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HIJA DE LA LUZ
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EMPEZÓ UNA LLUVIA DE MILAGROS
Al
momento en que iban entrando las reliquias de la Santa en la Iglesia
de Nuestra Señora de la Gracia, una señora de la nobleza quien
padecía de úlceras cancerosas y que estaba programada a la
amputación de una pierna, se alivió completamente ese mismo día,
esta curación está inscrita en el registro de milagros de esta
iglesia.
Posiblemente
la más milagrosa intercesión de la Santa fue que precisamente
cuando se echaron a vuelo las campanas de la iglesia para indicar la
entrada de las reliquias, el paralítico del pueblo de nombre Angelo
Bianchi, fue curado inmediatamente entrando por su propio pie a la
iglesia gritando que había sido curado al oír repicar las campanas,
atrayendo hacia él las miradas sorprendidas de los feligreses
reunidos para la celebración.
La
santas reliquias fueron expuestas a la veneración del público en el
altar mayor de la Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias.
Y
empezó una serie ininterrumpida de milagros asombrosos, que dieron a
entender a aquellos felices habitantes que, con los preciosos restos
de Santa Filomena habían adquirido una prodigiosa protectora, que
sembraba por todas partes consuelo, sanaciones y alegría.
Desde
entonces, su devoción se extendió por toda la cristianidad.
Los
milagros realizados en Mugnano, podrían llenar páginas y páginas;
la misma imagen, realizada a prisa, en Nápoles, en la casa del Señor
Terres, se había transformado completamente, sin que interviniera
mano alguna.
Los
peregrinos la miraban y no podían explicarse el atractivo de esta
figura.
Muchos
fueron testigos de que Filomena abría y cerraba sus ojos cuando
ellos se arrodillaban delante del altar, a orar ante ella.
Mariana
Masucci, se negó a creer tal cosa, diciendo: “Si ella muestra esas
maravillas a otros, por qué no a mí”.
En
ese momento Filomena abrió sus ojos, miró severamente a Mariana y
los cerró nuevamente.
***La gran mística y vidente,
la Beata Ana María Taigi, la ama de casa a quien incluso los
Cardenales debían esperar a ser atendidos hasta que terminara de dar
de comer a su esposo y familia, venían a verla por sus dones de
profecía, era una gran devota de Santa Filomena y diariamente la
rezaba.
Un
poco antes de su muerte cuando su nieta Pipina se desprendió la
pupila concluyendo los doctores que era incurable, la Beata Ana María
mojó su dedo en el aceite de las lámparas que alumbran las
reliquias de Santa Filomena y se lo aplicó al ojo herido de su
nieta, quedando instantáneamente curada.
***Igualmente
una madre utilizó el aceite de las lámparas para aplicárselo a los
ojos de una niña ciega, quedando curada al día siguiente. Esto
convirtió a Santa Filomena en una intercesora muy popular, por lo
que llevó al Obispo Di Cesare a enviar por toda Italia como
reliquia, el polvo de los huesos de Santa Filomena, sin embargo, por
más que lo enviaba, éste no se agotaba, sorprendiendo sobremanera
al Obispo, y reportó este hecho al Vaticano, a la Congregación de
los Ritos, mismo que realizaron una prueba enviando al mismo tiempo
el polvo de los huesos de otro santo.
Después
de un tiempo, el polvo del otro santo se terminó, pero el de Santa
Filomena, lejos de disminuir, al contrario, aumentó.
Este
milagro ocurrió precisamente ante la mirada de obispos y cardenales
en el mismísimo Vaticano reconocido y pregonado por la Congregación
de los Ritos.
***Paulina
Jaricot, una misionera laica
En
medio de los incontables milagros de Santa Filomena, fundadora de la
Obra Pontificia de la Propagación de la Fe.
Paulina
nació en Lyon (Francia), en 1799. Era la última de una familia de
ocho hijos. Sus padres eran dueños de una empresa dedicada a la
fabricación de seda. Pertenecían a la alta sociedad de Lyon.
De
pequeña, Paulina se relaciona de muy buena gana con este ambiente
burgués. Luciendo vestidos de moda, de baile en baile, nada parece
indicar lo que sería su vida.
“Me
decían que era guapa, y había que estar muerta para permanecer
insensible a los halagos y zalamerías de los jóvenes que me
rodeaban”, escribe Paulina.
A
los 17 años, asiste al primer domingo de Cuaresma, vistiendo una
elegante tenida de tafetán azul claro, almidonado, ricamente bordado
en blanco, un sombrero de paja de Italia, adornado con rosas y
llevando sus cabellos completamente rizados.
Escuchando
las palabras del sacerdote, que predica sobre las “ilusiones de la
vanidad”, Paulina se reconoce en la imagen que dibuja el
predicador. De inmediato rompe con sus hábitos de lujo y riqueza.
Una
voz le dice con fuerza que no debe ser religiosa; se mantiene laica,
pero muy comprometida con la iglesia y los pobres.
Con
una sencillez admirable, inicia en 1818, la colecta de la “chaucha
semanal” pidiéndole a los obreros de Lyon que donaran un centavo a
la semana para las misiones, que daría a la iglesia la base
económica de las misiones del siglo XIX, llegando a ser la fundadora
de la Asociación por la Propagación de la Fe.
Una
enfermedad la obligó a suspender sus actividades y aprovechó para
escribir el tratado: “El Infinito Amor de la Divina Eucaristía”.
Concibió
también la idea del Rosario Viviente, que reunió rápidamente
doscientos mil miembros.
En
1832, se enfermó de gravedad, tanto es así, que la creyeron a las
puertas de la muerte. Es en estas circunstancias que algunos hermanos
de la Orden de San Juan de Dios, recorriendo el país para recolectar
donaciones en beneficio de los incurables, enfermos mentales y
epilépticos pobres, llaman a la puerta de los Jaricot, que eran
conocidos por su generosidad.
Al
informarse de la grave enfermedad de la hija menor de esta familia,
los hermanos invitan a los padres a confiar y pedir su sanación a
Santa Filomena, que obra tantas maravillas.
Al
oír eso, Paulina comenzó enseguida una novena a Santa Filomena… y
su salud mejoró inmediatamente. Ya podía sentarse, dar algunos
pasos, escribir…Pero, poco después, tuvo una recaída, y los
doctores advirtieron a los padres, que podría morir en cualquier
momento.
El
último deseo de la enferma era ir con su familia a Mugnano, donde se
veneraban las reliquias de la Santa.
Después
de mucha oración, Paulina consultó con su médico sobre la
posibilidad de una peregrinación. El doctor pensó que el
sufrimiento había afectado su mente… Pero ella quería una
respuesta enseguida…El doctor le contestó: “No hemos podido
hacer nada para sanar su enfermedad- y dirigiéndose a sus familiares
les dijo – Déjenla hacer la peregrinación… no irá lejos. Es
demasiado para ella”.
Es así como Paulina, acompañada de su capellán, una sirvienta y una amiga, emprendió su viaje, tendida en una camilla.
Pálida, casi moribunda, llegó a Paray-le Monial. Pasó todo el día en la capilla de la Visitación, donde Jesús había revelado los secretos de su Sagrado Corazón a una humilde religiosa de la Visitación.
Es así como Paulina, acompañada de su capellán, una sirvienta y una amiga, emprendió su viaje, tendida en una camilla.
Pálida, casi moribunda, llegó a Paray-le Monial. Pasó todo el día en la capilla de la Visitación, donde Jesús había revelado los secretos de su Sagrado Corazón a una humilde religiosa de la Visitación.
Terminada
la peregrinación, anunció a sus acompañantes que quería seguir a
Roma, para recibir la bendición del Santo Padre y su aprobación
para El Rosario Viviente. Emprendieron, pues, la segunda etapa del
viaje.
Cuando
se acercaron a los Alpes, donde debían pasar la frontera, tanto era
su agotamiento, que parecía que iba a morir. Pero ¡no…!
Se recuperó y ordenó continuar el viaje que duraría semanas. Esto ocurrió en abril de 1835.
Se recuperó y ordenó continuar el viaje que duraría semanas. Esto ocurrió en abril de 1835.
Todos
los días asistía a Misa, hablaba muy poco y luchaba por conservar
su fortaleza.
Antes
de llegar a Roma, tuvo un ataque al corazón, del que parecía
imposible recuperarse; además ardía en fiebre.
Al llegar al convento del Sagrado Corazón, en Trinitá dei Monti donde se iban a alojar, estaba tan enferma, que el Papa Gregorio XVI al saber de su estado, de su heróica peregrinación, y conociendo su celo apostólico, vino a verla privadamente para darle su bendición, y le pidió que rogara por él, cuando llegara al cielo.
-”Sí, Santo Padre- le dijo Paulina – pero si al volver de Mugnano, voy a pie a Roma, completamente curada, ¿consideraría usted, la causa de Filomena?
-Sí, hija mía -replicó el Papa- porque ese sería, sin duda, un milagro de primera clase”…
Al llegar al convento del Sagrado Corazón, en Trinitá dei Monti donde se iban a alojar, estaba tan enferma, que el Papa Gregorio XVI al saber de su estado, de su heróica peregrinación, y conociendo su celo apostólico, vino a verla privadamente para darle su bendición, y le pidió que rogara por él, cuando llegara al cielo.
-”Sí, Santo Padre- le dijo Paulina – pero si al volver de Mugnano, voy a pie a Roma, completamente curada, ¿consideraría usted, la causa de Filomena?
-Sí, hija mía -replicó el Papa- porque ese sería, sin duda, un milagro de primera clase”…
En
realidad el Papa, condescendió con facilidad, porque estaba
persuadido de que moriría luego. Alentada y con esta promesa,
Paulina, una vez más emprendió con valentía el viaje a Mugnano.
Cuando
llegaron a Nápoles, estaba tan débil, que ni siquiera podía
hablar. Sus acompañantes quisieron detenerse, pero ella con el dedo
indicó que había que seguir adelante. Cumplieron su último deseo,
avanzando lentamente..
Llegaron
a Mugnano el 8 de agosto de 1835, cuando todo el pueblo estaba
alborotado por los preparativos para la festividad del 10.
La
intención de Paulina Jaricot, no era obtener la sanación de su
cuerpo, como lo podríamos creer, sino que quería obtener gracias
para su alma y para sus asociaciones apostólicas.
Al
ver su moribunda apariencia, cuando la llevaron a la iglesia en su
camilla, la gente pidió a Santa Filomena la sanación de esta
heróica peregrina.
Los
exuberantes napolitanos empezaron a emplazar a la Santa golpeando su
altar, diciéndole:”¿Nos escuchas Filomena?
¡Si
no la sanas enseguida, no te rogaremos más! ¡No tendremos nada más
que ver contigo! ¡Tanto peor para ti, gran santa, si no haces lo que
te pedimos, porque mantendremos nuestra palabra!”.
Gritaban
tan fuerte, que si Filomena no estaba vencida, Paulina, sí lo
estaba…
Tuvieron
que decir a los gritones que la enfermita les rogaba que oraran más
bajo… pero nada sucedió, ni tampoco el día siguiente.
Llegó
el día de la fiesta. En el momento de la comunión, Paulina,
experimentó una temerosa angustia en su corazón, que latía como si
fuera a romperse…, se desmayó del dolor, y parecía que estaba
muerta.
Sus
acompañantes, esta vez perdieron toda esperanza, pero los
napolitanos no dejaron de manifestar su impaciencia.
A
esta altura, intentaron llevar a Paulina, fuera del templo, en su
camilla, con sus ojos velados de muerte, pero ella, con un supremo
esfuerzo, pudo señalar que deseaban que la dejaran donde estaba.
En
aquel momento, lágrimas comenzaron a rodar bajo sus párpados, sus
mejillas se sonrojaron, sus heladas manos y pies empezaron a sentir
un nuevo calor, su alma que estaba en un estado de desolación, se
llenó de una alegría del cielo… tanto es así que pensó que el
cielo había comenzado.
Fue
entonces cuando se dio cuenta que estaba sanada. Sin embargo se
encontraba tan agotada y débil, tan emocionada por todo lo que había
vivido, que no se atrevió a manifestar la menor señal, temiendo la
reacción de triunfo emocional que podía despertar en la asamblea.
En
la tarde, después de la bendición al Santísimo, se sintió más
fuerte…No había ninguna duda del milagro.
El
Padre, Don Francesco, ya anciano, que conocía a Filomena desde hacía
años, quiso comprobar por sí mismo la sanación.
La
noticia se difundió, como reguero de pólvora:
¡La
peregrina francesa caminaba, completamente sana!.
Santa
Filomena le había devuelto la salud, la fortaleza y el vigor de una
nueva juventud.
Las
campanas replicaron; todos los habitantes de Mugnano estaban
alborotados, y Paulina era el centro del remolino de gratitud.
Paulina
inició el viaje de regreso a Roma, pidiendo permiso de que no se le
avisara al Santo Padre de su curación.
Cuando
entró a los aposentos del Santo Padre sin ser anunciada, éste
sorprendido exclamó :
“Eres
tú o eres una aparición, ésta es realmente mi hija Paulina, o es
su espíritu que se ha levantado de su tumba o es que realmente ha
intercedido a tu favor la Santa Niña Mártir”
Cómo
demostración de su curación el Santo Padre le pide a Paulina que
corra por los pasillo del Vaticano, y tanto corrió que los mismos
Cardenales le decían al Papa Santo Padre: Los pasillos del Vaticano
no se hicieron para correr, a lo que les contestó “si está viva
entonces déjenla correr.”
Le
pidió que permaneciera en la ciudad por un año, para que su
sanación pudiera ser completamente investigada. Paulina obedeció.
Durante
su permanencia en el corazón de la Cristiandad, Paulina se puso más
animosa y misionera que nunca.
El
Papa mantuvo su promesa, y dio a Santa Filomena el título de
“Patrona del Rosario Viviente”, que Paulina Jaricot había
iniciado en Francia.
El
30 de enero de 1837, el Papa Gregorio XVI, instituyó una fiesta
especial en honor de Santa Filomena, con una lectura propia insertada
en el Breviario. Más tarde, un oficio especial fue compuesto en
honor de la Santa por orden del Papa Pío IX y, en 1862, se la coronó
como: “Patrona de los Hijos de María”.
Cuando
Paulina Jaricot volvió a Francia, construyó en su propiedad una
capilla en honor a Santa Filomena, que era una reproducción en
miniatura de la Iglesia de Mugnano, la cual poco a poco se llenó de
placas recordatorias, testificando los milagros obtenidos.
Estando
en contacto con el Santo Párroco de Ars, Paulina compartió con él
parte de las reliquias, que había traído de Mugnano.
Este
santo sacerdote fue rápidamente un fervoroso devoto de Filomena y le
levantó un altar en su iglesia.
Por
su heróica pobreza, penitencia, fe y caridad, el Santo Cura de Ars
había transformado a su parroquia; allí realizaba grandes
conversiones y milagros, en especial a través del Sacramento del
Perdón…
Para
evitar el culto hacia su persona, decía que todas las maravillas que
sucedían eran obra de Santa Filomena.
A
las personas que lo venían a ver, de todas partes del país, para
confesarse o pedir consejos, les decía:
“Vayan
a Santa Filomena, cualquier cosa que le pidan, ella lo conseguirá de
Dios”.
De
hecho, no se puede negar que en varias oportunidades, Santa Filomena
se manifestó en la vida del Santo Párroco de Ars, sanándolo a él
y a algunos de sus feligreses.
Al
inicio del trabajo sacerdotal de San Juan María de Vianney, mejor
conocido como el Cura de Ars, enfermó gravemente de pulmonía doble,
a grado tal de recibir la extremaunción, con su último aliento, el
Cura de Ars pidió se celebrara una misa en honor a Santa Filomena
pidiéndole su intercesión, y al día siguiente estaba completamente
reestablecido.
El
Cura de Ars incluso llegó a declarar “Nunca le he pedido algo a
Santa Filomena que no me lo haya cumplido”, se llegaron a contar en
la Iglesia del Cura de Ars 14 milagros por semana por su intercesión.
Otro
milagro en la iglesia del Cura de Ars a través de Santa Filomena se
le otorgó a un niño mudo y paralítico.
Sus
padres llevaron al niño a ver al Santo Cura de Ars y al parase en el
atrio de la iglesia, el Cura deteniendo su clase de catecismo les
dijo:
“Pobres
hijos míos, vienen de tan lejos para buscar algo que tienen en casa,
su fe es muy grande”.
Al
terminar su clase, el Cura les pidió que se arrodillaran ante la
imagen de Santa Filomena y que le pidieran la intercesión de la
Virgen María.
De
pronto se escuchó un gran ruido de sillas rechinando contra el piso:
el padre se había desmayado al escuchar decir a su hijo mudo desde
nacimiento:
“Es
bella, es bella”, y el niño desde ese momento quedó curado de
todas sus enfermedades.
Santa
Filomena escogió a su campeón en la figura de su sacerdote
desparpajado de un pequeño pueblo que tenía corazón de niño pero
valiente como ella para ayudarlo a cumplir sus deberes y proteger su
humanidad al preservarlo de conocer sus propios poderes de
intercesión ante el Señor.
Es
evidente, que Filomena y el Santo Párroco de Ars, formaban una dupla
maravillosa, y eso favoreció también, el culto de la pequeña
mártir.
***Fray
Andrecito y Santa Filomena
El
culto a Santa Filomena, empezó en Chile en 1840. En especial a
través del Siervo de Dios Fray Andrés Filomeno García, más
conocido como Fray Andrecito.
Fray
Andrecito, tuvo una especial devoción a nuestra Santa y le atribuía
numerosos milagros; a la gente que acudía a él, por algún favor o
sanación, él la dirigía a Santa Filomena.
Con
su vida permanente de limosnero, la dio a conocer en todos los
ambientes de la capital y extendió su culto también en la
provincia.
Fue
el Padre Pedro Ignacio Castro Barros, argentino refugiado, uno de los
próceres de la emancipación política de la provincia del Río de
la Plata, quien dio a conocer las virtudes y martirios de Santa
Filomena, a Fray Andrecito en Chile.
Fray
Andrecito primero escuchó, después leyó y meditó y quedó como
deslumbrado.
Desde
entonces, toda su vida estuvo bajo el signo de Santa Filomena, al
igual que el Santo Párroco de Ars.
Desde
ese día Fray Andrecito la escogió por inseparable compañera de sus
pensamientos y trabajos. Dice un contemporáneo de Fray Andrecito:
“Todo,
todo se lo atribuía a su santa protectora, de quien todo lo
esperaba, a quien todo lo pedía y de quien todo lo alcanzaba”.
En
las diversas curaciones y en otros favores que dispensaba a los
fieles, a menudo se escudó detrás de la Santa, de tal manera, que
él parecía ser simple instrumento del favor y valer de su patrona.
En
su oficio de limosnero, llevaba siempre al descubierto la imagen de
la ilustre virgen. La llamaba “la santa” o “la chinita”,
empleando el chilenismo en su sentido más familiar y cariñoso.
Aquí
transcribimos una página de la editorial Salesiana sobre Fray
Andrecito:
“Con
limosnas dadas por los fieles, Fray Andrecito hizo construir una
altar de la Santa. Encargó a París una vestimenta preciosa, que
llegó después de su muerte.
También
fundó una capellanía para perpetuar el culto de la Santa.
Para
fomentar su devoción, celebró triduos y novenas.
Compuso
varios versos en su honor y dejó resumida la vida de la Santa en un
romance.
Hizo
reimprimir varias veces su vida y la novena. Dos veces al año
celebraba, con gran solemnidad, su fiesta.
Para
solventar los gastos fundó una cofradía en la cual se inscribieron
muchas señoritas. Ellas se sentían muy honradas en ser llamadas
“Hermanas de Santa Filomena”.
Por
lo que se ve, Fray Andrecito aprovechó su devoción a la Virgen como
un medio de apostolado, atrayendo así a las almas al ejercicio de
las virtudes cristianas.
“¡Es
Santa Filomena que me manda!”, decía, al presentarse de repente en
una casa en donde nadie había pensado en llamarlo, donde había un
enfermo que agonizaba.
"¡Encomiéndense
a la Santa!"Llegó a Santiago un pintor quiteño que trajo un
gran óleo de Santa Filomena en el que ella está representada junto
a los elementos de su martirio.
Fray
Andrecito quiso tenerlo a todo precio. Pero el quiteño le pidió
demasiado: cinco onzas de oro.
¿De
dónde sacarlas? En vano solicitó rebaja; el otro mantuvo el precio.
Comenzó
entonces a pedir limosnas, pero había necesidades más urgentes que
atender: había que pagar una fuerte suma, que ascendía a algunos
miles, por distintos encargos hechos en Europa, de ricos ornamentos,
candelabros y otros objetos, para el culto de Santa Filomena.
También
se había comenzado la refacción del convento y el término del
templo. Tampoco se podían descuidar varias escuelas que sostenían
con sus limosnas.
Transcurrió
más de un año; en vano Fray Andrés pasaba por la tienda del
quiteño.
Al
fin éste le dijo: “Mire, Padre, ya ve que estoy empacando.
Dentro
de dos días salgo a Valparaíso, y de ahí al Ecuador.
Si
para entonces no me trae las cinco onzas, el cuadro estará perdido
para usted”.
“Apenas
Fray Andrés oyó esto, salió a la calle en busca de dinero.
Inútilmente
anduvo de puerta en puerta: parecía que los corazones se habían
endurecido.
Al
caer la tarde, perdida casi la esperanza, se dirigió a la casa de
Doña Rosario Cerda, a quien, como último recurso, pidió le
facilitara el dinero, prometiendo que luego se lo devolvería.
Obtiene
la plata, vuelve a la tienda del quiteño, pero, al llegar a la Plaza
de Armas, le sale al encuentro un caballero desconocido que le dice:
“Fray
Andrés, tome estas cinco onzas que le estoy debiendo a Santa
Filomena”.
“¡Encomiéndense
a la Santa!” Eran las palabras que siempre tenía en los labios
cuando se trataba de alcanzar algún alivio o remedio para alguna
necesidad.
Así
Fray Andrés era la escala por donde se subía a Filomena, y por
Filomena a Dios, y de allí descendían a raudales las bendiciones”.
Al
igual que en Italia, en Francia derramó numerosas bendiciones.
En
Chile los favores recibidos de Santa Filomena son incontables.
***Sanación
de una niña encorvada
La
primera obra sobre Filomena en Chile
En
esta obra el sacerdote Ruperto Marchant (escrita en la séptima
edición de 1898), habla de centenares de milagros, de los cuales
presenta, en forma detallada, una cuarentena.
“En
1862, una niña de 7 años, hija de José Miguel González y Salomé
Cerda, sufrió una enfermedad que afectó su columna vertebral, lo
que la obligó a encorvarse más y más, teniendo que caminar apoyada
en sus manos.
La
medicina se declaró impotente. Una noche, la mamá, oyó que la niña
la llamaba:
“-Mamá,
mamá, aquí está Santa Filomena, y me dice que si quieres verme
sana, es preciso que hagas celebrar en la parroquia una novena en su
honor y que me cambies el nombre de Emperatriz del Rosario, por María
Filomena”.
“La
mamá, dudaba en creer, pero a la mañana siguiente, llegó a la
puerta de calle, una señora pobre, que entregó a la empleada un
pequeño libro, para llevarlo a la mamá de la enfermita.
La
mamá vio con asombro que era la historia de la “Vida y milagros de
Santa Filomena”.
“Cumplieron,
pues, lo de la novena en la parroquia, y el cura párroco Don Miguel
Prado, le administró el Sacramento de la Confirmación, cambiándole
el nombre de Emperatriz Rosario, por el de María Filomena.
Al
llegar a su casa, la niña estaba perfectamente sana.
“Cuenta
este hecho, el presbítero Don Samuel González cura de Curicó,
hermano mayor de la niña curada milagrosamente”.
***El
hombre que muere reconciliado con Dios
“En
1892, se presentó una mañana en el Santuario, una anciana y
respetable señora, verdaderamente desesperada por la conducta
indigna de su hijo que, entregado a la bebida, dilapidaba la
cuantiosa herencia de que debía ser único heredero.
Imposible
pintar la amargura de aquella madre que, en sus clamores a la Santa,
llegó a decirle:
“Prefiero
verlo muerto antes que entregado a tal vicio”.
Como
el sacerdote trató de calmarla, haciéndole algunas reflexiones,
ella con un grito del alma volvió a repetir:
“Lo
que te he dicho, poderosa Santa; prefiero verlo muerto!…”
Dios
no desoye nunca a los justos clamores de las madres y, en su recta y
severa justicia, recoge siempre las lágrimas que hacen verter sus
hijos; aquella misma noche después de dos meses de ausencia, el
desgraciado joven, cuyo paradero ignoraba, llegó a la casa en
completo estado de ebriedad.
Al
día siguiente, el sacerdote se hallaba a la cabecera.
Cuatro
días después, el desdichado, luego de haberse reconciliado con Dios
e implorado el perdón de su madre, iba a presentarse ante el Supremo
Juez”.
***María Luisa y Gil
son
nativos de la Habana, cumplió 59 años el 19 de agosto de 1974, y
experimentó una situación que sólo se podía explicar con la ayuda
de la santa: A los 11 años de edad, Gil se encontraba en el colegio,
el cuál le pertenecía a su familia; en ese tiempo, se encontraba en
el sexto nivel de educación primaria.
Un
día, una compañera que sufría de obesidad estaba muy emocionada
saltando en el patio, cuando de repente se tropieza y al caer todo su
peso se concentra en el dedo gordo de uno de sus pies. El impacto del
golpe fue tan fuerte que casi le destrozó el dedo; sin embargo, lo
más notable de la situación era la abundancia de sangre. La herida
fue empeorando, hasta mostrarse síntomas de gangrena.
Cuando
estaba en reposo, el doctor le dijo a su madre que si el dedo seguía
igual iba a ser necesario amputarlo antes de que los efectos de la
gangrena se extendiesen hacia los otros. Esa misma noche, su tía fue
y le contó sobre Santa Filomena, incluyendo todos
los
milagros
que
esta le había concedido.
Tal
como le recomendó, Gil empezó a rezar, pidiendo por los órganos de
su cuerpo. Cuando el doctor fue a revisar el pie a primera hora de la
mañana, el dedo que debían amputar se encontraba en un óptimo
estado. El dolor fue aliviado y el tamaño disminuyó enormemente.
Toda la familia estaba contenta por los resultados.
***El impresionante milagro de
Letizia:
Accurzo
Letizia actualmente tiene 20 años; nació el 15 de abril del 1999,
en Bosgaro, Avellino. Esta joven relata la historia de cómo, gracias
a Santa
Filomena, pudo
resolver aquello que la atormentaba y frustraba a los siete años de
edad cuando, según ella, dejó de ser normal, para convertirse en
alguien completamente denigrada por la sociedad:
Cuando
tenía 7 comenzó a presenciar dificultades para caminar, y siguieron
apareciendo hasta que quedó inmóvil. Los médicos la revisaron y
diagnosticaron una parálisis infantil irreversible; tanto los
tratamientos médicos como los remedios caseros eran totalmente
inútiles.
En
medio de la frustración y desesperanza, llegó un rayo de luz. Ella
recuerda que su madre la había llevado al Santuario de Santa
Filomena en
Mugnano del Cardinale. Ahí expresó su devoción y entregó toda mi
fe a su nombre. Unos días después empezó a sentir los dedos de sus
pies, toda la familia se emocionó y los doctores aceptaron que fue
un milagro.
Desde entonces no ha tenido dificultades para caminar.
***Otro
milagro, también distinto de sanar enfermedades, sucedió, por medio
de Santa Filomena, cuando accidentalmente se rompió el mármol con
el que se estaba revistiendo su urna, y el arquitecto, hombre
profesional en su oficio, no conseguía reparar dicha rotura, pero
aconteció, según testigos, que la mano de la santa se vio guiando a
la del arquitecto, cuando estaba reparando la losa de mármol,
logrando que esta recobrará toda su integridad, antes visiblemente
rota.
***(De
la lámpara que esta encendida frente a las reliquias de Santa
Filomena). En el libro las Rosas de Santa Filomena de St. Elizabeth
Seton consta que una mujer recobró la vista, después de tres años
de sufrir una enfermedad en sus ojos que le causaba tanto dolor que
no podía ni comer, ni dormir.
¿Cómo
se originó esta devoción? Sucedió así:
En
la octava de la traslación del Relicario de Santa Filomena a
Mugnano, una mujer de Avella llena de fe en Dios, metió su dedo en
el aceite de la lámpara que estaba encendida delante del altar de la
santa, y ungió los ojos de su niño ciego. Inmediatamente el niño
recobró la vista, ante el asombro de todos los que se encontraban
presentes.
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