El Obispo Guardián prometió entregarle dichas reliquias…
Pero En lugar de remitírselas, el oficial se acercó a él y le dijo, que por ser tan pocos los cuerpos de mártires conocidos debían ser guardados para Iglesias o Diócesis especiales.
Grande fue su desaliento y tristeza… A ello agregó el calor sofocante de Roma… Con todo esto, Don Francesco perdió el sueño y el apetito. Y enfermó.
Al verlo así y para confortarlo, un amigo le ofreció las reliquias de un mártir desconocido. Pero él le dijo: ”Será Filomena o nadie… ya que solo ella podrá convertir a mi Parroquia”.

Una noche, el Padre Francesco, se encontró ardiendo en fiebre y tan cansado, que prometió solemnemente a Filomena que si ella lo sanaba, sería la Patrona de Mugnano.De forma sorprendente la fiebre lo dejó enseguida, y entró en un refrescante sueño.
La mañana siguiente, despertó en perfecta salud.
Muy decidido a lograr su objetivo se dirigió a su amigo, el Padre Cesareo, recién consagrado Obispo, y le pidió que usara su influencia para conseguir las reliquias deseadas.
Cuando Monseñor Cesareo escuchó la historia, estuvo de acuerdo en que la santita parecía querer irse a Mugnano. Se sumó, pues, a la petición de Don Francesco y esta vez el Guardián accedió a su petición. Extraordinaria fue la alegría que experimentó el Padre Francesco, cuando recibió la noticia. Llenos de gozo, el buen Obispo y Don Francesco tomaron posesión del precioso cofre, decididos a llevar a Filomena a Nápoles.

Entre muchas oraciones y honores, dispusieron, sin demora, que el cofre fuera puesto en el asiento de enfrente del carro episcopal.
Filomena había dado dos pequeñas y dulces pruebas de que quería ir a Mugnano. Era como si mostrara signos de haber despertado de su sueño de diecisiete siglos y medio.
Después de su largo silencio, ella estaba lista para volver a trabajar en este problemático mundo, empezando con nuevos milagros desde Mugnano.
En el último momento se le ocurrió a un servidor desplazar el cofre y, para mayor seguridad, amarrarlo debajo del asiento del Obispo.
Este subió, se sentó y , repentinamente, se levantó enojado, retando al sirviente, porque el equipaje mal amarrado se había deslizado hacia adelante y había golpeado su pierna. A pesar de los cuidados del sirviente, el incidente se repitió dos veces más.
Dijo el Obispo”¿Qué cosa has puesto allí y cómo la has puesto? ¡Si esta fuera mi valija, yo preferiría llevarla sobre mis rodillas todo el camino, que verme golpeado constantemente por ella! ¡Sácala fuera!”. Era la pequeña caja conteniendo las reliquias.
Al ver el Obispo que el hombre tenía dificultad para desplazar el cofre le dijo:
“¿Tú sabes que es esto? Es la caja de unas reliquias. ¿No dije, acaso, que esto debe ser puesto cuidadosamente en el asiento de enfrente…?”
Cuando el coche estaba viajando sobre el camino empedrado, el Obispo recordando lo sucedido, comenzó a recapacitar, y se dio cuenta que los golpes no eran de una caja, sino de Filomena que había golpeado sus episcopales piernas. El buen Obispo napolitano comprendió todo.
Descubriendo su cabeza, se arrodilló en el coche y, humildemente, besó la caja de las reliquias pidiendo el perdón de Filomena.
El viaje comenzó y continuó como una peregrinación, yendo Filomena delante de ellos. Llegaron a Nápoles al día siguiente.

El Cordón de Santa Filomena
Lo usan los enfermos y es una protección contra accidentes y toda clase de males. Aquellos que sufren de pruebas temporales, o tentaciones espirituales, han encontrado que es una ayuda maravillosa. Se recomienda especialmente que los niños reciban el Cordón, ya que es una protección maravillosa en los muchos percances que los amenazan.
Pero el Cordón se usa especialmente como salvaguarda de la virtud de la castidad. Santa Filomena es considerada como una poderosa protectora de esta virtud.
Los propósitos de esta devoción son:
1. Obtener, a través de la intercesión de Santa Filomena, los medios adecuados para conservar la pureza, de conformidad con nuestra propia situación;
2. Combatir la creciente incredulidad y reforzarse en el espíritu de nuestra fe;
3. Profesar un amor especial por Santa Filomena y merecer su protección contra la enfermedad del cuerpo y el alma.

Cada sacerdote tiene la facultad de bendecir el Cordón de Santa Filomena de acuerdo con la fórmula del Ritual Romano. Muchos fieles seguidores de Santa Filomena prefieren que se bendiga el cordón en las iglesias donde se observa una devoción especial a Santa Filomena y que se bendiga después de haber tocado una reliquia de la santa. Cuando el cordón está desgastado y es reemplazado, el nuevo cordón también debe ser bendecido.

Indulgencias plenarias del cordón de Santa Filomena
1. El día en que se usa el cordón por primera vez.
2. El 25 de mayo, aniversario de la apertura de la tumba de Santa Filomena en las Catacumbas de Santa Priscila.
3. El 11 de agosto, su propia fiesta.
4. El 15 de diciembre, aniversario de la aprobación de la cuerda por la Santa Sede.
5. En el momento de la muerte, en condiciones normales. Con la excepción de la última, es necesario para obtener las indulgencias anteriores: confesarse, recibir la Sagrada Comunión, hacer una visita a alguna iglesia y rezar por las intenciones del Soberano Pontífice.

La sangre de Santa Filomena
Antiguamente, los primeros cristianos admiraban la valentía de aquellos que morían por su fe y por ello acostumbraban a marcar la losa con el signo de una palma y colocaban al lado un frasquito en el que introducían la sangre del correspondiente mártir.
Un obrero entonces, provisto de una herramienta afilada, pinchó el yeso cobertor en una de las extremidades del lóculo y se las arregló para llegar hasta un recipiente que contenía partículas de sangre seca. Allí se dio el primer milagro testimoniado en el proceso verbal que se repetirá varias veces: las partículas de sangre coaguladas que surgían de la ruptura del frasco, al desparramarse, se convirtieron en pequeñas partículas brillantes que reproducían en su totalidad el color del arco iris.(Hasta el presente se puede apreciar que en algunos momentos de gracia estas partículas cambian de color).

El aceite de Santa Filomena
(De la lámpara que esta encendida frente a las reliquias de Santa Filomena). En el libro las Rosas de Santa Filomena de St. Elizabeth Seton consta que una mujer recobró la vista, después de tres años de sufrir una enfermedad en sus ojos que le causaba tanto dolor que no podía ni comer, ni dormir.
¿Cómo se originó esta devoción? Sucedió así:
En la octava de la traslación del Relicario de Santa Filomena a Mugnano, una mujer de Avella llena de fe en Dios, metió su dedo en el aceite de la lámpara que estaba encendida delante del altar de la santa, y ungió los ojos de su niño ciego. Inmediatamente el niño recobró la vista, ante el asombro de todos los que se encontraban presentes.


LA PRIMERA IMAGEN DE LA SANTA
Las reliquias fueron depositadas en una capilla privada de un rico y conocido publicista, don Antonio Terres.
Ahí se modeló, a la manera napolitana, una figura de papel maché representando a la Santa.
El resultado era desilusionante. Una mano sostenía una lila artificial y una hoja de palma, mientras la otra sostenía una flecha apuntando hacia el corazón de Filomena. Mientras se vestía la imagen, la fragancia de los más dulces perfumes llenó la casa de doña Angela, esposa del señor Terres.
Antes de emprender nuevamente el viaje y dejar la casa de los Terres, Filomena sanó a su empleada, de una enfermedad incurable que padecía desde hacía doce años.
Durante los tres días en los cuales las reliquias fueron expuestas en la Iglesia de San Angelo, Filomena no hizo ningún milagro.
Los sacerdotes de aquel lugar confesaron a don Francesco haber determinado, que si ella obraba cualquier milagro, no la dejarían partir de ningún modo.
Con eso don Francesco se convenció que Filomena quería estar en Mugnano y solamente ahí empezaría su trabajo.
El nueve de agosto se pusieron nuevamente en marcha, y al llegar a Cimitile, cerca de Nola, donde miles de cristianos habían sido martirizados por los emperadores romanos, la caja se puso tan pesada que parecía de plomo, imposible de llevar ; tuvieron que dejarla en el suelo.
Aunque hecha solo de madera, al golpear en la tierra dio un ruido metálico, como de bronce, sonido que se extendió en todo el lugar.
Era como el saludo de Filomena a aquellos, que como ella, habían dado su vida por Cristo.

El 10 de Agosto, nuevamente la caja se puso tan liviana como una pluma.
Cuando don Francesco entró en el distrito de Mugnano, con el ambiente del sofocante calor del verano napolitano, Filomena dio un saludo mediante una refrescante y abundante lluvia.
Al llegar a la ciudad, fueron saludados no solo por los pobladores, sino también por grupos de aldeanos de los alrededores y por niños que ondeaban ramas de olivos.
Todos bailaban, lanzando sus sombreros y pañuelos en el aire y gritando “¡Viva la Santa! ¡Viva la Santa!”
Mientras la procesión del clero, que iba a escoltar a Filomena a la parroquia, se estaba formando afuera, la vista de la imagen de la Santa llenó los corazones con una alegría celestial.
Muchos lloraban fuertemente, mientras otros, en jubilosos excesos exclamaban: “¡Oh, Paraíso! ¡Oh, Paraíso! ¡Oh, los maravillosos consuelos de Dios!”.


EMPEZÓ UNA LLUVIA DE MILAGROS
Al momento en que iban entrando las reliquias de la Santa en la Iglesia de Nuestra Señora de la Gracia, una señora de la nobleza quien padecía de úlceras cancerosas y que estaba programada a la amputación de una pierna, se alivió completamente ese mismo día, esta curación está inscrita en el registro de milagros de esta iglesia.
Posiblemente la más milagrosa intercesión de la Santa fue que precisamente cuando se echaron a vuelo las campanas de la iglesia para indicar la entrada de las reliquias, el paralítico del pueblo de nombre Angelo Bianchi, fue curado inmediatamente entrando por su propio pie a la iglesia gritando que había sido curado al oír repicar las campanas, atrayendo hacia él las miradas sorprendidas de los feligreses reunidos para la celebración.
La santas reliquias fueron expuestas a la veneración del público en el altar mayor de la Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias.
Y empezó una serie ininterrumpida de milagros asombrosos, que dieron a entender a aquellos felices habitantes que, con los preciosos restos de Santa Filomena habían adquirido una prodigiosa protectora, que sembraba por todas partes consuelo, sanaciones y alegría.
Desde entonces, su devoción se extendió por toda la cristianidad.

Los milagros realizados en Mugnano, podrían llenar páginas y páginas; la misma imagen, realizada a prisa, en Nápoles, en la casa del Señor Terres, se había transformado completamente, sin que interviniera mano alguna.
Los peregrinos la miraban y no podían explicarse el atractivo de esta figura.
Muchos fueron testigos de que Filomena abría y cerraba sus ojos cuando ellos se arrodillaban delante del altar, a orar ante ella.
Mariana Masucci, se negó a creer tal cosa, diciendo: “Si ella muestra esas maravillas a otros, por qué no a mí”.
En ese momento Filomena abrió sus ojos, miró severamente a Mariana y los cerró nuevamente.

***La gran mística y vidente, la Beata Ana María Taigi, la ama de casa a quien incluso los Cardenales debían esperar a ser atendidos hasta que terminara de dar de comer a su esposo y familia, venían a verla por sus dones de profecía, era una gran devota de Santa Filomena y diariamente la rezaba.
Un poco antes de su muerte cuando su nieta Pipina se desprendió la pupila concluyendo los doctores que era incurable, la Beata Ana María mojó su dedo en el aceite de las lámparas que alumbran las reliquias de Santa Filomena y se lo aplicó al ojo herido de su nieta, quedando instantáneamente curada.

***Igualmente una madre utilizó el aceite de las lámparas para aplicárselo a los ojos de una niña ciega, quedando curada al día siguiente. Esto convirtió a Santa Filomena en una intercesora muy popular, por lo que llevó al Obispo Di Cesare a enviar por toda Italia como reliquia, el polvo de los huesos de Santa Filomena, sin embargo, por más que lo enviaba, éste no se agotaba, sorprendiendo sobremanera al Obispo, y reportó este hecho al Vaticano, a la Congregación de los Ritos, mismo que realizaron una prueba enviando al mismo tiempo el polvo de los huesos de otro santo.
Después de un tiempo, el polvo del otro santo se terminó, pero el de Santa Filomena, lejos de disminuir, al contrario, aumentó.
Este milagro ocurrió precisamente ante la mirada de obispos y cardenales en el mismísimo Vaticano reconocido y pregonado por la Congregación de los Ritos.
***Paulina Jaricot, una misionera laica
En medio de los incontables milagros de Santa Filomena, fundadora de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe.
Paulina nació en Lyon (Francia), en 1799. Era la última de una familia de ocho hijos. Sus padres eran dueños de una empresa dedicada a la fabricación de seda. Pertenecían a la alta sociedad de Lyon.
De pequeña, Paulina se relaciona de muy buena gana con este ambiente burgués. Luciendo vestidos de moda, de baile en baile, nada parece indicar lo que sería su vida.
“Me decían que era guapa, y había que estar muerta para permanecer insensible a los halagos y zalamerías de los jóvenes que me rodeaban”, escribe Paulina.
A los 17 años, asiste al primer domingo de Cuaresma, vistiendo una elegante tenida de tafetán azul claro, almidonado, ricamente bordado en blanco, un sombrero de paja de Italia, adornado con rosas y llevando sus cabellos completamente rizados.
Escuchando las palabras del sacerdote, que predica sobre las “ilusiones de la vanidad”, Paulina se reconoce en la imagen que dibuja el predicador. De inmediato rompe con sus hábitos de lujo y riqueza.

Una voz le dice con fuerza que no debe ser religiosa; se mantiene laica, pero muy comprometida con la iglesia y los pobres.
Con una sencillez admirable, inicia en 1818, la colecta de la “chaucha semanal” pidiéndole a los obreros de Lyon que donaran un centavo a la semana para las misiones, que daría a la iglesia la base económica de las misiones del siglo XIX, llegando a ser la fundadora de la Asociación por la Propagación de la Fe.
Una enfermedad la obligó a suspender sus actividades y aprovechó para escribir el tratado: “El Infinito Amor de la Divina Eucaristía”.
Concibió también la idea del Rosario Viviente, que reunió rápidamente doscientos mil miembros.
En 1832, se enfermó de gravedad, tanto es así, que la creyeron a las puertas de la muerte. Es en estas circunstancias que algunos hermanos de la Orden de San Juan de Dios, recorriendo el país para recolectar donaciones en beneficio de los incurables, enfermos mentales y epilépticos pobres, llaman a la puerta de los Jaricot, que eran conocidos por su generosidad.
Al informarse de la grave enfermedad de la hija menor de esta familia, los hermanos invitan a los padres a confiar y pedir su sanación a Santa Filomena, que obra tantas maravillas.
Al oír eso, Paulina comenzó enseguida una novena a Santa Filomena… y su salud mejoró inmediatamente. Ya podía sentarse, dar algunos pasos, escribir…Pero, poco después, tuvo una recaída, y los doctores advirtieron a los padres, que podría morir en cualquier momento.
El último deseo de la enferma era ir con su familia a Mugnano, donde se veneraban las reliquias de la Santa.

Después de mucha oración, Paulina consultó con su médico sobre la posibilidad de una peregrinación. El doctor pensó que el sufrimiento había afectado su mente… Pero ella quería una respuesta enseguida…El doctor le contestó: “No hemos podido hacer nada para sanar su enfermedad- y dirigiéndose a sus familiares les dijo – Déjenla hacer la peregrinación… no irá lejos. Es demasiado para ella”.
Es así como Paulina, acompañada de su capellán, una sirvienta y una amiga, emprendió su viaje, tendida en una camilla.

Pálida, casi moribunda, llegó a Paray-le Monial. Pasó todo el día en la capilla de la Visitación, donde Jesús había revelado los secretos de su Sagrado Corazón a una humilde religiosa de la Visitación.
Terminada la peregrinación, anunció a sus acompañantes que quería seguir a Roma, para recibir la bendición del Santo Padre y su aprobación para El Rosario Viviente. Emprendieron, pues, la segunda etapa del viaje.
Cuando se acercaron a los Alpes, donde debían pasar la frontera, tanto era su agotamiento, que parecía que iba a morir. Pero ¡no…!
Se recuperó y ordenó continuar el viaje que duraría semanas. Esto ocurrió en abril de 1835.
Todos los días asistía a Misa, hablaba muy poco y luchaba por conservar su fortaleza.

Antes de llegar a Roma, tuvo un ataque al corazón, del que parecía imposible recuperarse; además ardía en fiebre.
Al llegar al convento del Sagrado Corazón, en Trinitá dei Monti donde se iban a alojar, estaba tan enferma, que el Papa Gregorio XVI al saber de su estado, de su heróica peregrinación, y conociendo su celo apostólico, vino a verla privadamente para darle su bendición, y le pidió que rogara por él, cuando llegara al cielo.
-”Sí, Santo Padre- le dijo Paulina – pero si al volver de Mugnano, voy a pie a Roma, completamente curada, ¿consideraría usted, la causa de Filomena?
-Sí, hija mía -replicó el Papa- porque ese sería, sin duda, un milagro de primera clase”…
En realidad el Papa, condescendió con facilidad, porque estaba persuadido de que moriría luego. Alentada y con esta promesa, Paulina, una vez más emprendió con valentía el viaje a Mugnano.
Cuando llegaron a Nápoles, estaba tan débil, que ni siquiera podía hablar. Sus acompañantes quisieron detenerse, pero ella con el dedo indicó que había que seguir adelante. Cumplieron su último deseo, avanzando lentamente..
Llegaron a Mugnano el 8 de agosto de 1835, cuando todo el pueblo estaba alborotado por los preparativos para la festividad del 10.
La intención de Paulina Jaricot, no era obtener la sanación de su cuerpo, como lo podríamos creer, sino que quería obtener gracias para su alma y para sus asociaciones apostólicas.
Al ver su moribunda apariencia, cuando la llevaron a la iglesia en su camilla, la gente pidió a Santa Filomena la sanación de esta heróica peregrina.


Los exuberantes napolitanos empezaron a emplazar a la Santa golpeando su altar, diciéndole:”¿Nos escuchas Filomena?
¡Si no la sanas enseguida, no te rogaremos más! ¡No tendremos nada más que ver contigo! ¡Tanto peor para ti, gran santa, si no haces lo que te pedimos, porque mantendremos nuestra palabra!”.
Gritaban tan fuerte, que si Filomena no estaba vencida, Paulina, sí lo estaba…
Tuvieron que decir a los gritones que la enfermita les rogaba que oraran más bajo… pero nada sucedió, ni tampoco el día siguiente.
Llegó el día de la fiesta. En el momento de la comunión, Paulina, experimentó una temerosa angustia en su corazón, que latía como si fuera a romperse…, se desmayó del dolor, y parecía que estaba muerta.
Sus acompañantes, esta vez perdieron toda esperanza, pero los napolitanos no dejaron de manifestar su impaciencia.

A esta altura, intentaron llevar a Paulina, fuera del templo, en su camilla, con sus ojos velados de muerte, pero ella, con un supremo esfuerzo, pudo señalar que deseaban que la dejaran donde estaba.
En aquel momento, lágrimas comenzaron a rodar bajo sus párpados, sus mejillas se sonrojaron, sus heladas manos y pies empezaron a sentir un nuevo calor, su alma que estaba en un estado de desolación, se llenó de una alegría del cielo… tanto es así que pensó que el cielo había comenzado.
Fue entonces cuando se dio cuenta que estaba sanada. Sin embargo se encontraba tan agotada y débil, tan emocionada por todo lo que había vivido, que no se atrevió a manifestar la menor señal, temiendo la reacción de triunfo emocional que podía despertar en la asamblea.
En la tarde, después de la bendición al Santísimo, se sintió más fuerte…No había ninguna duda del milagro.
El Padre, Don Francesco, ya anciano, que conocía a Filomena desde hacía años, quiso comprobar por sí mismo la sanación.
La noticia se difundió, como reguero de pólvora:
¡La peregrina francesa caminaba, completamente sana!.
Santa Filomena le había devuelto la salud, la fortaleza y el vigor de una nueva juventud.
Las campanas replicaron; todos los habitantes de Mugnano estaban alborotados, y Paulina era el centro del remolino de gratitud.

Paulina inició el viaje de regreso a Roma, pidiendo permiso de que no se le avisara al Santo Padre de su curación.
Cuando entró a los aposentos del Santo Padre sin ser anunciada, éste sorprendido exclamó :
“Eres tú o eres una aparición, ésta es realmente mi hija Paulina, o es su espíritu que se ha levantado de su tumba o es que realmente ha intercedido a tu favor la Santa Niña Mártir”
Cómo demostración de su curación el Santo Padre le pide a Paulina que corra por los pasillo del Vaticano, y tanto corrió que los mismos Cardenales le decían al Papa Santo Padre: Los pasillos del Vaticano no se hicieron para correr, a lo que les contestó “si está viva entonces déjenla correr.”
Le pidió que permaneciera en la ciudad por un año, para que su sanación pudiera ser completamente investigada. Paulina obedeció.
Durante su permanencia en el corazón de la Cristiandad, Paulina se puso más animosa y misionera que nunca.
El Papa mantuvo su promesa, y dio a Santa Filomena el título de “Patrona del Rosario Viviente”, que Paulina Jaricot había iniciado en Francia.
El 30 de enero de 1837, el Papa Gregorio XVI, instituyó una fiesta especial en honor de Santa Filomena, con una lectura propia insertada en el Breviario. Más tarde, un oficio especial fue compuesto en honor de la Santa por orden del Papa Pío IX y, en 1862, se la coronó como: “Patrona de los Hijos de María”.

Cuando Paulina Jaricot volvió a Francia, construyó en su propiedad una capilla en honor a Santa Filomena, que era una reproducción en miniatura de la Iglesia de Mugnano, la cual poco a poco se llenó de placas recordatorias, testificando los milagros obtenidos.
Estando en contacto con el Santo Párroco de Ars, Paulina compartió con él parte de las reliquias, que había traído de Mugnano.
Este santo sacerdote fue rápidamente un fervoroso devoto de Filomena y le levantó un altar en su iglesia.
Por su heróica pobreza, penitencia, fe y caridad, el Santo Cura de Ars había transformado a su parroquia; allí realizaba grandes conversiones y milagros, en especial a través del Sacramento del Perdón…
Para evitar el culto hacia su persona, decía que todas las maravillas que sucedían eran obra de Santa Filomena.
A las personas que lo venían a ver, de todas partes del país, para confesarse o pedir consejos, les decía:
“Vayan a Santa Filomena, cualquier cosa que le pidan, ella lo conseguirá de Dios”.
De hecho, no se puede negar que en varias oportunidades, Santa Filomena se manifestó en la vida del Santo Párroco de Ars, sanándolo a él y a algunos de sus feligreses.
Al inicio del trabajo sacerdotal de San Juan María de Vianney, mejor conocido como el Cura de Ars, enfermó gravemente de pulmonía doble, a grado tal de recibir la extremaunción, con su último aliento, el Cura de Ars pidió se celebrara una misa en honor a Santa Filomena pidiéndole su intercesión, y al día siguiente estaba completamente reestablecido.

El Cura de Ars incluso llegó a declarar “Nunca le he pedido algo a Santa Filomena que no me lo haya cumplido”, se llegaron a contar en la Iglesia del Cura de Ars 14 milagros por semana por su intercesión.
Otro milagro en la iglesia del Cura de Ars a través de Santa Filomena se le otorgó a un niño mudo y paralítico.
Sus padres llevaron al niño a ver al Santo Cura de Ars y al parase en el atrio de la iglesia, el Cura deteniendo su clase de catecismo les dijo:
“Pobres hijos míos, vienen de tan lejos para buscar algo que tienen en casa, su fe es muy grande”.
Al terminar su clase, el Cura les pidió que se arrodillaran ante la imagen de Santa Filomena y que le pidieran la intercesión de la Virgen María.
De pronto se escuchó un gran ruido de sillas rechinando contra el piso: el padre se había desmayado al escuchar decir a su hijo mudo desde nacimiento:

“Es bella, es bella”, y el niño desde ese momento quedó curado de todas sus enfermedades.
Santa Filomena escogió a su campeón en la figura de su sacerdote desparpajado de un pequeño pueblo que tenía corazón de niño pero valiente como ella para ayudarlo a cumplir sus deberes y proteger su humanidad al preservarlo de conocer sus propios poderes de intercesión ante el Señor.
Es evidente, que Filomena y el Santo Párroco de Ars, formaban una dupla maravillosa, y eso favoreció también, el culto de la pequeña mártir.

***Fray Andrecito y Santa Filomena
El culto a Santa Filomena, empezó en Chile en 1840. En especial a través del Siervo de Dios Fray Andrés Filomeno García, más conocido como Fray Andrecito.
Fray Andrecito, tuvo una especial devoción a nuestra Santa y le atribuía numerosos milagros; a la gente que acudía a él, por algún favor o sanación, él la dirigía a Santa Filomena.
Con su vida permanente de limosnero, la dio a conocer en todos los ambientes de la capital y extendió su culto también en la provincia.
Fue el Padre Pedro Ignacio Castro Barros, argentino refugiado, uno de los próceres de la emancipación política de la provincia del Río de la Plata, quien dio a conocer las virtudes y martirios de Santa Filomena, a Fray Andrecito en Chile.
Fray Andrecito primero escuchó, después leyó y meditó y quedó como deslumbrado.
Desde entonces, toda su vida estuvo bajo el signo de Santa Filomena, al igual que el Santo Párroco de Ars.
Desde ese día Fray Andrecito la escogió por inseparable compañera de sus pensamientos y trabajos. Dice un contemporáneo de Fray Andrecito:
“Todo, todo se lo atribuía a su santa protectora, de quien todo lo esperaba, a quien todo lo pedía y de quien todo lo alcanzaba”.
En las diversas curaciones y en otros favores que dispensaba a los fieles, a menudo se escudó detrás de la Santa, de tal manera, que él parecía ser simple instrumento del favor y valer de su patrona.
En su oficio de limosnero, llevaba siempre al descubierto la imagen de la ilustre virgen. La llamaba “la santa” o “la chinita”, empleando el chilenismo en su sentido más familiar y cariñoso.
Aquí transcribimos una página de la editorial Salesiana sobre Fray Andrecito:
“Con limosnas dadas por los fieles, Fray Andrecito hizo construir una altar de la Santa. Encargó a París una vestimenta preciosa, que llegó después de su muerte.
También fundó una capellanía para perpetuar el culto de la Santa.
Para fomentar su devoción, celebró triduos y novenas.
Compuso varios versos en su honor y dejó resumida la vida de la Santa en un romance.
Hizo reimprimir varias veces su vida y la novena. Dos veces al año celebraba, con gran solemnidad, su fiesta.
Para solventar los gastos fundó una cofradía en la cual se inscribieron muchas señoritas. Ellas se sentían muy honradas en ser llamadas “Hermanas de Santa Filomena”.
Por lo que se ve, Fray Andrecito aprovechó su devoción a la Virgen como un medio de apostolado, atrayendo así a las almas al ejercicio de las virtudes cristianas.
“¡Es Santa Filomena que me manda!”, decía, al presentarse de repente en una casa en donde nadie había pensado en llamarlo, donde había un enfermo que agonizaba.

"¡Encomiéndense a la Santa!"Llegó a Santiago un pintor quiteño que trajo un gran óleo de Santa Filomena en el que ella está representada junto a los elementos de su martirio.
Fray Andrecito quiso tenerlo a todo precio. Pero el quiteño le pidió demasiado: cinco onzas de oro.
¿De dónde sacarlas? En vano solicitó rebaja; el otro mantuvo el precio.
Comenzó entonces a pedir limosnas, pero había necesidades más urgentes que atender: había que pagar una fuerte suma, que ascendía a algunos miles, por distintos encargos hechos en Europa, de ricos ornamentos, candelabros y otros objetos, para el culto de Santa Filomena.
También se había comenzado la refacción del convento y el término del templo. Tampoco se podían descuidar varias escuelas que sostenían con sus limosnas.
Transcurrió más de un año; en vano Fray Andrés pasaba por la tienda del quiteño.
Al fin éste le dijo: “Mire, Padre, ya ve que estoy empacando.
Dentro de dos días salgo a Valparaíso, y de ahí al Ecuador.
Si para entonces no me trae las cinco onzas, el cuadro estará perdido para usted”.
“Apenas Fray Andrés oyó esto, salió a la calle en busca de dinero.
Inútilmente anduvo de puerta en puerta: parecía que los corazones se habían endurecido.
Al caer la tarde, perdida casi la esperanza, se dirigió a la casa de Doña Rosario Cerda, a quien, como último recurso, pidió le facilitara el dinero, prometiendo que luego se lo devolvería.
Obtiene la plata, vuelve a la tienda del quiteño, pero, al llegar a la Plaza de Armas, le sale al encuentro un caballero desconocido que le dice:
“Fray Andrés, tome estas cinco onzas que le estoy debiendo a Santa Filomena”.
“¡Encomiéndense a la Santa!” Eran las palabras que siempre tenía en los labios cuando se trataba de alcanzar algún alivio o remedio para alguna necesidad.
Así Fray Andrés era la escala por donde se subía a Filomena, y por Filomena a Dios, y de allí descendían a raudales las bendiciones”.
Al igual que en Italia, en Francia derramó numerosas bendiciones.
En Chile los favores recibidos de Santa Filomena son incontables.

***Sanación de una niña encorvada
La primera obra sobre Filomena en Chile
En esta obra el sacerdote Ruperto Marchant (escrita en la séptima edición de 1898), habla de centenares de milagros, de los cuales presenta, en forma detallada, una cuarentena.
“En 1862, una niña de 7 años, hija de José Miguel González y Salomé Cerda, sufrió una enfermedad que afectó su columna vertebral, lo que la obligó a encorvarse más y más, teniendo que caminar apoyada en sus manos.
La medicina se declaró impotente. Una noche, la mamá, oyó que la niña la llamaba:
“-Mamá, mamá, aquí está Santa Filomena, y me dice que si quieres verme sana, es preciso que hagas celebrar en la parroquia una novena en su honor y que me cambies el nombre de Emperatriz del Rosario, por María Filomena”.
“La mamá, dudaba en creer, pero a la mañana siguiente, llegó a la puerta de calle, una señora pobre, que entregó a la empleada un pequeño libro, para llevarlo a la mamá de la enfermita.
La mamá vio con asombro que era la historia de la “Vida y milagros de Santa Filomena”.
“Cumplieron, pues, lo de la novena en la parroquia, y el cura párroco Don Miguel Prado, le administró el Sacramento de la Confirmación, cambiándole el nombre de Emperatriz Rosario, por el de María Filomena.
Al llegar a su casa, la niña estaba perfectamente sana.
“Cuenta este hecho, el presbítero Don Samuel González cura de Curicó, hermano mayor de la niña curada milagrosamente”.

***El hombre que muere reconciliado con Dios
“En 1892, se presentó una mañana en el Santuario, una anciana y respetable señora, verdaderamente desesperada por la conducta indigna de su hijo que, entregado a la bebida, dilapidaba la cuantiosa herencia de que debía ser único heredero.
Imposible pintar la amargura de aquella madre que, en sus clamores a la Santa, llegó a decirle:
“Prefiero verlo muerto antes que entregado a tal vicio”.
Como el sacerdote trató de calmarla, haciéndole algunas reflexiones, ella con un grito del alma volvió a repetir:
“Lo que te he dicho, poderosa Santa; prefiero verlo muerto!…”
Dios no desoye nunca a los justos clamores de las madres y, en su recta y severa justicia, recoge siempre las lágrimas que hacen verter sus hijos; aquella misma noche después de dos meses de ausencia, el desgraciado joven, cuyo paradero ignoraba, llegó a la casa en completo estado de ebriedad.
Al día siguiente, el sacerdote se hallaba a la cabecera.
Cuatro días después, el desdichado, luego de haberse reconciliado con Dios e implorado el perdón de su madre, iba a presentarse ante el Supremo Juez”.

***María Luisa y Gil
son nativos de la Habana, cumplió 59 años el 19 de agosto de 1974, y experimentó una situación que sólo se podía explicar con la ayuda de la santa: A los 11 años de edad, Gil se encontraba en el colegio, el cuál le pertenecía a su familia; en ese tiempo, se encontraba en el sexto nivel de educación primaria.
Un día, una compañera que sufría de obesidad estaba muy emocionada saltando en el patio, cuando de repente se tropieza y al caer todo su peso se concentra en el dedo gordo de uno de sus pies. El impacto del golpe fue tan fuerte que casi le destrozó el dedo; sin embargo, lo más notable de la situación era la abundancia de sangre. La herida fue empeorando, hasta mostrarse síntomas de gangrena.
Cuando estaba en reposo, el doctor le dijo a su madre que si el dedo seguía igual iba a ser necesario amputarlo antes de que los efectos de la gangrena se extendiesen hacia los otros. Esa misma noche, su tía fue y le contó sobre Santa Filomena, incluyendo todos los milagros que esta le había concedido.
Tal como le recomendó, Gil empezó a rezar, pidiendo por los órganos de su cuerpo. Cuando el doctor fue a revisar el pie a primera hora de la mañana, el dedo que debían amputar se encontraba en un óptimo estado. El dolor fue aliviado y el tamaño disminuyó enormemente. Toda la familia estaba contenta por los resultados.

***El impresionante milagro de Letizia:
Accurzo Letizia actualmente tiene 20 años; nació el 15 de abril del 1999, en Bosgaro, Avellino. Esta joven relata la historia de cómo, gracias a Santa Filomena, pudo resolver aquello que la atormentaba y frustraba a los siete años de edad cuando, según ella, dejó de ser normal, para convertirse en alguien completamente denigrada por la sociedad:
Cuando tenía 7 comenzó a presenciar dificultades para caminar, y siguieron apareciendo hasta que quedó inmóvil. Los médicos la revisaron y diagnosticaron una parálisis infantil irreversible; tanto los tratamientos médicos como los remedios caseros eran totalmente inútiles.
En medio de la frustración y desesperanza, llegó un rayo de luz. Ella recuerda que su madre la había llevado al Santuario de Santa Filomena en Mugnano del Cardinale. Ahí expresó su devoción y entregó toda mi fe a su nombre. Unos días después empezó a sentir los dedos de sus pies, toda la familia se emocionó y los doctores aceptaron que fue un milagro. Desde entonces no ha tenido dificultades para caminar.

***Otro milagro, también distinto de sanar enfermedades, sucedió, por medio de Santa Filomena, cuando accidentalmente se rompió el mármol con el que se estaba revistiendo su urna, y el arquitecto, hombre profesional en su oficio, no conseguía reparar dicha rotura, pero aconteció, según testigos, que la mano de la santa se vio guiando a la del arquitecto, cuando estaba reparando la losa de mármol, logrando que esta recobrará toda su integridad, antes visiblemente rota.

***(De la lámpara que esta encendida frente a las reliquias de Santa Filomena). En el libro las Rosas de Santa Filomena de St. Elizabeth Seton consta que una mujer recobró la vista, después de tres años de sufrir una enfermedad en sus ojos que le causaba tanto dolor que no podía ni comer, ni dormir.
¿Cómo se originó esta devoción? Sucedió así:
En la octava de la traslación del Relicario de Santa Filomena a Mugnano, una mujer de Avella llena de fe en Dios, metió su dedo en el aceite de la lámpara que estaba encendida delante del altar de la santa, y ungió los ojos de su niño ciego. Inmediatamente el niño recobró la vista, ante el asombro de todos los que se encontraban presentes.


*** Santa Filomena ha curado instantáneamente a mucha gente. Me detengo en dos casos importantes.
El primero es el de una mujer llamada Giovanna Cescutti residente en Venecia. Esta joven estuvo postrada más de 10 años sufriendo espantosos dolores.
Antonio Mugnana vecino de la misma ciudad ayudaba a la joven en sus padecimientos. Una noche la vió tan mal que pensó que ya había muerto. Empezó entonces a rezar una oración a Santa Filomena e inmediatamente la muchacha se incorporó y le manifestó a Mugnana que estaba perfectamente sana.
Esta sanación causó gran revuelo y está confirmada por médicos respetables.
El segundo es el de María Gesualda Carelli vecina de Roma. Esta mujer no podía comer ni abrir los ojos. Alguien le puso en su cuerpo una imágen de Santa Filomena, e inmediatamente se levantó y dijo con emoción infinita: Estoy curada.
Esta sanación también está confirmada por personas correctas.
Estos dos ejemplos demuestran que para Santa Filomena no hay nada imposible. Dios la ha reservado para esta época donde la Princesita tiene mucho que hacer. Solo espera que la invoquen y confíen en Ella.
Bendiciones, José Gabriel Agesta.
Pueden compartir la nota respetando la Fuente y el Texto.

*** Existe una historia de un misionero muy devoto de Santa Filomena. Su nombre era Di Netta. Con un grupo de compañeros se embarcó en el mar hacia una misión que tenía pendiente. Al poco tiempo de partir hacia el objetivo, se desató una tormenta peligrosa que ponía en riesgo la vida de los navegantes. Era tan furioso el temporal que los compañeros de Di Netta lloraban invadidos por el pánico. No obstante Di Netta permaneció impasible y les dijo: Vamos a llegar sanos y salvos porque he hecho una promesa a Santa Filomena. Le he dicho que si nos salva, ofreceré una misa en su honor. Dicho esto, se hizo completa calma, y la tormenta cesó como por encanto. Lo más asombroso es que aquel grupo de personas afirma haber visto en el mar a una hermosísima niña cuando cesó la tempestad. Todos sabían que era Santa Filomena.
Como puedes ver, las obras de la Princesa son maravillosas.
Conocer a Santa Filomena es una gran bendición y un ahorro de tiempo impresionante. Dejas de lado métodos y fórmulas humanas que producen pocos resultados, y te dejas guiar por la sabiduría de la Princesa. Ella te habla preferentemente a través de tu voz interior, la escritura intuitiva y el silencio. Aunque también habla cuando Ella quiere y donde quiere.
Bendiciones, José Gabriel Agesta.
Pueden compartir la nota respetando la Fuente y el Texto.
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ORACIONES A SANTA FILOMENA

Aquí hay diferentes oraciones con las que se puede rezar y pedir a Santa Filomena :

ORACIÓN I
Oh fiel virgen y gloriosa mártir,
Santa Filomena, que haces tantos milagros.
en nombre de los pobres y los que sufren,
ten piedad de nosotros
Conoces la multitud y diversidad de nuestras necesidades.
Míranos a tus pies
llenos de miseria, pero llenos de esperanza.
Te suplicamos tu caridad, oh gran santa.
Con gracia, escúchanos y obtén de Dios
una respuesta favorable a las solicitudes que
ahora humildemente ponemos delante de ti.
(menciona tus solicitudes)
Estamos firmemente convencidos de que a través de tus méritos,
a través del desprecio, los sufrimientos y la muerte que soportaste,
unidos a los méritos de la Pasión y la Muerte
de Jesús tu cónyuge, obtendremos lo que te pedimos,
y en la alegría de nuestros corazones bendeciremos a Dios
quien es admirable en sus santos.
Amén.


ORACIÓN II
¡Oh Gloriosa Santa Filomena, Virgen y Mártir!, ejemplo de fe y esperanza, generosa en la caridad, a Vos suplico, escuchad mi oración. Desde el cielo donde reináis, haced caer sobre mi toda la protección y auxilio que necesito en este momento en que mis fuerzas enflaquecen. Vos que sois tan poderosa junto a Dios, interceded por mi y alcánzadme la gracia que os pido (mencione la gracia que desea recibir).
¡Oh Santa Filomena!, ilustre por tantos milagros, rogad por mí. No me abandonéis, jamás dejéis de mirar como un rayo de esperanza sobre mí y mi familia. Apartad de mí las tentaciones, dad paz a mi alma y bendecid mi casa. ¡Oh Santa Filomena!, por la sangre que derramasteis por amor a Jesucristo, alcánzadme la gracia que os pido (repita ahora su petición).
Rezar un Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Santa Filomena, ayúdadme a alcanzar la gracia. Te prometo que seré tu devoto y que manifestaré a otros necesitados lo milagrosa y bondadosa que eres. Amén.

ORACIÓN III
Fiel y gloriosa Virgen, que desde el cielo, donde reposas, derramas sobre la tierra tantas finezas: bendigo al Señor por la gloria y el poder con que te corona hoy día. Dígnate, amable santa, hacer que yo sienta los efectos de tu amparo y logre todas las gracias que tanto necesito. Amén. ¡Oh Dios, bendito seáis eternamente en vuestros santos!

ORACIÓN DE SÚPLICA
Postrado ante vuestros pies, oh grande y gloriosa Santa, vengo a presentarte mi fervorosa oración; acógela benignamente y obténme las gracias que me son necesarias.Tengo un corazón atribulado. Siento fuertes los golpes del dolor. La desventura me oprime. Recurro, pues, a vuestro auxilio. Ayúdame y mira mi oración.
Santa Filomena, ruega por mí.
Gloria al Padre ...
Fatigado y sin consuelo, privado de esperanza, sólo y oprimido por las tribulaciones, espero ser por Vos atendido.
Santa Filomena, ruega por mí.
Gloria al Padre ...
Reconozco que fueron mis grandes pecados la causa de tantas desventuras. Obténme de Jesús lo perdido y abrázame en su santo amor.
Santa Filomena, ruega por mí.
Gloria al Padre ...
Ve cuántas gracias me son necesarias y no me abandonéis. Vos que sois tan poderosa junto a Dios aleja de mí la tristeza y la desolación, da paz a mi alma, protégeme de los peligros y líbrame de los castigos del Señor; bendice a mi casa, a mi familia, a tus fieles devotos y alcánzame la gracia que necesito (mencionar la gracia).
Gloriosa Santa Filomena, no me abandones y ruega por mí.
Gloria al Padre ...
Por vuestros sufrimientos, alcánzanos de Dios la misericordia. Amén.

ORACIÓN IV
¡Oh!, gloriosísima, Virgen Santa María, madre eterna de tus fieles devotos, intercede por mí, en procura del perdón de mis pecados, ante Dios nuestro universal Señor, escucha mis oraciones, que te ofrendo, con tanta humildad, en las que te pido, con fe, ser sanado de esta grave enfermedad,________, que azota a mí ya cansada humanidad, y te suplico, igualmente lleno de humildad, Santa Virgen otórgame la bendición de sanación. Amén.
¡Oh!, Santísima Virgen Santa María, te ruego, que permitas que Santa Filomena, tu hija predilecta, intervenga en mí, con el poder del Espíritu Santo, para que me cure de este terrible mal,_______, que es un quebranto que no me deja vivir, Santa Filomena, milagrosa, ayúdame, te imploro, a dejar de sufrir de esta dolorosa enfermedad,________, obra en mí tu poderosa bondad, para que cese del todo este mal, con fe, gracias te doy. Amén.


Oración al cordón de Santa Filomena
El Cordón de Santa Filomena debe estar hecho con hilo de algodón o de lana y debe ser de color blanco y rojo. En una de las puntas debe llevar dos nudos en honor a la Virginidad y al Martirio de la Santa. Se utiliza debajo de la ropa como un cinto. El Cordón de Santa Filomena es simultáneamente un Símbolo y una Oración. Es un símbolo porque nuestra intención al usarlo es atarnos a Santa Filomena con una devoción sincera.
El cordón de Santa Filomena, a diferencia del de San José y el de Santo Tomás de Aquino, no simboliza una Confraternidad; es únicamente una observancia de devoción.
Quienes llevan puesto el Cordón de Santa Filomena deben recitar la siguiente oración diariamente:
ORACIÓN ¡Oh Santa Filomena!,
Gloriosa Mártir de Fe y Pureza, otórgame la misma fortaleza de espíritu que te capacito para resistir las agresiones más terribles; concédeme tu amor ardiente por Jesucristo que los más atroces tormentos no pudieron extinguir, para que, al llevar puesto tu Cordón y al imitarte en la tierra, pueda yo ser coronado contigo en el Cielo. Amén. Para todas las almas fieles que han dedicado a Santa Filomena una devoción especial, este es un medio para demostrar su amor. Esta Santa obradora de milagros protegerá a sus devotos que usan su

Modo de rezar la Coronita
En la Cruz rezar: un Credo
En las cuentas Blancas rezar: tres Padre Nuestros a la Santísima Trinidad en honor de su pureza,
En las cuentas Rojas en honor de los trece años que vivió la Santa, la siguiente oración"
Salve Oh Santa Filomena quien despues de María eres mi mediadora con el Divino esposo intercede por mi ahora y en la hora de mi muerte, Santa Filomena, Amada hija de Jesus y Maria, ruega por nosotros que recurrimos a Ti.
que puede sustituirse por trece Ave Marías y entre cada Ave María rezar:
"Santa Filomena por la sangre que derramaste por amor a Jesucristo, alcánzame la gracia que te pido."
y en la Medalla: Rezar:
Salve Oh Ilustre Santa Filomena que Valientemente ofrendaste tu sangre por Cristo, bendigo al señor por todas las gracias que te concedio durante tu vida especialmente a la hora de la muerte. lo alabo y glorifico por el honor y poder con el cual te coronó, e imploro a ti el obtener para mi las gracias que te pido por medio de tu intercesión Amen

Letanías de Santa Filomena
(compuestas por el Santo Cura de Ars, San Juan Bautista María Vianney)

Señor, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.

Jesucristo, óyenos.
Jesucristo, atiéndenos.
Padre Celestial, que eres Dios, ten piedad de nosotros.
Hijo de Dios, Redentor del Mundo, ten piedad de nosotros.
Espíritu Santo, que eres Dios, ten piedad de nosotros.
Trinidad Santa, que eres un solo Dios, ten piedad de nosotros.

Santa María, Reina de las Vírgenes, ruega por nosotros.

Santa Filomena, llena de abundantes gracias desde la cuna, ruega por nosotros.
Santa Filomena, fiel imitadora de María,
Santa Filomena, modelo de las Vírgenes,
Santa Filomena, templo de la perfecta humildad,
Santa Filomena, abrazada en la Gloria de Dios,
Santa Filomena, víctima del amor de Jesús,
Santa Filomena, ejemplo de fuerza y de perseverancia,
Santa Filomena, espejo de las más heroicas virtudes,
Santa Filomena, firme e intrépida en los tormentos,
Santa Filomena, flagelada como vuestro Divino Esposo,
Santa Filomena, que preferiste las humillaciones de muerte a los esplendores del trono,
Santa Filomena, que convertiste en testimonio tu martirio,
Santa Filomena, que cansaste el furor de los latigazos,
Santa Filomena, protectora de los inocentes,
Santa Filomena, Patrona de la juventud,
Santa Filomena, asilo de los desgraciados,
Santa Filomena, salud de los dolientes y enfermos,
Santa Filomena, nueva luz de la Iglesia peregrinante,
Santa Filomena, que confundía la impiedad de la época,
Santa Filomena, cuyo nombre es muy glorioso en el Cielo y tremendo para el infierno,
Santa Filomena, ilustre por los más espléndidos milagros,
Santa Filomena, poderosa junto a Dios,
Santa Filomena, que reinas en la Gloria, ruega por nosotros.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros Señor.

Ruega por nosotros, Santa Filomena.