HIJA DE LA LUZ

CONSAGRACIÓN A SANTA FILOMENA

LA PRIMERA IMAGEN DE LA SANTA


LA PRIMERA IMAGEN DE LA SANTA
Las reliquias fueron depositadas en una capilla privada de un rico y conocido publicista, don Antonio Terres.
Ahí se modeló, a la manera napolitana, una figura de papel maché representando a la Santa.
El resultado era desilusionante. Una mano sostenía una lila artificial y una hoja de palma, mientras la otra sostenía una flecha apuntando hacia el corazón de Filomena. Mientras se vestía la imagen, la fragancia de los más dulces perfumes llenó la casa de doña Angela, esposa del señor Terres.
Antes de emprender nuevamente el viaje y dejar la casa de los Terres, Filomena sanó a su empleada, de una enfermedad incurable que padecía desde hacía doce años.
Durante los tres días en los cuales las reliquias fueron expuestas en la Iglesia de San Angelo, Filomena no hizo ningún milagro.
Los sacerdotes de aquel lugar confesaron a don Francesco haber determinado, que si ella obraba cualquier milagro, no la dejarían partir de ningún modo.
Con eso don Francesco se convenció que Filomena quería estar en Mugnano y solamente ahí empezaría su trabajo.
El nueve de agosto se pusieron nuevamente en marcha, y al llegar a Cimitile, cerca de Nola, donde miles de cristianos habían sido martirizados por los emperadores romanos, la caja se puso tan pesada que parecía de plomo, imposible de llevar ; tuvieron que dejarla en el suelo.
Aunque hecha solo de madera, al golpear en la tierra dio un ruido metálico, como de bronce, sonido que se extendió en todo el lugar.
Era como el saludo de Filomena a aquellos, que como ella, habían dado su vida por Cristo.

El 10 de Agosto, nuevamente la caja se puso tan liviana como una pluma.
Cuando don Francesco entró en el distrito de Mugnano, con el ambiente del sofocante calor del verano napolitano, Filomena dio un saludo mediante una refrescante y abundante lluvia.
Al llegar a la ciudad, fueron saludados no solo por los pobladores, sino también por grupos de aldeanos de los alrededores y por niños que ondeaban ramas de olivos.
Todos bailaban, lanzando sus sombreros y pañuelos en el aire y gritando “¡Viva la Santa! ¡Viva la Santa!”
Mientras la procesión del clero, que iba a escoltar a Filomena a la parroquia, se estaba formando afuera, la vista de la imagen de la Santa llenó los corazones con una alegría celestial.
Muchos lloraban fuertemente, mientras otros, en jubilosos excesos exclamaban: “¡Oh, Paraíso! ¡Oh, Paraíso! ¡Oh, los maravillosos consuelos de Dios!”.