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HIJA DE LA LUZ
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SANTA FILOMENA
SÍMBOLOS
El
ancla, tres flechas, una palma y una flor.
La
llamaron "Lumena" o "Luz" porque había nacido en
la luz de la Fe, a la cual ya sus padres pertenecían de todo
corazón. En el bautismo le pusieron el nombre de Filomena que
significa “amiga de aquella luz”.
Nacimiento
de Santa Filomena: 10 de Enero.
Falleció
el 10 de agosto.
Fiesta
de Santa Filomena: 11 de Agosto.
Fiesta
del hallazgo de sus reliquias: 25 de Mayo.
Celebración
de su Nombre: 13 de Agosto.
Traslado
de sus reliquias a Mugnano (Italia). 10 de Agosto.
DESCUBRIMIENTO
DE LOS HUESOS Y DE LA INSCRIPCIÓN
El
2 de mayo 1802, por encargo especial del Papa Pío VII, se llevaron a
cabo los trabajos de excavación de la catacumba de Santa Priscila,
una de las más antiguas de Roma.
Monseñor
Ponzetti, guardián de los cementerios, no demoró en llegar y fijó
para el día siguiente la apertura del nicho.
Era
una tumba pequeña, de no más de un metro y medio de largo, cerrada
con tres baldosas de terracota, sobre las cuales estaba escrito en
color bermellón : lumena
+ Pax tecum + Fi , Pax tecum Filumena (la
paz esté contigo, Filomena)
El
término “Filumena” es en realidad una mala transcripción latina
del nombre griego Philomena, por el cual la santa se nombrará a sí
misma más tarde, en sus revelaciones privadas.
El
25 de mayo de 1802, fue removida la tierra y la tumba fue abierta.
Entre
las palabras, estaban unos símbolos en la izquierda una ancla; en el
centro unos látigos con bolitas de plomo en medio de tres flechas y
una vara rematando en punta; y a la derecha, una palma entrelazada
con un lirio.
Todo
esto representaba los diferentes géneros de tormentos que había
padecido la santa mártir; su glorioso triunfo, era representado por
la palma y el lirio.
Antes
de la apertura de la tumba, el prelado dio órdenes de verificar si
no se hallaba allí algún frasco que contuviese restos de sangre
(cosa que los primeros cristianos solían hacer al enterrar allí a
los mártires, colocándolo en el exterior de la tumba e
incrustándolo en el revestimiento del yeso externo). Un obrero
entonces, provisto de una herramienta afilada, pinchó el yeso
cobertor en una de las extremidades del lóculo
y se las arregló
para llegar hasta un
recipiente que contenía partículas de sangre seca.
Allí se dio el primer milagro testimoniado en el proceso verbal que
se repetirá varias veces: las partículas de sangre coaguladas que
surgían de la ruptura del frasco, al desparramarse, se convirtieron
en pequeñas partículas brillantes que reproducían en su totalidad
el color del arco iris.
Luego
de venerar el prodigio, al abrir la tumba, se halló también allí
un pequeño cráneo fracturado y algunos huesos de proporciones
delicadas, lo que hacían suponer que se trataba de una niña de doce
o trece años de edad.
Se
estaba por tanto en presencia de una virgen-mártir
(a raíz de la
inscripción).
La
tumba se cerró, se sigiló con tres sellos y se sacó el sarcófago
a la luz del día en una caja de madera revestida de cera, y llevadas
a Roma, para ser guardadas en la Custodia General, hasta que el Papa
diera permiso para exponerlas a la veneración de los fieles.
Afuera,
una multitud esperaba; ya en presencia de muchos curiosos, se reabrió
la caja y recomenzó el proceso verbal redactándose el documento que
fue leído en voz alta y firmado por los testigos del caso. Luego de
ser sellados nuevamente por el obispo, los restos fueron depositados
en un relicario y colocados en cinco envoltorios diversos:
el
frasco con la sangre, la cabeza de la santa y tres paquetes con
fragmentos de huesos unidos con las cenizas de la carne. Esta caja
fue llevada a la custodia general, esperando las órdenes del Papa.
FILOMENA
REVELA SU VIDA A UNA RELIGIOSA
La
fuente principal que nos permite conocer mejor a Santa Filomena, se
la debemos a una religiosa de Nápoles, llamada sor María Luisa de
Jesús, de la Orden Tercera de Santo Domingo y Fundadora de las
Oblatas de Nuestra Señora de los Dolores.
Esta
religiosa de 34 años, tenía una gran devoción a Santa Filomena, y
había puesto bajo su protección el Instituto que había fundado
para la educación cristiana de las niñas pobres.
En
diversas ocasiones, Santa Filomena le había dado muestras sensibles
de su protección, librándola de algunas penosas tentaciones de
desconfianza y de impureza, con que el Señor la había querido
probar y purificar.
El
3 de agosto de 1832 la Madre María Luisa estaba arrodillada delante
de la estatua de Santa Filomena, haciendo su acción de gracias
después de la Comunión; de repente, sintió un gran deseo de
conocer el verdadero día de su martirio, porque el 10 de agosto, en
que se celebraba a esta Santa, no era sino el día en que trasladaron
sus reliquias a Mugnano, donde son conservadas y veneradas.
De
repente se sintió movida a cerrar sus ojos y oyó una suave y
graciosa voz que venía de la imagen, que le decía:
“Querida hermana, el 10 de agosto fue el día de mi descanso, mi triunfo, mi nacimiento en el Cielo, mi entrada en la posesión de tales bienes celestiales, que la mente humana no puede siquiera imaginar.
“Querida hermana, el 10 de agosto fue el día de mi descanso, mi triunfo, mi nacimiento en el Cielo, mi entrada en la posesión de tales bienes celestiales, que la mente humana no puede siquiera imaginar.
Es
por eso que mi celestial Esposo dispuso que mi llegada a Mugnano se
realizara en la misma fecha en que yo entré en el cielo, y lo había
dispuesto todo para que esta llegada fuera gloriosa y triunfante.
Toda
la gente estaba alborotada, aún cuando el sacerdote que me llevó,
había determinado que mi traslado debía realizarse a su propia casa
el día 5 de agosto.
Mi
Omnipotente Esposo lo impidió con tantos obstáculos, que el
sacerdote, aunque hizo todo lo posible para llevar a cabo su plan, no
pudo hacerlo. Mi traslado fue hecho el día 10, aniversario de mi
fiesta en el Cielo“.
Cuando
la Madre María Luisa tomó conciencia del acontecimiento, se llenó
de estupor, porque pensaba que había caído en una ilusión.
Su
primera reacción fue ir a ver a su director espiritual y contarle en
Confesión todo lo que le había ocurrido.
Conociéndola
como una persona equilibrada y llena de sabiduría, su confesor
escribió a don Francesco, párroco de Mugnano, para averiguar la
autenticidad de los hechos.
A
pesar de que habían pasado 26 años, el sacerdote recordaba
perfectamente los obstáculos que había encontrado para traer
rápidamente, según sus deseos, las reliquias desde Roma; estos
atrasos permitieron providencialmente que la entronización se
hiciera solamente el día 10 de agosto, fecha de su triunfo en el
martirio.
Estas
informaciones, dieron confianza al confesor, y le pidió a la
religiosa que preguntara a Santa Filomena mayores detalles sobre su
vida y martirio.
La
Madre obedeció, se acercó a la imagen de Santa Filomena, le rogó
que le perdonara su atrevimiento e indignidad y le pidió con toda
humildad que le revelara algo de su vida y martirio, según se lo
había solicitado su confesor.
Un
día, mientras la hermanita estaba orando en su celda, sintió, como
la primera vez, la necesidad de cerrar los ojos.
En
seguida escuchó la misma suave voz de Filomena, quien, respondiendo
a su deseo, le contó su historia:
“Yo
soy hija del rey de un pequeño Estado de Grecia. Mi madre también
era de sangre real.
No
pudiendo tener hijos, mis padres continuamente ofrecían sacrificios
y oraciones a los falsos dioses para obtener un niño“.
“Nosotros
teníamos en nuestra familia a un doctor llamado Publius, que era
cristiano.
El
se compadeció de la ceguera de mis padres, y especialmente tuvo
compasión de mi madre por su infertilidad.
Inspirado
por el Espíritu Santo habló a mis padres de nuestra Fe, y les hizo
esta promesa:
“Si
ustedes quieren un niño, bautícense y abracen la religión de
Jesucristo”.
La
Gracia acompañó sus palabras, sus mentes fueron iluminadas y sus
corazones ablandados. Aceptaron y siguieron el consejo de Publius.
Fueron
instruidos durante un tiempo y bautizados junto con varios de sus
cortesanos”.
“Al
año siguiente – 10 de enero para ser exacta- yo nací y fui
llamada Lumina, porque había sido concebida y nacida a la Luz de la
Fe, de la cual mis padres eran ahora verdaderos devotos.
Cariñosamente
me llamaban Filomena, o sea, Hija de la Luz, de esa Luz de Cristo que
habita en mi alma por la gracia que recibí en el Bautismo.
Debido
a mi nacimiento muchas familias en el Reino llegaron a ser
cristianas. Yo crecí en la enseñanza del Evangelio, que se grababa
profundamente en mi corazón”.
“Cuando
yo tenía sólo cinco años, recibí por primera vez a Jesucristo en
la Santa Eucaristía; y ese día, fue sembrando en mi corazón del
deseo de estar unida para siempre a mi Redentor, Esposo de las
vírgenes.
A
los once años me consagré a Él por voto solemne”.
“Llegó
el año trece de mi vida. La paz de Cristo que, hasta ese día, había
reinado en la casa y en el Reino de mi padre, fue perturbada por el
orgulloso y poderoso emperador, Dioclesiano quien, injustamente, nos
declaró la guerra.
Mi
padre, comprendiendo que no podía enfrentarse a Dioclesiano, decidió
ir a Roma a hacer un pacto de paz con él”.
“Era
tan grande la tierna afección que mi padre tenía por mí, que no
podía vivir sin tenerme a su lado.
Es
así que me llevó con él a Roma. Y mi madre, que no quiso dejarnos
solos, nos acompañó.
“Habiendo
llegado a Roma, mi padre pidió audiencia con el Emperador, y el día
señalado, quiso que mi madre y yo lo acompañáramos al Palacio de
los Césares”.
“Introducidos
en presencia del Emperador, mientras mi padre defendía su causa y
denunciaba la injusticia de la guerra con que lo estaba amenazando,
el Emperador no dejaba de mirarme”.
“Finalmente
Dioclesiano, interrumpió a mi padre, y le dijo con benevolencia:”
No
te angusties más. Tu ansiedad está por terminarse… Consuélate.
Tú tendrás toda la fuerza Imperial para tu protección y la de tu
Estado, si aceptas una sola condición: darme a tu hija Filomena,
como esposa”.
“En
seguida, mis padres aceptaron su condición… Yo no dije nada, pues
no convenía oponerme a mi padre frente al Emperador… pero en mi
interior, dialogando con mi Esposo Jesús, estaba firmemente decidida
en permanecer fiel, a cualquier precio”.
“Muy
contentos mis padres pensaron que todo estaba solucionado…
Pero
al salir del Palacio de los Césares, con respeto, dije a mis padres,
que no aceptaba la proposición de Dioclesiano, por más grandioso
que se presentara mi futuro…
Ellos
trataron de convencerme de mil maneras… insistiendo sobre la suerte
que tenía de llegar a ser Emperatriz de los Romanos”.
“Sin
vacilar ni un solo momento, yo rechacé la tentadora propuesta,
diciéndoles que estaba comprometida con Jesucristo y que me había
desposado con Él, haciendo un voto solemne de virginidad, cuando
tenía once años”.
“Mi
padre trató de persuadirme, diciéndome que como niña e hija, yo no
tenía derecho de disponer de mí misma… y usó de toda su
autoridad para hacerme aceptar la propuesta.
Pero,
mi Divino Esposo me dio la fortaleza para perseverar en mi
resolución”.
“Al
ver que no cedía, mi madre recurrió a las caricias… rogándome
tener piedad de mi padre… de ella… de mi país…
Yo
le contesté, con una firmeza que me sorprendía:
“Dios
es mi padre y el Cielo es mi patria”.
“Mis
padres fueron incapaces de doblegarme, incluso con tremendas
amenazas.
Frente
a mi voluntad, estaban desarmados… Y lo que más les preocupaba,
era que mi negación podía ser tomada por el Emperador como un mero
pretexto de mala fe y la excusa de un embaucador.
Cuando
mi padre tuvo que informar al Emperador de mi decisión, Dioclesiano
ordenó que fuera llevada a su presencia”.
“Pero
yo no quería ir… Cuando me vieron tan decidida en mi resolución,
mis padres se arrojaron a mis pies y me imploraron aceptar y hacer lo
que ellos deseaban, diciéndome:
“¡Hija,
ten piedad de nosotros! ¡Ten piedad de tu país y de tu reino!.
Yo
repliqué: “Dios y la Virgen primero. Mi reino y mi país es el
Cielo”.
“Finalmente
frente a tanta presión, decidí presentarme
frente
al tirano, pensando que era necesario dar testimonio de Jesús”.
“Dioclesiano
primero me recibió con mucha bondad y honor para hacerme acceder a
sus requerimientos, y renunciar a mi decisión, pero no obtuvo nada
de mí.
Viéndome
absolutamente firme y sin temor frente a su poder imperial, perdiendo
su paciencia y toda esperanza de conseguir su deseo, comenzó a
amenazarme.
Pero,
no pudo vencerme, ya que el espíritu de Jesús me daba fortaleza.
Entonces,
en un acceso de furia, bramando como un demonio, lanzó esta amenaza:
-¡Si
tú no me tienes como amante, me tendrás como un tirano!”.
-¡No
me preocupa como amante, ni le temo como tirano!”- le repliqué.
El
Emperador, visiblemente furioso, ordenó que me encerraran en un
calabozo, frío y oscuro, bajo la guardia del Palacio Imperial.
“Fui
encadenada de pies y manos, y me daban de comer solo pan y agua, una
vez al día.
Pensando
que, con este régimen severo y duro, yo cambiaría de idea,
Dioclesiano venía diariamente a renovar su oferta.
Pero
yo no estaba sola, mi celestial Esposo cuidaba de mí, y nunca cesé
de encomendarme a El y a su purísima Madre”
“Hacía
treinta y siete días que vivía con este régimen, cuando la
Santísima Virgen se me apareció, rodeada por la Luz del Paraíso,
con el Niño Jesús en sus brazos, y me habló así:
“Hija, ánimo, permanecerás tres días más en este calabozo, y en la mañana del día 40 de tu encarcelamiento, dejarás este lugar de pesares”.
“Hija, ánimo, permanecerás tres días más en este calabozo, y en la mañana del día 40 de tu encarcelamiento, dejarás este lugar de pesares”.
“Con
estas palabras, yo me llené de alegría… pero entonces, la Virgen
continuó hablándome:
“Cuando
dejes esta celda, serás expuesta a una gran lucha, de atroces
tormentos, por el amor de mi Hijo”.
“Inmediatamente
me estremecí y me vi a mí misma en la angustia de muerte, pero la
celestial Reina me dio coraje, diciéndome así:
“Hija
mía, te quiero muchísimo, ya que llevas el nombre de mi Hijo. Te
llaman Lumina, y mi Hijo es llamado Luz, Sol, Estrella; y a mí me
llaman Aurora, Estrella, Luna.
Yo seré tu Auxiliadora.
Yo seré tu Auxiliadora.
Ahora,
es la hora de la debilidad humana que te humilla, que te atemoriza,
pero vendrá de lo alto la gracia de la fortaleza, la que te
asistirá, y tendrás a tu lado a un Angel que te cuidará, la
protección del Arcángel San Gabriel, cuyo nombre significa
“Fortaleza de Dios”.
Este Arcángel fue mi protección en la tierra, y yo te lo enviaré para que te ayude, porque tú eres mi hija, la más querida hija entre todas mis hijas.
Gabriel te asistirá, y con él saldrás victoriosa”.
“Estas palabras reavivaron mi ánimo y coraje. la visión desapareció, dejando impregnado de fragancia mi prisión, y me consoló”.
Este Arcángel fue mi protección en la tierra, y yo te lo enviaré para que te ayude, porque tú eres mi hija, la más querida hija entre todas mis hijas.
Gabriel te asistirá, y con él saldrás victoriosa”.
“Estas palabras reavivaron mi ánimo y coraje. la visión desapareció, dejando impregnado de fragancia mi prisión, y me consoló”.
24»
Azotada, sanada por dos ángeles
“Al
cabo de este tiempo, Dioclesiano empezó a ponerse nervioso,
esperando mi decisión.
Cuando pasaron los cuarenta días, tal como me lo había anunciado la Santísima Virgen, el tirano me hizo sacar de la prisión, resolvió torturarme y amenazarme para que retractara al voto de virginidad que había hecho a mi Esposo.
Cuando pasaron los cuarenta días, tal como me lo había anunciado la Santísima Virgen, el tirano me hizo sacar de la prisión, resolvió torturarme y amenazarme para que retractara al voto de virginidad que había hecho a mi Esposo.
Luego,
en presencia de muchos de sus hombres de armas y otros oficiales del
Palacio me hizo atar a una columna para ser azotada cruelmente,
diciendo:
“Después que esta niña cualquiera, rehusó obstinadamente a un Emperador, por amor a un malhechor, que como todos saben, fue condenado a muerte en la cruz por sus propios compatriotas, ella merece ser tratada como Él, por mi justicia”.
“Al ver mi cuerpo ensangrentado y cubierto de heridas, y que la vida se me iba, ordenó me llevaran de vuelta a prisión a morir.
Tirada en el suelo, y con el cuerpo ardiendo en fiebre, yo esperaba la muerte.
Entonces, dos ángeles se me aparecieron, y con un aceite precioso, ungieron mi cuerpo malherido y me sanaron”.
“Después que esta niña cualquiera, rehusó obstinadamente a un Emperador, por amor a un malhechor, que como todos saben, fue condenado a muerte en la cruz por sus propios compatriotas, ella merece ser tratada como Él, por mi justicia”.
“Al ver mi cuerpo ensangrentado y cubierto de heridas, y que la vida se me iba, ordenó me llevaran de vuelta a prisión a morir.
Tirada en el suelo, y con el cuerpo ardiendo en fiebre, yo esperaba la muerte.
Entonces, dos ángeles se me aparecieron, y con un aceite precioso, ungieron mi cuerpo malherido y me sanaron”.
Al
día siguiente, el Emperador ordenó que la doncella compareciese en
su presencia; Filomena heróica y sonriente, apareció tranquila ante
el tirano.
Cuando
el Emperador vio que habían desaparecido todas las huellas de los
azotes, quedó pasmado.
Al
verla en perfecta salud y con la belleza que lo había obsesionado,
trató de hacerle creer que debía este favor a Júpiter, su falso
dios, que la había curado porque su destino era ser la esposa del
Emperador.
Le
habló en estos términos:
-“Tu
juventud y hermosura me inspiran lástima; Júpiter es clemente
contigo; renuncia a tus pasados errores y ven a compartir conmigo el
solio real”.
-“Nunca,
nunca -contestó Filomena- Mi Dios quiere que sólo a Él le
pertenezca”.
-“Te
arrepentirás”.
–“Conquistaré
las bendiciones del Cielo con los tormentos de la tierra”.
–“Morirás
hoy mismo”.
–“Reviviré
a eterna vida, en el seno de Dios”.
–“Pero,
¿te olvidas de tus padres, desdichada?”, prorrumpe al fin el
tirano, no sabiendo cómo vencer tan firme resistencia.
La
joven vaciló un momento, pensando en aquellos pobres ancianos
cargados de años y de pesadumbres.
El
recuerdo de los días felices vividos con sus padres la sobrecogió
un instante, sólo un instante, por la Gracia de Dios, recuperó su
serenidad y contestó con voz tranquila:
–“Dios
les dará consuelo y resignación; yo muero contenta, fiel al
celestial Esposo, que mi corazón ha elegido”.
–“¡Calla,
calla, no blasfemes! Sacrifica a los dioses y quedas perdonada”.
Entonces
el Emperador, cogió de la mano a la cristiana y la condujo frente a
la estatua de Júpiter, pero ella se cubrió la cara para no ver al
ídolo, diciéndole:
– “Es
inútil, yo sólo rindo culto a mi Dios; sus falsos dioses no
tardarán en caer de los altares”.
Estas
palabras provocaron un tumulto entre los presentes, el Emperador
lívido de cólera, sin comprender cómo podía soportar tantas
pruebas y sufrimientos, soltó la mano de la joven y volviéndose a
sus servidores ordenó en voz breve y severa que atada a una ancla de
hierro al cuello, fuese tirada al río Tiber.
“Arrastrada
por la corriente y creyendo morir, abracé mi ancla como Jesús
abrazó su Cruz.
Pero
Jesús; mostrando su omnipotencia, para la confusión del tirano y de
los idólatras, mandó de nuevo a sus ángeles, para que rompieran la
cuerda amarrada a mi cuello”.
“El
ancla cayó en las profundidades del Tíber, donde aún permanece
cubierta de lodo.
Sostenida
por las alas de un ángel, fui llevada a la orilla, sin que una gota
de agua me hubiera mojado.
Cuando
la gente me vió así, en seguridad y perfectamente seca, esparcieron
la noticia y muchos se convirtieron en la Fe”.
“El
tirano, furioso y desesperado, gritó que todo era magia y
hechicería, y más obstinado que el Faraón con Moisés, ordenó que
fuera atravesada por flechas y arrastrada por todas las calles de
Roma.
Pero
cuando me vio atravesada con las saetas, desfalleciendo y muriendo,
me lanzó cruelmente a prisión, para que muriera desamparada y sin
ningún auxilio”.
“A
la mañana siguiente, esperando encontrarme sin vida, ya que me había
visto en pésimo estado, quedó estupefacto al encontrarme sonrosada
y alabando a Dios con salmos y cantos, como si nada hubiera ocurrido.
En
la noche, el Dios Todopoderoso me había dado un dulce sueño, y
había mandado a un ángel, para que sanara mi cuerpo, untándolo con
un fragante unguento, no dejando ninguna huella de las heridas”.
“Por
el mucho amor que tenía a Jesús, había deseado tener mil vidas
para ofrecérselas… una sola vida me parecía poco… y estaba
feliz de sufrir en unión con Él.
Por
eso fui preservada tantas veces de la muerte, y sufrí varias
torturas”.
“Esta
vez, el Emperador sintiéndose burlado e impotente, entró en tal
furia, que ordenó me dispararán con flechas hasta que muriera.
Los
arqueros doblaron sus arcos, pero las flechas no podían moverse.
El
tirano me maldijo, acusándome de ser una bruja.
Pensando que con el fuego, la hechicería sería neutralizada, ordenó que las flechas fueran calentadas al rojo vivo en la caldera.
De nuevo, mi Esposo me salvó de este tormento. Tuve un rapto de éxtasis. Las flechas que iban hacia mi cuerpo se devolvieron hacia los arqueros, y seis de ellos fueron atravesados y murieron”.
Pensando que con el fuego, la hechicería sería neutralizada, ordenó que las flechas fueran calentadas al rojo vivo en la caldera.
De nuevo, mi Esposo me salvó de este tormento. Tuve un rapto de éxtasis. Las flechas que iban hacia mi cuerpo se devolvieron hacia los arqueros, y seis de ellos fueron atravesados y murieron”.
“A
la vista de este nuevo milagro, muchos se convirtieron, y la gente
empezó a cambiar de vida y tomar el camino de la Fe en Jesucristo.
Temiendo
serias consecuencias, el tirano ordenó que fuera decapitada sin más
demora”.
“Es
Así como mi alma voló al Cielo, para recibir de mi Esposo Jesús la
corona de la virginidad que para preservarla me había costado sufrir
varios martirios.
Esto
ocurrió el 10 de agosto, era un viernes, a las tres y media de la
tarde.
Por
lo tanto como ya te lo he contado, el Altísimo quiso que mi traslado
a Mugnano se realizara en este día, con tantas señales de la ayuda
del Cielo, que Él quería que fueran conocidas de ahora en
adelante”.
La
segunda revelación fue hecha a un santo sacerdote, que tenía gran
devoción a la santa y hablaba mucho de ella, lo que le valió
preciosas y extraordinarias gracias.
Este
sacerdote era muy versado en la Sagrada Teología y en la música
cristiana, por lo que es de gran valor su testimonio.
He
aquí lo que escribe: “Paseándome un día por el campo, y
repasando las maravillas que oía contar de la gran Santa, vi venir
hacia mí, una joven desconocida que me dirigió estas palabras:
“¿Es
cierto que usted ha colocado en su Iglesia un cuadro de Santa
Filomena?”
-“Es
cierto -le respondí- no la han engañado”.
-“Pero
¿qué sabe usted de esta Santa?” -me preguntó.
-“Bien poco, pues hasta hoy no hemos podido averiguar de su historia, sino sólo de los símbolos estampados en la lápida de su sepulcro”.
-“Y nada más saben”. -“Nada”.
-“Bien poco, pues hasta hoy no hemos podido averiguar de su historia, sino sólo de los símbolos estampados en la lápida de su sepulcro”.
-“Y nada más saben”. -“Nada”.
-“Oh,
hay tanto que saber de esa Santa, que cuando el mundo lo entienda, no
acabará de asombrarse.
¿Usted sabe al menos la causa de su persecución y martirio?” -“Lo ignoro”.
– “Pues bien, yo le diré que fue martirizada por haberse negado a dar su mano a Dioclesiano, ya que tenía consagrada su virginidad a Jesucristo”.
¿Usted sabe al menos la causa de su persecución y martirio?” -“Lo ignoro”.
– “Pues bien, yo le diré que fue martirizada por haberse negado a dar su mano a Dioclesiano, ya que tenía consagrada su virginidad a Jesucristo”.
– “Y
usted ¿está segura? – le repliqué, lleno de alegría al oír
esta noticia que tanto deseaba saber-
¿Está
bien segura de lo que acaba de decirme?”
– “Más
no lo puedo estar”, me contestó la joven.
– “Pero
¿dónde, en qué libro usted ha leído esto?
– “¿En
qué libro? -me replicó con un tono de sorpresa y gravedad- ¿Y
usted me hace a mí esta pregunta? ¿A mí?
Usted
me puede creer - agregó- ¡Sí créame!” -y diciendo esto
desapareció”.
Puede
notarse aquí, que esa joven desconocida y que el sacerdote
comprendió después que era la Santa, habla de Dioclesiano que le
ofreció matrimonio, de lo que se puede deducir que el martirio
ocurrió cuando ya el tirano estaba viudo de su esposa, Santa Serena,
a quién condenó a morir, junto con su hija, por haberse hecho
cristianas.
El
Emperador se hallaba entonces en Roma, en donde condenó a muerte a
ilustres mártires, entre otros a San Sebastián, lo que sirve para
determinar la época del martirio de la Santa, en el año 303.
– La
historia no habla de Santa Serena, pero sí de la emperatriz Prisca y
de la hija Valeria; las dos se habían hecho cristianas.
Se
trata de un piadoso devoto de nuestra Santa.
Un
día, que pedía de rodillas, al Señor que diera a conocer al mundo
los méritos y la gloria de su sierva, se le presentaron todas las
escenas del martirio de la Santa, de manera tan viva, como si las
hubiera presenciado.
Dice:
“Yo
vi al Emperador Dioclesiano devorando de pasión por ella,
condenándola a muchos tormentos, adulándola para conseguir que se
rindiera a sus deseos.
Mas,
viendo que nada podía ablandar su firme voluntad, cayó en una
especie de demencia, porque no lograba poseerla”.
El
artesano cuenta, entonces, todos los tormentos con que la hizo sufrir
Dioclesiano.
Luego
continúa:
“Después
de haberla hecho pasar por todas estas diversas torturas, el tirano
la hizo decapitar; mas, apenas se ejecutó la sentencia, se apoderó
de él la rabia y exclamaba:
– “¿Cómo?,
¡Filomena no será jamás mía! ¡Hasta el último suspiro ha sido
rebelde a mi voluntad!”
RELIQUIAS
DE SANTA FILOMENA
Las
reliquias de Filomena, permanecieron desde 1802 en la Custodia
General, hasta que en 1805, fueron llevadas a Mugnano, pequeña
ciudad de la Diócesis de Nápoles.
El
Padre Francesco di Lucía, que atendía la parroquia de Mugnano, fue
invitado a acompañar a Roma al Padre Cesareo, para ser consagrado
obispo. La relación de Don Francisco de Lucia
Sacerdote
de Nola, en la región de Nápoles. En 1805, se declara poseedor de
las reliquias.
El
Padre Francesco se alegró mucho por la invitación de su amigo, ya
que tenía la esperanza de conseguir , las reliquias de una virgen
mártir conocida, que le ayudara a convertir su parroquia, hasta
ahora muy reacia.
Llegando
a Roma, obtuvo pronto audiencia con el Monseñor Ponzetti, y le
expuso su deseo.
Este,
lo llevó donde estaban las reliquias, y le dijo que escogiera, entre
las trece que se encontraban guardadas ahí.
Don
Francesco investigó entre las reliquias de estos mártires. Sólo
tres eran conocidos: una eran las de un niño, la segunda las de un
adulto, y la tercera las de Filomena.
Cuando
se detuvo delante de la caja que contenía los restos de Filomena, se
llenó de gozo, como si la pequeña mártir le hiciera señas… y
pensó que era, indudablemente, la intercesora que necesitaba. El
Obispo Guardián prometió entregarle dichas reliquias…
Pero
En lugar de remitírselas, el oficial se acercó a él y le dijo, que
por ser tan pocos los cuerpos de mártires conocidos debían ser
guardados para Iglesias o Diócesis especiales.
Grande
fue su desaliento y tristeza… A ello agregó el calor sofocante de
Roma… Con todo esto, Don Francesco perdió el sueño y el apetito.
Y enfermó.
Al
verlo así y para confortarlo, un amigo le ofreció las reliquias de
un mártir desconocido. Pero él le dijo: ”Será Filomena o nadie…
ya que solo ella podrá convertir a mi Parroquia”.
Una
noche, el Padre Francesco, se encontró ardiendo en fiebre y tan
cansado, que prometió solemnemente a Filomena que si ella lo sanaba,
sería la Patrona de Mugnano.De forma sorprendente la fiebre lo dejó
enseguida, y entró en un refrescante sueño.
La mañana siguiente, despertó en perfecta salud.
La mañana siguiente, despertó en perfecta salud.
Muy
decidido a lograr su objetivo se dirigió a su amigo, el Padre
Cesareo, recién consagrado Obispo, y le pidió que usara su
influencia para conseguir las reliquias deseadas.
Cuando Monseñor Cesareo escuchó la historia, estuvo de acuerdo en que la santita parecía querer irse a Mugnano. Se sumó, pues, a la petición de Don Francesco y esta vez el Guardián accedió a su petición. Extraordinaria fue la alegría que experimentó el Padre Francesco, cuando recibió la noticia. Llenos de gozo, el buen Obispo y Don Francesco tomaron posesión del precioso cofre, decididos a llevar a Filomena a Nápoles.
Entre muchas oraciones y honores, dispusieron, sin demora, que el cofre fuera puesto en el asiento de enfrente del carro episcopal.
Cuando Monseñor Cesareo escuchó la historia, estuvo de acuerdo en que la santita parecía querer irse a Mugnano. Se sumó, pues, a la petición de Don Francesco y esta vez el Guardián accedió a su petición. Extraordinaria fue la alegría que experimentó el Padre Francesco, cuando recibió la noticia. Llenos de gozo, el buen Obispo y Don Francesco tomaron posesión del precioso cofre, decididos a llevar a Filomena a Nápoles.
Entre muchas oraciones y honores, dispusieron, sin demora, que el cofre fuera puesto en el asiento de enfrente del carro episcopal.
Filomena
había dado dos pequeñas y dulces pruebas de que quería ir a
Mugnano. Era como si mostrara signos de haber despertado de su sueño
de diecisiete siglos y medio.
Después
de su largo silencio, ella estaba lista para volver a trabajar en
este problemático mundo, empezando con nuevos milagros desde
Mugnano.
En
el último momento se le ocurrió a un servidor desplazar el cofre y,
para mayor seguridad, amarrarlo debajo del asiento del Obispo.
Este
subió, se sentó y , repentinamente, se levantó enojado, retando al
sirviente, porque el equipaje mal amarrado se había deslizado hacia
adelante y había golpeado su pierna. A pesar de los cuidados del
sirviente, el incidente se repitió dos veces más.
Dijo
el Obispo”¿Qué cosa has puesto allí y cómo la has puesto? ¡Si
esta fuera mi valija, yo preferiría llevarla sobre mis rodillas todo
el camino, que verme golpeado constantemente por ella! ¡Sácala
fuera!”. Era la pequeña caja conteniendo las reliquias.
Al
ver el Obispo que el hombre tenía dificultad para desplazar el cofre
le dijo:
“¿Tú
sabes que es esto? Es la caja de unas reliquias. ¿No dije, acaso,
que esto debe ser puesto cuidadosamente en el asiento de enfrente…?”
Cuando
el coche estaba viajando sobre el camino empedrado, el Obispo
recordando lo sucedido, comenzó a recapacitar, y se dio cuenta que
los golpes no eran de una caja, sino de Filomena que había golpeado
sus episcopales piernas. El buen Obispo napolitano comprendió todo.
Descubriendo
su cabeza, se arrodilló en el coche y, humildemente, besó la caja
de las reliquias pidiendo el perdón de Filomena.
El
viaje comenzó y continuó como una peregrinación, yendo Filomena
delante de ellos. Llegaron a Nápoles al día siguiente.
El
Cordón de Santa Filomena
Lo
usan los enfermos y es una protección contra accidentes y toda clase
de males. Aquellos que sufren de pruebas temporales, o tentaciones
espirituales, han encontrado que es una ayuda maravillosa. Se
recomienda especialmente que los niños reciban el Cordón, ya que es
una protección maravillosa en los muchos percances que los amenazan.
Pero
el Cordón se usa especialmente como salvaguarda de la virtud de la
castidad. Santa Filomena es considerada como una poderosa protectora
de esta virtud.
Los
propósitos de esta devoción son:
1. Obtener, a través de la intercesión de Santa Filomena, los medios adecuados para conservar la pureza, de conformidad con nuestra propia situación;
2. Combatir la creciente incredulidad y reforzarse en el espíritu de nuestra fe;
3. Profesar un amor especial por Santa Filomena y merecer su protección contra la enfermedad del cuerpo y el alma.
Cada sacerdote tiene la facultad de bendecir el Cordón de Santa Filomena de acuerdo con la fórmula del Ritual Romano. Muchos fieles seguidores de Santa Filomena prefieren que se bendiga el cordón en las iglesias donde se observa una devoción especial a Santa Filomena y que se bendiga después de haber tocado una reliquia de la santa. Cuando el cordón está desgastado y es reemplazado, el nuevo cordón también debe ser bendecido.
Indulgencias plenarias del cordón de Santa Filomena
1. El día en que se usa el cordón por primera vez.
2. El 25 de mayo, aniversario de la apertura de la tumba de Santa Filomena en las Catacumbas de Santa Priscila.
3. El 11 de agosto, su propia fiesta.
4. El 15 de diciembre, aniversario de la aprobación de la cuerda por la Santa Sede.
5. En el momento de la muerte, en condiciones normales. Con la excepción de la última, es necesario para obtener las indulgencias anteriores: confesarse, recibir la Sagrada Comunión, hacer una visita a alguna iglesia y rezar por las intenciones del Soberano Pontífice.
1. Obtener, a través de la intercesión de Santa Filomena, los medios adecuados para conservar la pureza, de conformidad con nuestra propia situación;
2. Combatir la creciente incredulidad y reforzarse en el espíritu de nuestra fe;
3. Profesar un amor especial por Santa Filomena y merecer su protección contra la enfermedad del cuerpo y el alma.
Cada sacerdote tiene la facultad de bendecir el Cordón de Santa Filomena de acuerdo con la fórmula del Ritual Romano. Muchos fieles seguidores de Santa Filomena prefieren que se bendiga el cordón en las iglesias donde se observa una devoción especial a Santa Filomena y que se bendiga después de haber tocado una reliquia de la santa. Cuando el cordón está desgastado y es reemplazado, el nuevo cordón también debe ser bendecido.
Indulgencias plenarias del cordón de Santa Filomena
1. El día en que se usa el cordón por primera vez.
2. El 25 de mayo, aniversario de la apertura de la tumba de Santa Filomena en las Catacumbas de Santa Priscila.
3. El 11 de agosto, su propia fiesta.
4. El 15 de diciembre, aniversario de la aprobación de la cuerda por la Santa Sede.
5. En el momento de la muerte, en condiciones normales. Con la excepción de la última, es necesario para obtener las indulgencias anteriores: confesarse, recibir la Sagrada Comunión, hacer una visita a alguna iglesia y rezar por las intenciones del Soberano Pontífice.
La
sangre de Santa Filomena
Antiguamente,
los primeros cristianos admiraban la valentía de aquellos que morían
por su fe y por ello acostumbraban a marcar la losa con el signo de
una palma y colocaban al lado un frasquito en el que introducían la
sangre del correspondiente mártir.
Un
obrero entonces, provisto de una herramienta afilada, pinchó el yeso
cobertor en una de las extremidades del lóculo
y se las arregló
para llegar hasta un
recipiente que contenía partículas de sangre seca.
Allí se dio el primer milagro testimoniado en el proceso verbal que
se repetirá varias veces: las partículas de sangre coaguladas que
surgían de la ruptura del frasco, al desparramarse, se convirtieron
en pequeñas partículas brillantes que reproducían en su totalidad
el color del arco iris.(Hasta
el presente se puede apreciar que en algunos
momentos de gracia estas partículas cambian de color).
El
aceite de Santa Filomena
(De
la lámpara que esta encendida frente a las reliquias de Santa
Filomena). En el libro las Rosas de Santa Filomena de St. Elizabeth
Seton consta que una mujer recobró la vista, después de tres años
de sufrir una enfermedad en sus ojos que le causaba tanto dolor que
no podía ni comer, ni dormir.
¿Cómo
se originó esta devoción? Sucedió así:
En
la octava de la traslación del Relicario de Santa Filomena a
Mugnano, una mujer de Avella llena de fe en Dios, metió su dedo en
el aceite de la lámpara que estaba encendida delante del altar de la
santa, y ungió los ojos de su niño ciego. Inmediatamente el niño
recobró la vista, ante el asombro de todos los que se encontraban
presentes.
LA
PRIMERA IMAGEN DE LA SANTA
Las
reliquias fueron depositadas en una capilla privada de un rico y
conocido publicista, don Antonio Terres.
Ahí
se modeló, a la manera napolitana, una figura de papel maché
representando a la Santa.
El
resultado era desilusionante. Una mano sostenía una lila artificial
y una hoja de palma, mientras la otra sostenía una flecha apuntando
hacia el corazón de Filomena. Mientras se vestía la imagen, la
fragancia de los más dulces perfumes llenó la casa de doña Angela,
esposa del señor Terres.
Antes
de emprender nuevamente el viaje y dejar la casa de los Terres,
Filomena sanó a su empleada, de una enfermedad incurable que padecía
desde hacía doce años.
Durante
los tres días en los cuales las reliquias fueron expuestas en la
Iglesia de San Angelo, Filomena no hizo ningún milagro.
Los
sacerdotes de aquel lugar confesaron a don Francesco haber
determinado, que si ella obraba cualquier milagro, no la dejarían
partir de ningún modo.
Con
eso don Francesco se convenció que Filomena quería estar en Mugnano
y solamente ahí empezaría su trabajo.
El
nueve de agosto se pusieron nuevamente en marcha, y al llegar a
Cimitile, cerca de Nola, donde miles de cristianos habían sido
martirizados por los emperadores romanos, la caja se puso tan pesada
que parecía de plomo, imposible de llevar ; tuvieron que dejarla en
el suelo.
Aunque
hecha solo de madera, al golpear en la tierra dio un ruido metálico,
como de bronce, sonido que se extendió en todo el lugar.
Era
como el saludo de Filomena a aquellos, que como ella, habían dado su
vida por Cristo.
El
10 de Agosto, nuevamente la caja se puso tan liviana como una pluma.
Cuando
don Francesco entró en el distrito de Mugnano, con el ambiente del
sofocante calor del verano napolitano, Filomena dio un saludo
mediante una refrescante y abundante lluvia.
Al
llegar a la ciudad, fueron saludados no solo por los pobladores, sino
también por grupos de aldeanos de los alrededores y por niños que
ondeaban ramas de olivos.
Todos
bailaban, lanzando sus sombreros y pañuelos en el aire y gritando
“¡Viva la Santa! ¡Viva la Santa!”
Mientras
la procesión del clero, que iba a escoltar a Filomena a la
parroquia, se estaba formando afuera, la vista de la imagen de la
Santa llenó los corazones con una alegría celestial.
Muchos
lloraban fuertemente, mientras otros, en jubilosos excesos
exclamaban: “¡Oh, Paraíso! ¡Oh, Paraíso! ¡Oh, los maravillosos
consuelos de Dios!”.
EMPEZÓ
UNA LLUVIA DE MILAGROS
Al
momento en que iban entrando las reliquias de la Santa en la Iglesia
de Nuestra Señora de la Gracia, una señora de la nobleza quien
padecía de úlceras cancerosas y que estaba programada a la
amputación de una pierna, se alivió completamente ese mismo día,
esta curación está inscrita en el registro de milagros de esta
iglesia.
Posiblemente
la más milagrosa intercesión de la Santa fue que precisamente
cuando se echaron a vuelo las campanas de la iglesia para indicar la
entrada de las reliquias, el paralítico del pueblo de nombre Angelo
Bianchi, fue curado inmediatamente entrando por su propio pie a la
iglesia gritando que había sido curado al oír repicar las campanas,
atrayendo hacia él las miradas sorprendidas de los feligreses
reunidos para la celebración.
La
santas reliquias fueron expuestas a la veneración del público en el
altar mayor de la Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias.
Y
empezó una serie ininterrumpida de milagros asombrosos, que dieron a
entender a aquellos felices habitantes que, con los preciosos restos
de Santa Filomena habían adquirido una prodigiosa protectora, que
sembraba por todas partes consuelo, sanaciones y alegría.
Desde
entonces, su devoción se extendió por toda la cristianidad.
Los
milagros realizados en Mugnano, podrían llenar páginas y páginas;
la misma imagen, realizada a prisa, en Nápoles, en la casa del Señor
Terres, se había transformado completamente, sin que interviniera
mano alguna.
Los
peregrinos la miraban y no podían explicarse el atractivo de esta
figura.
Muchos
fueron testigos de que Filomena abría y cerraba sus ojos cuando
ellos se arrodillaban delante del altar, a orar ante ella.
Mariana
Masucci, se negó a creer tal cosa, diciendo: “Si ella muestra esas
maravillas a otros, por qué no a mí”.
En
ese momento Filomena abrió sus ojos, miró severamente a Mariana y
los cerró nuevamente.
***La
gran mística y vidente, la Beata Ana María Taigi, la ama de casa a
quien incluso los Cardenales debían esperar a ser atendidos hasta
que terminara de dar de comer a su esposo y familia, venían a verla
por sus dones de profecía, era una gran devota de Santa Filomena y
diariamente la rezaba.
Un
poco antes de su muerte cuando su nieta Pipina se desprendió la
pupila concluyendo los doctores que era incurable, la Beata Ana María
mojó su dedo en el aceite de las lámparas que alumbran las
reliquias de Santa Filomena y se lo aplicó al ojo herido de su
nieta, quedando instantáneamente curada.
***Igualmente
una madre utilizó el aceite de las lámparas para aplicárselo a los
ojos de una niña ciega, quedando curada al día siguiente. Esto
convirtió a Santa Filomena en una intercesora muy popular, por lo
que llevó al Obispo Di Cesare a enviar por toda Italia como
reliquia, el polvo de los huesos de Santa Filomena, sin embargo, por
más que lo enviaba, éste no se agotaba, sorprendiendo sobremanera
al Obispo, y reportó este hecho al Vaticano, a la Congregación de
los Ritos, mismo que realizaron una prueba enviando al mismo tiempo
el polvo de los huesos de otro santo.
Después
de un tiempo, el polvo del otro santo se terminó, pero el de Santa
Filomena, lejos de disminuir, al contrario, aumentó.
Este
milagro ocurrió precisamente ante la mirada de obispos y cardenales
en el mismísimo Vaticano reconocido y pregonado por la Congregación
de los Ritos.
***Paulina
Jaricot, una misionera laica
En
medio de los incontables milagros de Santa Filomena, fundadora de la
Obra Pontificia de la Propagación de la Fe.
Paulina
nació en Lyon (Francia), en 1799. Era la última de una familia de
ocho hijos. Sus padres eran dueños de una empresa dedicada a la
fabricación de seda. Pertenecían a la alta sociedad de Lyon.
De
pequeña, Paulina se relaciona de muy buena gana con este ambiente
burgués. Luciendo vestidos de moda, de baile en baile, nada parece
indicar lo que sería su vida.
“Me
decían que era guapa, y había que estar muerta para permanecer
insensible a los halagos y zalamerías de los jóvenes que me
rodeaban”, escribe Paulina.
A
los 17 años, asiste al primer domingo de Cuaresma, vistiendo una
elegante tenida de tafetán azul claro, almidonado, ricamente bordado
en blanco, un sombrero de paja de Italia, adornado con rosas y
llevando sus cabellos completamente rizados.
Escuchando
las palabras del sacerdote, que predica sobre las “ilusiones de la
vanidad”, Paulina se reconoce en la imagen que dibuja el
predicador. De inmediato rompe con sus hábitos de lujo y riqueza.
Una
voz le dice con fuerza que no debe ser religiosa; se mantiene laica,
pero muy comprometida con la iglesia y los pobres.
Con
una sencillez admirable, inicia en 1818, la colecta de la “chaucha
semanal” pidiéndole a los obreros de Lyon que donaran un centavo a
la semana para las misiones, que daría a la iglesia la base
económica de las misiones del siglo XIX, llegando a ser la fundadora
de la Asociación por la Propagación de la Fe.
Una
enfermedad la obligó a suspender sus actividades y aprovechó para
escribir el tratado: “El Infinito Amor de la Divina Eucaristía”.
Concibió
también la idea del Rosario Viviente, que reunió rápidamente
doscientos mil miembros.
En
1832, se enfermó de gravedad, tanto es así, que la creyeron a las
puertas de la muerte. Es en estas circunstancias que algunos hermanos
de la Orden de San Juan de Dios, recorriendo el país para recolectar
donaciones en beneficio de los incurables, enfermos mentales y
epilépticos pobres, llaman a la puerta de los Jaricot, que eran
conocidos por su generosidad.
Al
informarse de la grave enfermedad de la hija menor de esta familia,
los hermanos invitan a los padres a confiar y pedir su sanación a
Santa Filomena, que obra tantas maravillas.
Al
oír eso, Paulina comenzó enseguida una novena a Santa Filomena… y
su salud mejoró inmediatamente. Ya podía sentarse, dar algunos
pasos, escribir…Pero, poco después, tuvo una recaída, y los
doctores advirtieron a los padres, que podría morir en cualquier
momento.
El
último deseo de la enferma era ir con su familia a Mugnano, donde se
veneraban las reliquias de la Santa.
Después
de mucha oración, Paulina consultó con su médico sobre la
posibilidad de una peregrinación. El doctor pensó que el
sufrimiento había afectado su mente… Pero ella quería una
respuesta enseguida…El doctor le contestó: “No hemos podido
hacer nada para sanar su enfermedad- y dirigiéndose a sus familiares
les dijo – Déjenla hacer la peregrinación… no irá lejos. Es
demasiado para ella”.
Es así como Paulina, acompañada de su capellán, una sirvienta y una amiga, emprendió su viaje, tendida en una camilla.
Pálida, casi moribunda, llegó a Paray-le Monial. Pasó todo el día en la capilla de la Visitación, donde Jesús había revelado los secretos de su Sagrado Corazón a una humilde religiosa de la Visitación.
Es así como Paulina, acompañada de su capellán, una sirvienta y una amiga, emprendió su viaje, tendida en una camilla.
Pálida, casi moribunda, llegó a Paray-le Monial. Pasó todo el día en la capilla de la Visitación, donde Jesús había revelado los secretos de su Sagrado Corazón a una humilde religiosa de la Visitación.
Terminada
la peregrinación, anunció a sus acompañantes que quería seguir a
Roma, para recibir la bendición del Santo Padre y su aprobación
para El Rosario Viviente. Emprendieron, pues, la segunda etapa del
viaje.
Cuando
se acercaron a los Alpes, donde debían pasar la frontera, tanto era
su agotamiento, que parecía que iba a morir. Pero ¡no…!
Se recuperó y ordenó continuar el viaje que duraría semanas. Esto ocurrió en abril de 1835.
Se recuperó y ordenó continuar el viaje que duraría semanas. Esto ocurrió en abril de 1835.
Todos
los días asistía a Misa, hablaba muy poco y luchaba por conservar
su fortaleza.
Antes
de llegar a Roma, tuvo un ataque al corazón, del que parecía
imposible recuperarse; además ardía en fiebre.
Al llegar al convento del Sagrado Corazón, en Trinitá dei Monti donde se iban a alojar, estaba tan enferma, que el Papa Gregorio XVI al saber de su estado, de su heróica peregrinación, y conociendo su celo apostólico, vino a verla privadamente para darle su bendición, y le pidió que rogara por él, cuando llegara al cielo.
-”Sí, Santo Padre- le dijo Paulina – pero si al volver de Mugnano, voy a pie a Roma, completamente curada, ¿consideraría usted, la causa de Filomena?
-Sí, hija mía -replicó el Papa- porque ese sería, sin duda, un milagro de primera clase”…
Al llegar al convento del Sagrado Corazón, en Trinitá dei Monti donde se iban a alojar, estaba tan enferma, que el Papa Gregorio XVI al saber de su estado, de su heróica peregrinación, y conociendo su celo apostólico, vino a verla privadamente para darle su bendición, y le pidió que rogara por él, cuando llegara al cielo.
-”Sí, Santo Padre- le dijo Paulina – pero si al volver de Mugnano, voy a pie a Roma, completamente curada, ¿consideraría usted, la causa de Filomena?
-Sí, hija mía -replicó el Papa- porque ese sería, sin duda, un milagro de primera clase”…
En
realidad el Papa, condescendió con facilidad, porque estaba
persuadido de que moriría luego. Alentada y con esta promesa,
Paulina, una vez más emprendió con valentía el viaje a Mugnano.
Cuando
llegaron a Nápoles, estaba tan débil, que ni siquiera podía
hablar. Sus acompañantes quisieron detenerse, pero ella con el dedo
indicó que había que seguir adelante. Cumplieron su último deseo,
avanzando lentamente..
Llegaron
a Mugnano el 8 de agosto de 1835, cuando todo el pueblo estaba
alborotado por los preparativos para la festividad del 10.
La
intención de Paulina Jaricot, no era obtener la sanación de su
cuerpo, como lo podríamos creer, sino que quería obtener gracias
para su alma y para sus asociaciones apostólicas.
Al
ver su moribunda apariencia, cuando la llevaron a la iglesia en su
camilla, la gente pidió a Santa Filomena la sanación de esta
heróica peregrina.
Los
exuberantes napolitanos empezaron a emplazar a la Santa golpeando su
altar, diciéndole:”¿Nos escuchas Filomena?
¡Si
no la sanas enseguida, no te rogaremos más! ¡No tendremos nada más
que ver contigo! ¡Tanto peor para ti, gran santa, si no haces lo que
te pedimos, porque mantendremos nuestra palabra!”.
Gritaban
tan fuerte, que si Filomena no estaba vencida, Paulina, sí lo
estaba…
Tuvieron
que decir a los gritones que la enfermita les rogaba que oraran más
bajo… pero nada sucedió, ni tampoco el día siguiente.
Llegó
el día de la fiesta. En el momento de la comunión, Paulina,
experimentó una temerosa angustia en su corazón, que latía como si
fuera a romperse…, se desmayó del dolor, y parecía que estaba
muerta.
Sus
acompañantes, esta vez perdieron toda esperanza, pero los
napolitanos no dejaron de manifestar su impaciencia.
A
esta altura, intentaron llevar a Paulina, fuera del templo, en su
camilla, con sus ojos velados de muerte, pero ella, con un supremo
esfuerzo, pudo señalar que deseaban que la dejaran donde estaba.
En
aquel momento, lágrimas comenzaron a rodar bajo sus párpados, sus
mejillas se sonrojaron, sus heladas manos y pies empezaron a sentir
un nuevo calor, su alma que estaba en un estado de desolación, se
llenó de una alegría del cielo… tanto es así que pensó que el
cielo había comenzado.
Fue
entonces cuando se dio cuenta que estaba sanada. Sin embargo se
encontraba tan agotada y débil, tan emocionada por todo lo que había
vivido, que no se atrevió a manifestar la menor señal, temiendo la
reacción de triunfo emocional que podía despertar en la asamblea.
En
la tarde, después de la bendición al Santísimo, se sintió más
fuerte…No había ninguna duda del milagro.
El
Padre, Don Francesco, ya anciano, que conocía a Filomena desde hacía
años, quiso comprobar por sí mismo la sanación.
La
noticia se difundió, como reguero de pólvora:
¡La
peregrina francesa caminaba, completamente sana!.
Santa
Filomena le había devuelto la salud, la fortaleza y el vigor de una
nueva juventud.
Las
campanas replicaron; todos los habitantes de Mugnano estaban
alborotados, y Paulina era el centro del remolino de gratitud.
Paulina
inició el viaje de regreso a Roma, pidiendo permiso de que no se le
avisara al Santo Padre de su curación.
Cuando
entró a los aposentos del Santo Padre sin ser anunciada, éste
sorprendido exclamó :
“Eres
tú o eres una aparición, ésta es realmente mi hija Paulina, o es
su espíritu que se ha levantado de su tumba o es que realmente ha
intercedido a tu favor la Santa Niña Mártir”
Cómo
demostración de su curación el Santo Padre le pide a Paulina que
corra por los pasillo del Vaticano, y tanto corrió que los mismos
Cardenales le decían al Papa Santo Padre: Los pasillos del Vaticano
no se hicieron para correr, a lo que les contestó “si está viva
entonces déjenla correr.”
Le
pidió que permaneciera en la ciudad por un año, para que su
sanación pudiera ser completamente investigada. Paulina obedeció.
Durante
su permanencia en el corazón de la Cristiandad, Paulina se puso más
animosa y misionera que nunca.
El
Papa mantuvo su promesa, y dio a Santa Filomena el título de
“Patrona del Rosario Viviente”, que Paulina Jaricot había
iniciado en Francia.
El
30 de enero de 1837, el Papa Gregorio XVI, instituyó una fiesta
especial en honor de Santa Filomena, con una lectura propia insertada
en el Breviario. Más tarde, un oficio especial fue compuesto en
honor de la Santa por orden del Papa Pío IX y, en 1862, se la coronó
como: “Patrona de los Hijos de María”.
Cuando
Paulina Jaricot volvió a Francia, construyó en su propiedad una
capilla en honor a Santa Filomena, que era una reproducción en
miniatura de la Iglesia de Mugnano, la cual poco a poco se llenó de
placas recordatorias, testificando los milagros obtenidos.
Estando
en contacto con el Santo Párroco de Ars, Paulina compartió con él
parte de las reliquias, que había traído de Mugnano.
Este
santo sacerdote fue rápidamente un fervoroso devoto de Filomena y le
levantó un altar en su iglesia.
Por
su heróica pobreza, penitencia, fe y caridad, el Santo Cura de Ars
había transformado a su parroquia; allí realizaba grandes
conversiones y milagros, en especial a través del Sacramento del
Perdón…
Para
evitar el culto hacia su persona, decía que todas las maravillas que
sucedían eran obra de Santa Filomena.
A
las personas que lo venían a ver, de todas partes del país, para
confesarse o pedir consejos, les decía:
“Vayan
a Santa Filomena, cualquier cosa que le pidan, ella lo conseguirá de
Dios”.
De
hecho, no se puede negar que en varias oportunidades, Santa Filomena
se manifestó en la vida del Santo Párroco de Ars, sanándolo a él
y a algunos de sus feligreses.
Al
inicio del trabajo sacerdotal de San Juan María de Vianney, mejor
conocido como el Cura de Ars, enfermó gravemente de pulmonía doble,
a grado tal de recibir la extremaunción, con su último aliento, el
Cura de Ars pidió se celebrara una misa en honor a Santa Filomena
pidiéndole su intercesión, y al día siguiente estaba completamente
reestablecido.
El
Cura de Ars incluso llegó a declarar “Nunca le he pedido algo a
Santa Filomena que no me lo haya cumplido”, se llegaron a contar en
la Iglesia del Cura de Ars 14 milagros por semana por su intercesión.
Otro
milagro en la iglesia del Cura de Ars a través de Santa Filomena se
le otorgó a un niño mudo y paralítico.
Sus
padres llevaron al niño a ver al Santo Cura de Ars y al parase en el
atrio de la iglesia, el Cura deteniendo su clase de catecismo les
dijo:
“Pobres
hijos míos, vienen de tan lejos para buscar algo que tienen en casa,
su fe es muy grande”.
Al
terminar su clase, el Cura les pidió que se arrodillaran ante la
imagen de Santa Filomena y que le pidieran la intercesión de la
Virgen María.
De
pronto se escuchó un gran ruido de sillas rechinando contra el piso:
el padre se había desmayado al escuchar decir a su hijo mudo desde
nacimiento:
“Es
bella, es bella”, y el niño desde ese momento quedó curado de
todas sus enfermedades.
Santa
Filomena escogió a su campeón en la figura de su sacerdote
desparpajado de un pequeño pueblo que tenía corazón de niño pero
valiente como ella para ayudarlo a cumplir sus deberes y proteger su
humanidad al preservarlo de conocer sus propios poderes de
intercesión ante el Señor.
Es
evidente, que Filomena y el Santo Párroco de Ars, formaban una dupla
maravillosa, y eso favoreció también, el culto de la pequeña
mártir.
***Fray
Andrecito y Santa Filomena
El
culto a Santa Filomena, empezó en Chile en 1840. En especial a
través del Siervo de Dios Fray Andrés Filomeno García, más
conocido como Fray Andrecito.
Fray
Andrecito, tuvo una especial devoción a nuestra Santa y le atribuía
numerosos milagros; a la gente que acudía a él, por algún favor o
sanación, él la dirigía a Santa Filomena.
Con
su vida permanente de limosnero, la dio a conocer en todos los
ambientes de la capital y extendió su culto también en la
provincia.
Fue
el Padre Pedro Ignacio Castro Barros, argentino refugiado, uno de los
próceres de la emancipación política de la provincia del Río de
la Plata, quien dio a conocer las virtudes y martirios de Santa
Filomena, a Fray Andrecito en Chile.
Fray
Andrecito primero escuchó, después leyó y meditó y quedó como
deslumbrado.
Desde
entonces, toda su vida estuvo bajo el signo de Santa Filomena, al
igual que el Santo Párroco de Ars.
Desde
ese día Fray Andrecito la escogió por inseparable compañera de sus
pensamientos y trabajos. Dice un contemporáneo de Fray Andrecito:
“Todo,
todo se lo atribuía a su santa protectora, de quien todo lo
esperaba, a quien todo lo pedía y de quien todo lo alcanzaba”.
En
las diversas curaciones y en otros favores que dispensaba a los
fieles, a menudo se escudó detrás de la Santa, de tal manera, que
él parecía ser simple instrumento del favor y valer de su patrona.
En
su oficio de limosnero, llevaba siempre al descubierto la imagen de
la ilustre virgen. La llamaba “la santa” o “la chinita”,
empleando el chilenismo en su sentido más familiar y cariñoso.
Aquí
transcribimos una página de la editorial Salesiana sobre Fray
Andrecito:
“Con
limosnas dadas por los fieles, Fray Andrecito hizo construir una
altar de la Santa. Encargó a París una vestimenta preciosa, que
llegó después de su muerte.
También
fundó una capellanía para perpetuar el culto de la Santa.
Para
fomentar su devoción, celebró triduos y novenas.
Compuso
varios versos en su honor y dejó resumida la vida de la Santa en un
romance.
Hizo
reimprimir varias veces su vida y la novena. Dos veces al año
celebraba, con gran solemnidad, su fiesta.
Para
solventar los gastos fundó una cofradía en la cual se inscribieron
muchas señoritas. Ellas se sentían muy honradas en ser llamadas
“Hermanas de Santa Filomena”.
Por
lo que se ve, Fray Andrecito aprovechó su devoción a la Virgen como
un medio de apostolado, atrayendo así a las almas al ejercicio de
las virtudes cristianas.
“¡Es
Santa Filomena que me manda!”, decía, al presentarse de repente en
una casa en donde nadie había pensado en llamarlo, donde había un
enfermo que agonizaba.
"¡Encomiéndense
a la Santa!"Llegó a Santiago un pintor quiteño que trajo un
gran óleo de Santa Filomena en el que ella está representada junto
a los elementos de su martirio.
Fray
Andrecito quiso tenerlo a todo precio. Pero el quiteño le pidió
demasiado: cinco onzas de oro.
¿De
dónde sacarlas? En vano solicitó rebaja; el otro mantuvo el precio.
Comenzó
entonces a pedir limosnas, pero había necesidades más urgentes que
atender: había que pagar una fuerte suma, que ascendía a algunos
miles, por distintos encargos hechos en Europa, de ricos ornamentos,
candelabros y otros objetos, para el culto de Santa Filomena.
También
se había comenzado la refacción del convento y el término del
templo. Tampoco se podían descuidar varias escuelas que sostenían
con sus limosnas.
Transcurrió
más de un año; en vano Fray Andrés pasaba por la tienda del
quiteño.
Al
fin éste le dijo: “Mire, Padre, ya ve que estoy empacando.
Dentro
de dos días salgo a Valparaíso, y de ahí al Ecuador.
Si
para entonces no me trae las cinco onzas, el cuadro estará perdido
para usted”.
“Apenas
Fray Andrés oyó esto, salió a la calle en busca de dinero.
Inútilmente
anduvo de puerta en puerta: parecía que los corazones se habían
endurecido.
Al
caer la tarde, perdida casi la esperanza, se dirigió a la casa de
Doña Rosario Cerda, a quien, como último recurso, pidió le
facilitara el dinero, prometiendo que luego se lo devolvería.
Obtiene
la plata, vuelve a la tienda del quiteño, pero, al llegar a la Plaza
de Armas, le sale al encuentro un caballero desconocido que le dice:
“Fray
Andrés, tome estas cinco onzas que le estoy debiendo a Santa
Filomena”.
“¡Encomiéndense
a la Santa!” Eran las palabras que siempre tenía en los labios
cuando se trataba de alcanzar algún alivio o remedio para alguna
necesidad.
Así
Fray Andrés era la escala por donde se subía a Filomena, y por
Filomena a Dios, y de allí descendían a raudales las bendiciones”.
Al
igual que en Italia, en Francia derramó numerosas bendiciones.
En
Chile los favores recibidos de Santa Filomena son incontables.
***Sanación
de una niña encorvada
La
primera obra sobre Filomena en Chile
En
esta obra el sacerdote Ruperto Marchant (escrita en la séptima
edición de 1898), habla de centenares de milagros, de los cuales
presenta, en forma detallada, una cuarentena.
“En
1862, una niña de 7 años, hija de José Miguel González y Salomé
Cerda, sufrió una enfermedad que afectó su columna vertebral, lo
que la obligó a encorvarse más y más, teniendo que caminar apoyada
en sus manos.
La
medicina se declaró impotente. Una noche, la mamá, oyó que la niña
la llamaba:
“-Mamá,
mamá, aquí está Santa Filomena, y me dice que si quieres verme
sana, es preciso que hagas celebrar en la parroquia una novena en su
honor y que me cambies el nombre de Emperatriz del Rosario, por María
Filomena”.
“La
mamá, dudaba en creer, pero a la mañana siguiente, llegó a la
puerta de calle, una señora pobre, que entregó a la empleada un
pequeño libro, para llevarlo a la mamá de la enfermita.
La
mamá vio con asombro que era la historia de la “Vida y milagros de
Santa Filomena”.
“Cumplieron,
pues, lo de la novena en la parroquia, y el cura párroco Don Miguel
Prado, le administró el Sacramento de la Confirmación, cambiándole
el nombre de Emperatriz Rosario, por el de María Filomena.
Al
llegar a su casa, la niña estaba perfectamente sana.
“Cuenta
este hecho, el presbítero Don Samuel González cura de Curicó,
hermano mayor de la niña curada milagrosamente”.
***El
hombre que muere reconciliado con Dios
“En
1892, se presentó una mañana en el Santuario, una anciana y
respetable señora, verdaderamente desesperada por la conducta
indigna de su hijo que, entregado a la bebida, dilapidaba la
cuantiosa herencia de que debía ser único heredero.
Imposible
pintar la amargura de aquella madre que, en sus clamores a la Santa,
llegó a decirle:
“Prefiero
verlo muerto antes que entregado a tal vicio”.
Como
el sacerdote trató de calmarla, haciéndole algunas reflexiones,
ella con un grito del alma volvió a repetir:
“Lo
que te he dicho, poderosa Santa; prefiero verlo muerto!…”
Dios
no desoye nunca a los justos clamores de las madres y, en su recta y
severa justicia, recoge siempre las lágrimas que hacen verter sus
hijos; aquella misma noche después de dos meses de ausencia, el
desgraciado joven, cuyo paradero ignoraba, llegó a la casa en
completo estado de ebriedad.
Al
día siguiente, el sacerdote se hallaba a la cabecera.
Cuatro
días después, el desdichado, luego de haberse reconciliado con Dios
e implorado el perdón de su madre, iba a presentarse ante el Supremo
Juez”.
***María Luisa y Gil
son
nativos de la Habana, cumplió 59 años el 19 de agosto de 1974, y
experimentó una situación que sólo se podía explicar con la ayuda
de la santa: A los 11 años de edad, Gil se encontraba en el colegio,
el cuál le pertenecía a su familia; en ese tiempo, se encontraba en
el sexto nivel de educación primaria.
Un
día, una compañera que sufría de obesidad estaba muy emocionada
saltando en el patio, cuando de repente se tropieza y al caer todo su
peso se concentra en el dedo gordo de uno de sus pies. El impacto del
golpe fue tan fuerte que casi le destrozó el dedo; sin embargo, lo
más notable de la situación era la abundancia de sangre. La herida
fue empeorando, hasta mostrarse síntomas de gangrena.
Cuando
estaba en reposo, el doctor le dijo a su madre que si el dedo seguía
igual iba a ser necesario amputarlo antes de que los efectos de la
gangrena se extendiesen hacia los otros. Esa misma noche, su tía fue
y le contó sobre Santa Filomena, incluyendo todos
los
milagros
que
esta le había concedido.
Tal
como le recomendó, Gil empezó a rezar, pidiendo por los órganos de
su cuerpo. Cuando el doctor fue a revisar el pie a primera hora de la
mañana, el dedo que debían amputar se encontraba en un óptimo
estado. El dolor fue aliviado y el tamaño disminuyó enormemente.
Toda la familia estaba contenta por los resultados.
***El impresionante milagro de
Letizia:
Accurzo
Letizia actualmente tiene 20 años; nació el 15 de abril del 1999,
en Bosgaro, Avellino. Esta joven relata la historia de cómo, gracias
a Santa
Filomena, pudo
resolver aquello que la atormentaba y frustraba a los siete años de
edad cuando, según ella, dejó de ser normal, para convertirse en
alguien completamente denigrada por la sociedad:
Cuando
tenía 7 comenzó a presenciar dificultades para caminar, y siguieron
apareciendo hasta que quedó inmóvil. Los médicos la revisaron y
diagnosticaron una parálisis infantil irreversible; tanto los
tratamientos médicos como los remedios caseros eran totalmente
inútiles.
En
medio de la frustración y desesperanza, llegó un rayo de luz. Ella
recuerda que su madre la había llevado al Santuario de Santa
Filomena en
Mugnano del Cardinale. Ahí expresó su devoción y entregó toda mi
fe a su nombre. Unos días después empezó a sentir los dedos de sus
pies, toda la familia se emocionó y los doctores aceptaron que fue
un milagro.
Desde entonces no ha tenido dificultades para caminar.
***Otro
milagro, también distinto de sanar enfermedades, sucedió, por medio
de Santa Filomena, cuando accidentalmente se rompió el mármol con
el que se estaba revistiendo su urna, y el arquitecto, hombre
profesional en su oficio, no conseguía reparar dicha rotura, pero
aconteció, según testigos, que la mano de la santa se vio guiando a
la del arquitecto, cuando estaba reparando la losa de mármol,
logrando que esta recobrará toda su integridad, antes visiblemente
rota.
***(De
la lámpara que esta encendida frente a las reliquias de Santa
Filomena). En el libro las Rosas de Santa Filomena de St. Elizabeth
Seton consta que una mujer recobró la vista, después de tres años
de sufrir una enfermedad en sus ojos que le causaba tanto dolor que
no podía ni comer, ni dormir.
¿Cómo
se originó esta devoción? Sucedió así:
En
la octava de la traslación del Relicario de Santa Filomena a
Mugnano, una mujer de Avella llena de fe en Dios, metió su dedo en
el aceite de la lámpara que estaba encendida delante del altar de la
santa, y ungió los ojos de su niño ciego. Inmediatamente el niño
recobró la vista, ante el asombro de todos los que se encontraban
presentes.
***
Santa Filomena ha curado instantáneamente a mucha gente. Me detengo
en dos casos importantes.
El
primero es el de una mujer llamada Giovanna Cescutti residente en
Venecia. Esta joven estuvo postrada más de 10 años sufriendo
espantosos dolores.
Antonio
Mugnana vecino de la misma ciudad ayudaba a la joven en sus
padecimientos. Una noche la vió tan mal que pensó que ya había
muerto. Empezó entonces a rezar una oración a Santa Filomena e
inmediatamente la muchacha se incorporó y le manifestó a
Mugnana que estaba perfectamente sana.
Esta
sanación causó gran revuelo y está confirmada por médicos
respetables.
El
segundo es el de María Gesualda Carelli vecina de Roma. Esta mujer
no podía comer ni abrir los ojos. Alguien le puso en su cuerpo una
imágen de Santa Filomena, e inmediatamente se levantó y dijo con
emoción infinita: Estoy curada.
Esta
sanación también está confirmada por personas correctas.
Estos
dos ejemplos demuestran que para Santa Filomena no hay nada
imposible. Dios la ha reservado para esta época donde la Princesita
tiene mucho que hacer. Solo espera que la invoquen y confíen en
Ella.
Bendiciones,
José Gabriel Agesta.
Pueden
compartir la nota respetando la Fuente y el Texto.
*** Existe una historia
de un misionero muy devoto de Santa Filomena. Su nombre era Di Netta.
Con un grupo de compañeros se embarcó en el mar hacia una misión
que tenía pendiente. Al poco tiempo de partir hacia el objetivo, se
desató una tormenta peligrosa que ponía en riesgo la vida de los
navegantes. Era tan furioso el temporal que los compañeros de Di
Netta lloraban invadidos por el pánico. No obstante Di Netta
permaneció impasible y les dijo: Vamos a llegar sanos y salvos
porque he hecho una promesa a Santa Filomena. Le he dicho que si nos
salva, ofreceré una misa en su honor. Dicho esto, se hizo completa
calma, y la tormenta cesó como por encanto. Lo más asombroso es que
aquel grupo de personas afirma haber visto en el mar a una
hermosísima niña cuando cesó la tempestad. Todos sabían que era
Santa Filomena.
Como puedes ver, las obras de
la Princesa son maravillosas.
Conocer a Santa Filomena es
una gran bendición y un ahorro de tiempo impresionante. Dejas de
lado métodos y fórmulas humanas que producen pocos resultados, y te
dejas guiar por la sabiduría de la Princesa. Ella te habla
preferentemente a través de tu voz interior, la escritura intuitiva
y el silencio. Aunque también habla cuando Ella quiere y donde
quiere.
Bendiciones, José Gabriel
Agesta.
Pueden compartir la nota
respetando la Fuente y el Texto.
*************************************************************
ORACIONES
A SANTA FILOMENA
Aquí
hay diferentes oraciones con las que se puede rezar y pedir a Santa
Filomena :
ORACIÓN
I
Oh
fiel virgen y gloriosa mártir,
Santa Filomena, que haces tantos milagros.
en nombre de los pobres y los que sufren,
ten piedad de nosotros
Santa Filomena, que haces tantos milagros.
en nombre de los pobres y los que sufren,
ten piedad de nosotros
Conoces
la multitud y diversidad de nuestras necesidades.
Míranos a tus pies
llenos de miseria, pero llenos de esperanza.
Míranos a tus pies
llenos de miseria, pero llenos de esperanza.
Te
suplicamos tu caridad, oh gran santa.
Con gracia, escúchanos y obtén de Dios
una respuesta favorable a las solicitudes que
ahora humildemente ponemos delante de ti.
Con gracia, escúchanos y obtén de Dios
una respuesta favorable a las solicitudes que
ahora humildemente ponemos delante de ti.
(menciona
tus solicitudes)
Estamos
firmemente convencidos de que a través de tus méritos,
a través del desprecio, los sufrimientos y la muerte que soportaste,
unidos a los méritos de la Pasión y la Muerte
de Jesús tu cónyuge, obtendremos lo que te pedimos,
y en la alegría de nuestros corazones bendeciremos a Dios
quien es admirable en sus santos.
a través del desprecio, los sufrimientos y la muerte que soportaste,
unidos a los méritos de la Pasión y la Muerte
de Jesús tu cónyuge, obtendremos lo que te pedimos,
y en la alegría de nuestros corazones bendeciremos a Dios
quien es admirable en sus santos.
Amén.
ORACIÓN
II
¡Oh
Gloriosa Santa Filomena, Virgen y Mártir!, ejemplo de fe y
esperanza, generosa en la caridad, a Vos suplico, escuchad mi
oración. Desde el cielo donde reináis, haced caer sobre mi toda la
protección y auxilio que necesito en este momento en que mis fuerzas
enflaquecen. Vos que sois tan poderosa junto a Dios, interceded por
mi y alcánzadme la gracia que os pido (mencione la gracia que desea
recibir).
¡Oh
Santa Filomena!, ilustre por tantos milagros, rogad por mí. No me
abandonéis, jamás dejéis de mirar como un rayo de esperanza sobre
mí y mi familia. Apartad de mí las tentaciones, dad paz a mi alma y
bendecid mi casa. ¡Oh Santa Filomena!, por la sangre que
derramasteis por amor a Jesucristo, alcánzadme la gracia que os pido
(repita ahora su petición).
Rezar
un Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Santa
Filomena, ayúdadme a alcanzar la gracia. Te prometo que seré tu
devoto y que manifestaré a otros necesitados lo milagrosa y
bondadosa que eres. Amén.
ORACIÓN
III
Fiel
y gloriosa Virgen, que desde el cielo, donde reposas, derramas sobre
la tierra tantas finezas: bendigo al Señor por la gloria y el poder
con que te corona hoy día. Dígnate, amable santa, hacer que yo
sienta los efectos de tu amparo y logre todas las gracias que tanto
necesito. Amén. ¡Oh Dios, bendito seáis eternamente en vuestros
santos!
ORACIÓN
DE SÚPLICA
Postrado
ante vuestros pies, oh grande y gloriosa Santa, vengo a presentarte
mi fervorosa oración; acógela benignamente y obténme las gracias
que me son necesarias.Tengo un corazón atribulado. Siento fuertes
los golpes del dolor. La desventura me oprime. Recurro, pues, a
vuestro auxilio. Ayúdame y mira mi oración.
Santa
Filomena, ruega por mí.
Gloria al Padre ...
Gloria al Padre ...
Fatigado
y sin consuelo, privado de esperanza, sólo y oprimido por las
tribulaciones, espero ser por Vos atendido.
Santa
Filomena, ruega por mí.
Gloria al Padre ...
Gloria al Padre ...
Reconozco
que fueron mis grandes pecados la causa de tantas desventuras.
Obténme de Jesús lo perdido y abrázame en su santo amor.
Santa
Filomena, ruega por mí.
Gloria al Padre ...
Gloria al Padre ...
Ve
cuántas gracias me son necesarias y no me abandonéis. Vos que sois
tan poderosa junto a Dios aleja de mí la tristeza y la desolación,
da paz a mi alma, protégeme de los peligros y líbrame de los
castigos del Señor; bendice a mi casa, a mi familia, a tus fieles
devotos y alcánzame la gracia que necesito (mencionar la gracia).
Gloriosa
Santa Filomena, no me abandones y ruega por mí.
Gloria al Padre ...
Gloria al Padre ...
Por
vuestros sufrimientos, alcánzanos de Dios la misericordia. Amén.
ORACIÓN
IV
¡Oh!,
gloriosísima, Virgen Santa María, madre eterna de tus fieles
devotos, intercede por mí, en procura del perdón de mis pecados,
ante Dios nuestro universal Señor, escucha mis oraciones, que te
ofrendo, con tanta humildad, en las que te pido, con fe, ser sanado
de esta grave enfermedad,________, que azota a mí ya cansada
humanidad, y te suplico, igualmente lleno de humildad, Santa Virgen
otórgame la bendición de sanación. Amén.
¡Oh!,
Santísima Virgen Santa María, te ruego, que permitas que Santa
Filomena, tu hija predilecta, intervenga en mí, con el poder del
Espíritu Santo, para que me cure de este terrible mal,_______, que
es un quebranto que no me deja vivir, Santa Filomena, milagrosa,
ayúdame, te imploro, a dejar de sufrir de esta dolorosa
enfermedad,________, obra en mí tu poderosa bondad, para que cese
del todo este mal, con fe, gracias te doy. Amén.
Oración
al cordón de Santa Filomena
El
Cordón de Santa Filomena debe estar hecho con hilo de algodón o de
lana y debe ser de color blanco y rojo. En una de las puntas debe
llevar dos nudos en honor a la Virginidad y al Martirio de la Santa.
Se utiliza debajo de la ropa como un cinto. El Cordón de Santa
Filomena es simultáneamente un Símbolo y una Oración. Es un
símbolo porque nuestra intención al usarlo es atarnos a Santa
Filomena con una devoción sincera.
El
cordón de Santa Filomena, a diferencia del de San José y el de
Santo Tomás de Aquino, no simboliza una Confraternidad; es
únicamente una observancia de devoción.
Quienes
llevan puesto el Cordón de Santa Filomena deben recitar la siguiente
oración diariamente:
ORACIÓN
¡Oh Santa Filomena!,
Gloriosa
Mártir de Fe y Pureza, otórgame la misma fortaleza de espíritu que
te capacito para resistir las agresiones más terribles; concédeme
tu amor ardiente por Jesucristo que los más atroces tormentos no
pudieron extinguir, para que, al llevar puesto tu Cordón y al
imitarte en la tierra, pueda yo ser coronado contigo en el Cielo.
Amén. Para todas las almas fieles que han dedicado a Santa Filomena
una devoción especial, este es un medio para demostrar su amor. Esta
Santa obradora de milagros protegerá a sus devotos que usan su
Modo
de rezar la Coronita
En
la Cruz rezar: un Credo
En las cuentas Blancas rezar: tres Padre Nuestros a la Santísima Trinidad en honor de su pureza,
En las cuentas Rojas en honor de los trece años que vivió la Santa, la siguiente oración"
Salve Oh Santa Filomena quien despues de María eres mi mediadora con el Divino esposo intercede por mi ahora y en la hora de mi muerte, Santa Filomena, Amada hija de Jesus y Maria, ruega por nosotros que recurrimos a Ti.
que puede sustituirse por trece Ave Marías y entre cada Ave María rezar:
"Santa Filomena por la sangre que derramaste por amor a Jesucristo, alcánzame la gracia que te pido."
y en la Medalla: Rezar:
Salve Oh Ilustre Santa Filomena que Valientemente ofrendaste tu sangre por Cristo, bendigo al señor por todas las gracias que te concedio durante tu vida especialmente a la hora de la muerte. lo alabo y glorifico por el honor y poder con el cual te coronó, e imploro a ti el obtener para mi las gracias que te pido por medio de tu intercesión Amen
Letanías de Santa Filomena
(compuestas por el Santo Cura de Ars, San Juan Bautista María Vianney)
En las cuentas Blancas rezar: tres Padre Nuestros a la Santísima Trinidad en honor de su pureza,
En las cuentas Rojas en honor de los trece años que vivió la Santa, la siguiente oración"
Salve Oh Santa Filomena quien despues de María eres mi mediadora con el Divino esposo intercede por mi ahora y en la hora de mi muerte, Santa Filomena, Amada hija de Jesus y Maria, ruega por nosotros que recurrimos a Ti.
que puede sustituirse por trece Ave Marías y entre cada Ave María rezar:
"Santa Filomena por la sangre que derramaste por amor a Jesucristo, alcánzame la gracia que te pido."
y en la Medalla: Rezar:
Salve Oh Ilustre Santa Filomena que Valientemente ofrendaste tu sangre por Cristo, bendigo al señor por todas las gracias que te concedio durante tu vida especialmente a la hora de la muerte. lo alabo y glorifico por el honor y poder con el cual te coronó, e imploro a ti el obtener para mi las gracias que te pido por medio de tu intercesión Amen
Letanías de Santa Filomena
(compuestas por el Santo Cura de Ars, San Juan Bautista María Vianney)
Señor,
ten piedad de nosotros.
Jesucristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, óyenos.
Jesucristo, atiéndenos.
Padre Celestial, que eres Dios, ten piedad de nosotros.
Hijo de Dios, Redentor del Mundo, ten piedad de nosotros.
Espíritu Santo, que eres Dios, ten piedad de nosotros.
Trinidad Santa, que eres un solo Dios, ten piedad de nosotros.
Santa María, Reina de las Vírgenes, ruega por nosotros.
Santa Filomena, llena de abundantes gracias desde la cuna, ruega por nosotros.
Santa Filomena, fiel imitadora de María,
Santa Filomena, modelo de las Vírgenes,
Santa Filomena, templo de la perfecta humildad,
Santa Filomena, abrazada en la Gloria de Dios,
Santa Filomena, víctima del amor de Jesús,
Santa Filomena, ejemplo de fuerza y de perseverancia,
Santa Filomena, espejo de las más heroicas virtudes,
Santa Filomena, firme e intrépida en los tormentos,
Santa Filomena, flagelada como vuestro Divino Esposo,
Santa Filomena, que preferiste las humillaciones de muerte a los esplendores del trono,
Santa Filomena, que convertiste en testimonio tu martirio,
Santa Filomena, que cansaste el furor de los latigazos,
Santa Filomena, protectora de los inocentes,
Santa Filomena, Patrona de la juventud,
Santa Filomena, asilo de los desgraciados,
Santa Filomena, salud de los dolientes y enfermos,
Santa Filomena, nueva luz de la Iglesia peregrinante,
Santa Filomena, que confundía la impiedad de la época,
Santa Filomena, cuyo nombre es muy glorioso en el Cielo y tremendo para el infierno,
Santa Filomena, ilustre por los más espléndidos milagros,
Santa Filomena, poderosa junto a Dios,
Santa Filomena, que reinas en la Gloria, ruega por nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros Señor.
Ruega por nosotros, Santa Filomena.
Jesucristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, óyenos.
Jesucristo, atiéndenos.
Padre Celestial, que eres Dios, ten piedad de nosotros.
Hijo de Dios, Redentor del Mundo, ten piedad de nosotros.
Espíritu Santo, que eres Dios, ten piedad de nosotros.
Trinidad Santa, que eres un solo Dios, ten piedad de nosotros.
Santa María, Reina de las Vírgenes, ruega por nosotros.
Santa Filomena, llena de abundantes gracias desde la cuna, ruega por nosotros.
Santa Filomena, fiel imitadora de María,
Santa Filomena, modelo de las Vírgenes,
Santa Filomena, templo de la perfecta humildad,
Santa Filomena, abrazada en la Gloria de Dios,
Santa Filomena, víctima del amor de Jesús,
Santa Filomena, ejemplo de fuerza y de perseverancia,
Santa Filomena, espejo de las más heroicas virtudes,
Santa Filomena, firme e intrépida en los tormentos,
Santa Filomena, flagelada como vuestro Divino Esposo,
Santa Filomena, que preferiste las humillaciones de muerte a los esplendores del trono,
Santa Filomena, que convertiste en testimonio tu martirio,
Santa Filomena, que cansaste el furor de los latigazos,
Santa Filomena, protectora de los inocentes,
Santa Filomena, Patrona de la juventud,
Santa Filomena, asilo de los desgraciados,
Santa Filomena, salud de los dolientes y enfermos,
Santa Filomena, nueva luz de la Iglesia peregrinante,
Santa Filomena, que confundía la impiedad de la época,
Santa Filomena, cuyo nombre es muy glorioso en el Cielo y tremendo para el infierno,
Santa Filomena, ilustre por los más espléndidos milagros,
Santa Filomena, poderosa junto a Dios,
Santa Filomena, que reinas en la Gloria, ruega por nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros Señor.
Ruega por nosotros, Santa Filomena.
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