HIJA DE LA LUZ

CONSAGRACIÓN A SANTA FILOMENA

EMPEZÓ UNA LLUVIA DE MILAGROS


EMPEZÓ UNA LLUVIA DE MILAGROS
Al momento en que iban entrando las reliquias de la Santa en la Iglesia de Nuestra Señora de la Gracia, una señora de la nobleza quien padecía de úlceras cancerosas y que estaba programada a la amputación de una pierna, se alivió completamente ese mismo día, esta curación está inscrita en el registro de milagros de esta iglesia.
Posiblemente la más milagrosa intercesión de la Santa fue que precisamente cuando se echaron a vuelo las campanas de la iglesia para indicar la entrada de las reliquias, el paralítico del pueblo de nombre Angelo Bianchi, fue curado inmediatamente entrando por su propio pie a la iglesia gritando que había sido curado al oír repicar las campanas, atrayendo hacia él las miradas sorprendidas de los feligreses reunidos para la celebración.
La santas reliquias fueron expuestas a la veneración del público en el altar mayor de la Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias.
Y empezó una serie ininterrumpida de milagros asombrosos, que dieron a entender a aquellos felices habitantes que, con los preciosos restos de Santa Filomena habían adquirido una prodigiosa protectora, que sembraba por todas partes consuelo, sanaciones y alegría.
Desde entonces, su devoción se extendió por toda la cristianidad.

Los milagros realizados en Mugnano, podrían llenar páginas y páginas; la misma imagen, realizada a prisa, en Nápoles, en la casa del Señor Terres, se había transformado completamente, sin que interviniera mano alguna.
Los peregrinos la miraban y no podían explicarse el atractivo de esta figura.
Muchos fueron testigos de que Filomena abría y cerraba sus ojos cuando ellos se arrodillaban delante del altar, a orar ante ella.
Mariana Masucci, se negó a creer tal cosa, diciendo: “Si ella muestra esas maravillas a otros, por qué no a mí”.
En ese momento Filomena abrió sus ojos, miró severamente a Mariana y los cerró nuevamente.
***La gran mística y vidente, la Beata Ana María Taigi, la ama de casa a quien incluso los Cardenales debían esperar a ser atendidos hasta que terminara de dar de comer a su esposo y familia, venían a verla por sus dones de profecía, era una gran devota de Santa Filomena y diariamente la rezaba.
Un poco antes de su muerte cuando su nieta Pipina se desprendió la pupila concluyendo los doctores que era incurable, la Beata Ana María mojó su dedo en el aceite de las lámparas que alumbran las reliquias de Santa Filomena y se lo aplicó al ojo herido de su nieta, quedando instantáneamente curada.

***Igualmente una madre utilizó el aceite de las lámparas para aplicárselo a los ojos de una niña ciega, quedando curada al día siguiente. Esto convirtió a Santa Filomena en una intercesora muy popular, por lo que llevó al Obispo Di Cesare a enviar por toda Italia como reliquia, el polvo de los huesos de Santa Filomena, sin embargo, por más que lo enviaba, éste no se agotaba, sorprendiendo sobremanera al Obispo, y reportó este hecho al Vaticano, a la Congregación de los Ritos, mismo que realizaron una prueba enviando al mismo tiempo el polvo de los huesos de otro santo.
Después de un tiempo, el polvo del otro santo se terminó, pero el de Santa Filomena, lejos de disminuir, al contrario, aumentó.
Este milagro ocurrió precisamente ante la mirada de obispos y cardenales en el mismísimo Vaticano reconocido y pregonado por la Congregación de los Ritos.
***Paulina Jaricot, una misionera laica
En medio de los incontables milagros de Santa Filomena, fundadora de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe.
Paulina nació en Lyon (Francia), en 1799. Era la última de una familia de ocho hijos. Sus padres eran dueños de una empresa dedicada a la fabricación de seda. Pertenecían a la alta sociedad de Lyon.
De pequeña, Paulina se relaciona de muy buena gana con este ambiente burgués. Luciendo vestidos de moda, de baile en baile, nada parece indicar lo que sería su vida.
“Me decían que era guapa, y había que estar muerta para permanecer insensible a los halagos y zalamerías de los jóvenes que me rodeaban”, escribe Paulina.
A los 17 años, asiste al primer domingo de Cuaresma, vistiendo una elegante tenida de tafetán azul claro, almidonado, ricamente bordado en blanco, un sombrero de paja de Italia, adornado con rosas y llevando sus cabellos completamente rizados.
Escuchando las palabras del sacerdote, que predica sobre las “ilusiones de la vanidad”, Paulina se reconoce en la imagen que dibuja el predicador. De inmediato rompe con sus hábitos de lujo y riqueza.

Una voz le dice con fuerza que no debe ser religiosa; se mantiene laica, pero muy comprometida con la iglesia y los pobres.
Con una sencillez admirable, inicia en 1818, la colecta de la “chaucha semanal” pidiéndole a los obreros de Lyon que donaran un centavo a la semana para las misiones, que daría a la iglesia la base económica de las misiones del siglo XIX, llegando a ser la fundadora de la Asociación por la Propagación de la Fe.
Una enfermedad la obligó a suspender sus actividades y aprovechó para escribir el tratado: “El Infinito Amor de la Divina Eucaristía”.
Concibió también la idea del Rosario Viviente, que reunió rápidamente doscientos mil miembros.
En 1832, se enfermó de gravedad, tanto es así, que la creyeron a las puertas de la muerte. Es en estas circunstancias que algunos hermanos de la Orden de San Juan de Dios, recorriendo el país para recolectar donaciones en beneficio de los incurables, enfermos mentales y epilépticos pobres, llaman a la puerta de los Jaricot, que eran conocidos por su generosidad.
Al informarse de la grave enfermedad de la hija menor de esta familia, los hermanos invitan a los padres a confiar y pedir su sanación a Santa Filomena, que obra tantas maravillas.
Al oír eso, Paulina comenzó enseguida una novena a Santa Filomena… y su salud mejoró inmediatamente. Ya podía sentarse, dar algunos pasos, escribir…Pero, poco después, tuvo una recaída, y los doctores advirtieron a los padres, que podría morir en cualquier momento.
El último deseo de la enferma era ir con su familia a Mugnano, donde se veneraban las reliquias de la Santa.

Después de mucha oración, Paulina consultó con su médico sobre la posibilidad de una peregrinación. El doctor pensó que el sufrimiento había afectado su mente… Pero ella quería una respuesta enseguida…El doctor le contestó: “No hemos podido hacer nada para sanar su enfermedad- y dirigiéndose a sus familiares les dijo – Déjenla hacer la peregrinación… no irá lejos. Es demasiado para ella”.
Es así como Paulina, acompañada de su capellán, una sirvienta y una amiga, emprendió su viaje, tendida en una camilla.

Pálida, casi moribunda, llegó a Paray-le Monial. Pasó todo el día en la capilla de la Visitación, donde Jesús había revelado los secretos de su Sagrado Corazón a una humilde religiosa de la Visitación.
Terminada la peregrinación, anunció a sus acompañantes que quería seguir a Roma, para recibir la bendición del Santo Padre y su aprobación para El Rosario Viviente. Emprendieron, pues, la segunda etapa del viaje.
Cuando se acercaron a los Alpes, donde debían pasar la frontera, tanto era su agotamiento, que parecía que iba a morir. Pero ¡no…!
Se recuperó y ordenó continuar el viaje que duraría semanas. Esto ocurrió en abril de 1835.
Todos los días asistía a Misa, hablaba muy poco y luchaba por conservar su fortaleza.

Antes de llegar a Roma, tuvo un ataque al corazón, del que parecía imposible recuperarse; además ardía en fiebre.
Al llegar al convento del Sagrado Corazón, en Trinitá dei Monti donde se iban a alojar, estaba tan enferma, que el Papa Gregorio XVI al saber de su estado, de su heróica peregrinación, y conociendo su celo apostólico, vino a verla privadamente para darle su bendición, y le pidió que rogara por él, cuando llegara al cielo.
-”Sí, Santo Padre- le dijo Paulina – pero si al volver de Mugnano, voy a pie a Roma, completamente curada, ¿consideraría usted, la causa de Filomena?
-Sí, hija mía -replicó el Papa- porque ese sería, sin duda, un milagro de primera clase”…
En realidad el Papa, condescendió con facilidad, porque estaba persuadido de que moriría luego. Alentada y con esta promesa, Paulina, una vez más emprendió con valentía el viaje a Mugnano.
Cuando llegaron a Nápoles, estaba tan débil, que ni siquiera podía hablar. Sus acompañantes quisieron detenerse, pero ella con el dedo indicó que había que seguir adelante. Cumplieron su último deseo, avanzando lentamente..
Llegaron a Mugnano el 8 de agosto de 1835, cuando todo el pueblo estaba alborotado por los preparativos para la festividad del 10.
La intención de Paulina Jaricot, no era obtener la sanación de su cuerpo, como lo podríamos creer, sino que quería obtener gracias para su alma y para sus asociaciones apostólicas.
Al ver su moribunda apariencia, cuando la llevaron a la iglesia en su camilla, la gente pidió a Santa Filomena la sanación de esta heróica peregrina.


Los exuberantes napolitanos empezaron a emplazar a la Santa golpeando su altar, diciéndole:”¿Nos escuchas Filomena?
¡Si no la sanas enseguida, no te rogaremos más! ¡No tendremos nada más que ver contigo! ¡Tanto peor para ti, gran santa, si no haces lo que te pedimos, porque mantendremos nuestra palabra!”.
Gritaban tan fuerte, que si Filomena no estaba vencida, Paulina, sí lo estaba…
Tuvieron que decir a los gritones que la enfermita les rogaba que oraran más bajo… pero nada sucedió, ni tampoco el día siguiente.
Llegó el día de la fiesta. En el momento de la comunión, Paulina, experimentó una temerosa angustia en su corazón, que latía como si fuera a romperse…, se desmayó del dolor, y parecía que estaba muerta.
Sus acompañantes, esta vez perdieron toda esperanza, pero los napolitanos no dejaron de manifestar su impaciencia.

A esta altura, intentaron llevar a Paulina, fuera del templo, en su camilla, con sus ojos velados de muerte, pero ella, con un supremo esfuerzo, pudo señalar que deseaban que la dejaran donde estaba.
En aquel momento, lágrimas comenzaron a rodar bajo sus párpados, sus mejillas se sonrojaron, sus heladas manos y pies empezaron a sentir un nuevo calor, su alma que estaba en un estado de desolación, se llenó de una alegría del cielo… tanto es así que pensó que el cielo había comenzado.
Fue entonces cuando se dio cuenta que estaba sanada. Sin embargo se encontraba tan agotada y débil, tan emocionada por todo lo que había vivido, que no se atrevió a manifestar la menor señal, temiendo la reacción de triunfo emocional que podía despertar en la asamblea.
En la tarde, después de la bendición al Santísimo, se sintió más fuerte…No había ninguna duda del milagro.
El Padre, Don Francesco, ya anciano, que conocía a Filomena desde hacía años, quiso comprobar por sí mismo la sanación.
La noticia se difundió, como reguero de pólvora:
¡La peregrina francesa caminaba, completamente sana!.
Santa Filomena le había devuelto la salud, la fortaleza y el vigor de una nueva juventud.
Las campanas replicaron; todos los habitantes de Mugnano estaban alborotados, y Paulina era el centro del remolino de gratitud.

Paulina inició el viaje de regreso a Roma, pidiendo permiso de que no se le avisara al Santo Padre de su curación.
Cuando entró a los aposentos del Santo Padre sin ser anunciada, éste sorprendido exclamó :
“Eres tú o eres una aparición, ésta es realmente mi hija Paulina, o es su espíritu que se ha levantado de su tumba o es que realmente ha intercedido a tu favor la Santa Niña Mártir”
Cómo demostración de su curación el Santo Padre le pide a Paulina que corra por los pasillo del Vaticano, y tanto corrió que los mismos Cardenales le decían al Papa Santo Padre: Los pasillos del Vaticano no se hicieron para correr, a lo que les contestó “si está viva entonces déjenla correr.”
Le pidió que permaneciera en la ciudad por un año, para que su sanación pudiera ser completamente investigada. Paulina obedeció.
Durante su permanencia en el corazón de la Cristiandad, Paulina se puso más animosa y misionera que nunca.
El Papa mantuvo su promesa, y dio a Santa Filomena el título de “Patrona del Rosario Viviente”, que Paulina Jaricot había iniciado en Francia.
El 30 de enero de 1837, el Papa Gregorio XVI, instituyó una fiesta especial en honor de Santa Filomena, con una lectura propia insertada en el Breviario. Más tarde, un oficio especial fue compuesto en honor de la Santa por orden del Papa Pío IX y, en 1862, se la coronó como: “Patrona de los Hijos de María”.

Cuando Paulina Jaricot volvió a Francia, construyó en su propiedad una capilla en honor a Santa Filomena, que era una reproducción en miniatura de la Iglesia de Mugnano, la cual poco a poco se llenó de placas recordatorias, testificando los milagros obtenidos.
Estando en contacto con el Santo Párroco de Ars, Paulina compartió con él parte de las reliquias, que había traído de Mugnano.
Este santo sacerdote fue rápidamente un fervoroso devoto de Filomena y le levantó un altar en su iglesia.
Por su heróica pobreza, penitencia, fe y caridad, el Santo Cura de Ars había transformado a su parroquia; allí realizaba grandes conversiones y milagros, en especial a través del Sacramento del Perdón…
Para evitar el culto hacia su persona, decía que todas las maravillas que sucedían eran obra de Santa Filomena.
A las personas que lo venían a ver, de todas partes del país, para confesarse o pedir consejos, les decía:
“Vayan a Santa Filomena, cualquier cosa que le pidan, ella lo conseguirá de Dios”.
De hecho, no se puede negar que en varias oportunidades, Santa Filomena se manifestó en la vida del Santo Párroco de Ars, sanándolo a él y a algunos de sus feligreses.
Al inicio del trabajo sacerdotal de San Juan María de Vianney, mejor conocido como el Cura de Ars, enfermó gravemente de pulmonía doble, a grado tal de recibir la extremaunción, con su último aliento, el Cura de Ars pidió se celebrara una misa en honor a Santa Filomena pidiéndole su intercesión, y al día siguiente estaba completamente reestablecido.

El Cura de Ars incluso llegó a declarar “Nunca le he pedido algo a Santa Filomena que no me lo haya cumplido”, se llegaron a contar en la Iglesia del Cura de Ars 14 milagros por semana por su intercesión.
Otro milagro en la iglesia del Cura de Ars a través de Santa Filomena se le otorgó a un niño mudo y paralítico.
Sus padres llevaron al niño a ver al Santo Cura de Ars y al parase en el atrio de la iglesia, el Cura deteniendo su clase de catecismo les dijo:
“Pobres hijos míos, vienen de tan lejos para buscar algo que tienen en casa, su fe es muy grande”.
Al terminar su clase, el Cura les pidió que se arrodillaran ante la imagen de Santa Filomena y que le pidieran la intercesión de la Virgen María.
De pronto se escuchó un gran ruido de sillas rechinando contra el piso: el padre se había desmayado al escuchar decir a su hijo mudo desde nacimiento:

“Es bella, es bella”, y el niño desde ese momento quedó curado de todas sus enfermedades.
Santa Filomena escogió a su campeón en la figura de su sacerdote desparpajado de un pequeño pueblo que tenía corazón de niño pero valiente como ella para ayudarlo a cumplir sus deberes y proteger su humanidad al preservarlo de conocer sus propios poderes de intercesión ante el Señor.
Es evidente, que Filomena y el Santo Párroco de Ars, formaban una dupla maravillosa, y eso favoreció también, el culto de la pequeña mártir.

***Fray Andrecito y Santa Filomena
El culto a Santa Filomena, empezó en Chile en 1840. En especial a través del Siervo de Dios Fray Andrés Filomeno García, más conocido como Fray Andrecito.
Fray Andrecito, tuvo una especial devoción a nuestra Santa y le atribuía numerosos milagros; a la gente que acudía a él, por algún favor o sanación, él la dirigía a Santa Filomena.
Con su vida permanente de limosnero, la dio a conocer en todos los ambientes de la capital y extendió su culto también en la provincia.
Fue el Padre Pedro Ignacio Castro Barros, argentino refugiado, uno de los próceres de la emancipación política de la provincia del Río de la Plata, quien dio a conocer las virtudes y martirios de Santa Filomena, a Fray Andrecito en Chile.
Fray Andrecito primero escuchó, después leyó y meditó y quedó como deslumbrado.
Desde entonces, toda su vida estuvo bajo el signo de Santa Filomena, al igual que el Santo Párroco de Ars.
Desde ese día Fray Andrecito la escogió por inseparable compañera de sus pensamientos y trabajos. Dice un contemporáneo de Fray Andrecito:
“Todo, todo se lo atribuía a su santa protectora, de quien todo lo esperaba, a quien todo lo pedía y de quien todo lo alcanzaba”.
En las diversas curaciones y en otros favores que dispensaba a los fieles, a menudo se escudó detrás de la Santa, de tal manera, que él parecía ser simple instrumento del favor y valer de su patrona.
En su oficio de limosnero, llevaba siempre al descubierto la imagen de la ilustre virgen. La llamaba “la santa” o “la chinita”, empleando el chilenismo en su sentido más familiar y cariñoso.
Aquí transcribimos una página de la editorial Salesiana sobre Fray Andrecito:
“Con limosnas dadas por los fieles, Fray Andrecito hizo construir una altar de la Santa. Encargó a París una vestimenta preciosa, que llegó después de su muerte.
También fundó una capellanía para perpetuar el culto de la Santa.
Para fomentar su devoción, celebró triduos y novenas.
Compuso varios versos en su honor y dejó resumida la vida de la Santa en un romance.
Hizo reimprimir varias veces su vida y la novena. Dos veces al año celebraba, con gran solemnidad, su fiesta.
Para solventar los gastos fundó una cofradía en la cual se inscribieron muchas señoritas. Ellas se sentían muy honradas en ser llamadas “Hermanas de Santa Filomena”.
Por lo que se ve, Fray Andrecito aprovechó su devoción a la Virgen como un medio de apostolado, atrayendo así a las almas al ejercicio de las virtudes cristianas.
“¡Es Santa Filomena que me manda!”, decía, al presentarse de repente en una casa en donde nadie había pensado en llamarlo, donde había un enfermo que agonizaba.

"¡Encomiéndense a la Santa!"Llegó a Santiago un pintor quiteño que trajo un gran óleo de Santa Filomena en el que ella está representada junto a los elementos de su martirio.
Fray Andrecito quiso tenerlo a todo precio. Pero el quiteño le pidió demasiado: cinco onzas de oro.
¿De dónde sacarlas? En vano solicitó rebaja; el otro mantuvo el precio.
Comenzó entonces a pedir limosnas, pero había necesidades más urgentes que atender: había que pagar una fuerte suma, que ascendía a algunos miles, por distintos encargos hechos en Europa, de ricos ornamentos, candelabros y otros objetos, para el culto de Santa Filomena.
También se había comenzado la refacción del convento y el término del templo. Tampoco se podían descuidar varias escuelas que sostenían con sus limosnas.
Transcurrió más de un año; en vano Fray Andrés pasaba por la tienda del quiteño.
Al fin éste le dijo: “Mire, Padre, ya ve que estoy empacando.
Dentro de dos días salgo a Valparaíso, y de ahí al Ecuador.
Si para entonces no me trae las cinco onzas, el cuadro estará perdido para usted”.
“Apenas Fray Andrés oyó esto, salió a la calle en busca de dinero.
Inútilmente anduvo de puerta en puerta: parecía que los corazones se habían endurecido.
Al caer la tarde, perdida casi la esperanza, se dirigió a la casa de Doña Rosario Cerda, a quien, como último recurso, pidió le facilitara el dinero, prometiendo que luego se lo devolvería.
Obtiene la plata, vuelve a la tienda del quiteño, pero, al llegar a la Plaza de Armas, le sale al encuentro un caballero desconocido que le dice:
“Fray Andrés, tome estas cinco onzas que le estoy debiendo a Santa Filomena”.
“¡Encomiéndense a la Santa!” Eran las palabras que siempre tenía en los labios cuando se trataba de alcanzar algún alivio o remedio para alguna necesidad.
Así Fray Andrés era la escala por donde se subía a Filomena, y por Filomena a Dios, y de allí descendían a raudales las bendiciones”.
Al igual que en Italia, en Francia derramó numerosas bendiciones.
En Chile los favores recibidos de Santa Filomena son incontables.

***Sanación de una niña encorvada
La primera obra sobre Filomena en Chile
En esta obra el sacerdote Ruperto Marchant (escrita en la séptima edición de 1898), habla de centenares de milagros, de los cuales presenta, en forma detallada, una cuarentena.
“En 1862, una niña de 7 años, hija de José Miguel González y Salomé Cerda, sufrió una enfermedad que afectó su columna vertebral, lo que la obligó a encorvarse más y más, teniendo que caminar apoyada en sus manos.
La medicina se declaró impotente. Una noche, la mamá, oyó que la niña la llamaba:
“-Mamá, mamá, aquí está Santa Filomena, y me dice que si quieres verme sana, es preciso que hagas celebrar en la parroquia una novena en su honor y que me cambies el nombre de Emperatriz del Rosario, por María Filomena”.
“La mamá, dudaba en creer, pero a la mañana siguiente, llegó a la puerta de calle, una señora pobre, que entregó a la empleada un pequeño libro, para llevarlo a la mamá de la enfermita.
La mamá vio con asombro que era la historia de la “Vida y milagros de Santa Filomena”.
“Cumplieron, pues, lo de la novena en la parroquia, y el cura párroco Don Miguel Prado, le administró el Sacramento de la Confirmación, cambiándole el nombre de Emperatriz Rosario, por el de María Filomena.
Al llegar a su casa, la niña estaba perfectamente sana.
“Cuenta este hecho, el presbítero Don Samuel González cura de Curicó, hermano mayor de la niña curada milagrosamente”.

***El hombre que muere reconciliado con Dios
“En 1892, se presentó una mañana en el Santuario, una anciana y respetable señora, verdaderamente desesperada por la conducta indigna de su hijo que, entregado a la bebida, dilapidaba la cuantiosa herencia de que debía ser único heredero.
Imposible pintar la amargura de aquella madre que, en sus clamores a la Santa, llegó a decirle:
“Prefiero verlo muerto antes que entregado a tal vicio”.
Como el sacerdote trató de calmarla, haciéndole algunas reflexiones, ella con un grito del alma volvió a repetir:
“Lo que te he dicho, poderosa Santa; prefiero verlo muerto!…”
Dios no desoye nunca a los justos clamores de las madres y, en su recta y severa justicia, recoge siempre las lágrimas que hacen verter sus hijos; aquella misma noche después de dos meses de ausencia, el desgraciado joven, cuyo paradero ignoraba, llegó a la casa en completo estado de ebriedad.
Al día siguiente, el sacerdote se hallaba a la cabecera.
Cuatro días después, el desdichado, luego de haberse reconciliado con Dios e implorado el perdón de su madre, iba a presentarse ante el Supremo Juez”.

***María Luisa y Gil
son nativos de la Habana, cumplió 59 años el 19 de agosto de 1974, y experimentó una situación que sólo se podía explicar con la ayuda de la santa: A los 11 años de edad, Gil se encontraba en el colegio, el cuál le pertenecía a su familia; en ese tiempo, se encontraba en el sexto nivel de educación primaria.
Un día, una compañera que sufría de obesidad estaba muy emocionada saltando en el patio, cuando de repente se tropieza y al caer todo su peso se concentra en el dedo gordo de uno de sus pies. El impacto del golpe fue tan fuerte que casi le destrozó el dedo; sin embargo, lo más notable de la situación era la abundancia de sangre. La herida fue empeorando, hasta mostrarse síntomas de gangrena.
Cuando estaba en reposo, el doctor le dijo a su madre que si el dedo seguía igual iba a ser necesario amputarlo antes de que los efectos de la gangrena se extendiesen hacia los otros. Esa misma noche, su tía fue y le contó sobre Santa Filomena, incluyendo todos los milagros que esta le había concedido.
Tal como le recomendó, Gil empezó a rezar, pidiendo por los órganos de su cuerpo. Cuando el doctor fue a revisar el pie a primera hora de la mañana, el dedo que debían amputar se encontraba en un óptimo estado. El dolor fue aliviado y el tamaño disminuyó enormemente. Toda la familia estaba contenta por los resultados.

***El impresionante milagro de Letizia:
Accurzo Letizia actualmente tiene 20 años; nació el 15 de abril del 1999, en Bosgaro, Avellino. Esta joven relata la historia de cómo, gracias a Santa Filomena, pudo resolver aquello que la atormentaba y frustraba a los siete años de edad cuando, según ella, dejó de ser normal, para convertirse en alguien completamente denigrada por la sociedad:
Cuando tenía 7 comenzó a presenciar dificultades para caminar, y siguieron apareciendo hasta que quedó inmóvil. Los médicos la revisaron y diagnosticaron una parálisis infantil irreversible; tanto los tratamientos médicos como los remedios caseros eran totalmente inútiles.
En medio de la frustración y desesperanza, llegó un rayo de luz. Ella recuerda que su madre la había llevado al Santuario de Santa Filomena en Mugnano del Cardinale. Ahí expresó su devoción y entregó toda mi fe a su nombre. Unos días después empezó a sentir los dedos de sus pies, toda la familia se emocionó y los doctores aceptaron que fue un milagro. Desde entonces no ha tenido dificultades para caminar.

***Otro milagro, también distinto de sanar enfermedades, sucedió, por medio de Santa Filomena, cuando accidentalmente se rompió el mármol con el que se estaba revistiendo su urna, y el arquitecto, hombre profesional en su oficio, no conseguía reparar dicha rotura, pero aconteció, según testigos, que la mano de la santa se vio guiando a la del arquitecto, cuando estaba reparando la losa de mármol, logrando que esta recobrará toda su integridad, antes visiblemente rota.

***(De la lámpara que esta encendida frente a las reliquias de Santa Filomena). En el libro las Rosas de Santa Filomena de St. Elizabeth Seton consta que una mujer recobró la vista, después de tres años de sufrir una enfermedad en sus ojos que le causaba tanto dolor que no podía ni comer, ni dormir.
¿Cómo se originó esta devoción? Sucedió así:
En la octava de la traslación del Relicario de Santa Filomena a Mugnano, una mujer de Avella llena de fe en Dios, metió su dedo en el aceite de la lámpara que estaba encendida delante del altar de la santa, y ungió los ojos de su niño ciego. Inmediatamente el niño recobró la vista, ante el asombro de todos los que se encontraban presentes.